Cocinar en África. Una dura prueba diaria para muchas mujeres, por José Carlos Rodríguez Soto

30/09/2010 | Bitácora africana

Para muchos millones de africanos el problema no es sólo qué comer, sino cómo cocinar los alimentos. Cada día una ingente legión de mujeres en África tienen delante de sí un problema acuciante: dónde encontrar combustible para hacer fuego. En la mayoría de los casos tienen que ir a algún bosque cercano a las aldeas donde viven para cortar y acarrear leña, o bien tienen que usar carbón vegetal que alguien previamente les habrá vendido. Acabo de leer que hace pocos días el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha presentado una iniciativa internacional para aumentar la eficiencia de 3.000 millones de cocinas en Africa, Asia y Latinoamérica, con el fin de proteger la salud de la mujer y favorecer los beneficios ambientales. Es una de esas buenas noticias que pasan desapercibidas para nuestros medios, que hasta hace poco sólo hablaban de África cuando había hambrunas o guerras de por medio últimamente sólo les interesa cuándo hay secuestros de occidentales o ataques a intereses económicos nuestros, como la pesca en aguas del Índico.

Este proyecto consiste en fomentar el uso de cocinas en el que el carbón o la leña se sustituirán por combustibles alternativos, y muy especialmente por cocinas que funcionan con energía solar. Estas últimas ya se utilizan en muchos países, aunque su uso no está aún demasiado extendido. Se tarda varias horas en hacer que hierva agua una olla que puede ser de tamaño bastante grande, pero si esa misma operación tuviera que hacerse con leña se usaría una cantidad muy grande de combustible vegetal.

Y es que uno de los problemas más serios que tiene África es la deforestación, y ésta avanza –entre otras cosas- debido a la gran cantidad de árboles que se talan para leña o para carbón vegetal. Cuando uno viaja por carreteras de África resulta llamativo ver la cantidad de personas que están apostadas a los lados vendiendo sacos de carbón vegetal. Muchos no tienen otra manera de ganarse la vida. Y el problema número uno para infinidad de mujeres en África todos los días es cómo conseguir leña para cocinar la comida de la jornada.

Este problema es especialmente grave en lugares en conflicto. Yo mismo lo he visto durante los 18 años que estuve en el norte de Uganda. En 2004 llegamos a tener dos millones de desplazados internos viviendo en campos. A medida que avanzaba el tiempo, el perímetro alrededor de los campos se quedaba desprovisto de árboles y por lo tanto desprotegido en caso de tormentas o de vientos fuertes. Cada día, infinidad de mujeres tenían que hacer viajes cada vez más lejanos para buscar leña, y de este modo avanzaba la deforestación. Cuando viajo ahora por el norte de Uganda no puedo evitar una sensación de pena al ver el contraste entre el aspecto frondoso que el lugar ofrecía hace 25 años y el secarral en que va camino de convertirse, con pésimas consecuencias para los que viven en él.

Dice el plan de este organismo de Naciones Unidas que quieren sustituir los carbones y la leña por combustibles alternativos y por cocinas que funcionan con energía solar. El PNUMA ha dicho que alrededor de 1,6 millones de mujeres en el mundo sufren muertes prematuras relacionadas con las emisiones de estas cocinas ineficientes. No es de extrañar, porque muchas mujeres africanas se pasan horas cocinando en cabañas sin ventilación y respirando humo. Desde hace pocos años otras cocinas hechas en India o en China que funcionan con parafina han entrado en los mercados africanos. Son baratas, pero el combustible es caro, y en muchos casos se provocan accidentes domésticos de fatales consecuencias. Posiblemente deberíamos concluir que si los que cocinaran en el mundo (sobre todo en países pobres) fueran los hombres, hace mucho tiempo que habrían encontrado una solución a estos desastres.

Autor

  • (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

Más artículos de Rodríguez Soto, José Carlos