Kagame, una compañía indeseable

14/07/2010 | Opinión

El próximo 16 de julio Paul Kagame, presidente de Ruanda, visitará España invitado por José Luis Rodríguez Zapatero, para preparar la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que tendrá lugar en septiembre de 2010 en la sede de Naciones Unidas. Zapatero ha sido designado por Ban Ki Moon, Secretario General de la ONU, presidente del grupo internacional que impulsará el efectivo cumplimiento de los ODM y el copresidente, en representación de los países en desarrollo, será Paul Kagame, actual presidente de Ruanda.

Resulta cuando menos insólito que mientras la justicia española persigue a altos dirigentes del régimen ruandés, nuestro presidente haya aceptado el dudoso honor de presidir junto con el presidente Kagame una cumbre de significado tan relevante. La sensibilidad mostrada por los gobiernos de Zapatero en las cuestiones relacionadas con la cooperación al desarrollo se compadece mal con la indeseable compañía del jefe de Estado ruandés.

El 6 de febrero de 2008, el juez de la Audiencia Nacional, Don Fernando Andreu, emitió órdenes de arresto internacional contra 40 dignatarios – cúpula militar ruandesa – por crímenes de genocidio, contra la humanidad, y de guerra, si bien Paul Kagame, último responsable de los mismos, goza de inmunidad por su condición de jefe de Estado en ejercicio. Ignoro hasta qué punto la lamentable modificación restrictiva de las competencias de la Audiencia Nacional respecto a la justicia universal afectan a parte de las imputaciones del auto del juez Andreu. Sin embargo, el señor Zapatero, al aceptar la co-presidencia de la cumbre citada, olvida que entre las innumerables víctimas del régimen de Kagame se encuentran 9 españoles (un Padre Blanco, 4 Maristas, 3 cooperantes de Médicos del Mundo, un sacerdote guipuzcoano), asesinados todos ellos por ser testigos directos e incómodos de los crímenes perpetrados por los hombres de Kagame. Lo lógico y deseable sería que nuestro presidente recibiera a los familiares de estas víctimas y expresara su condolencia y compromiso con la justicia, en vez de ir de la mano y compartir presidencia con el responsable de estos asesinatos; se solidariza con el verdugo, otorgándole el privilegio de la impunidad: un último y definitivo desprecio a las víctimas. ¿Unas fotos de efímero brillo internacional en la sede de las Naciones Unidas pueden ser el precio de esta afrenta?

No es menos sorprendente, e indignante, que el Secretario de la ONU haya designado al presidente ruandés para copresidir la cumbre y presentarlo como modelo de “buena gobernanza”. Multitud de informes, incluso de las Naciones Unidas, señalan al régimen ruandés como el gran desestabilizador de la zona de los Grandes Lagos africanos: agresor, ocupante y depredador del Congo y de sus riquezas naturales al servicio de las multinacionales – Ruanda, que apenas dispone en su subsuelo de recursos mineros, se ha convertido paradójicamente en exportador y plataforma de un comercio internacional del pillaje del Congo – y causante de millones de muertos congoleños (5 millones). Los dispensadores de certificados de buen gobierno utilizan, como puede constatarse una vez más, parámetros bien peculiares, siempre que encuentran un peón eficaz para sus intereses económicos y políticos. Y Kagame ha demostrado una eficacia incontestada al respecto: un gendarme excepcional en la zona.

En efecto, Ruanda goza, así nos lo presentan, de “gran estabilidad” y conoce un “crecimiento económico casi asiático”. Estabilidad, basada en una represión feroz (asesinatos, desapariciones, encarcelamientos, exilio) de cualquier disidencia o discrepancia; una sociedad silenciada, amedrentada y aterrorizada por un régimen policial. El 9 de agosto se van a celebrar las elecciones presidenciales; nuestro invitado Kagame las ganará de calle. Para ello se ha “adornado” con tres “opositores” que harán de figurantes en un simulacro electoral, no sin antes impedir mediante amenazas y cárcel que la verdadera oposición pueda competir libremente en el proceso electoral. Otro de los méritos que algunos reconocen al régimen ruandés es el de su crecimiento económico. Las cifras así lo mostrarían y la capital Kigali sería su fachada visible. Nada más alejado de la realidad. Uno somero análisis de este crecimiento descubre en primer lugar que es fruto en gran medida del saqueo del Congo y de las generosas inyecciones presupuestarias de donantes y en segundo lugar que la riqueza es acaparada por una minoría militar y empresarial urbana, mientras en el mundo rural, donde vive la mayoría de la población, crece, eso sí, la exclusión y la pobreza.

¿Es éste el buen gobierno que la comunidad internacional quiere presentar como modelo de desarrollo y de respeto a los derechos humanos? El presidente Rodríguez Zapatero, con la indeseable compañía de Kagame, va a responder afirmativamente.

Ramón Arozarena

10 de julio de 2010

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