Ya sea en las islas o en el continente, en medio rural o en las ciudades, las mujeres de Guinea Bissau son pilares esenciales de los cambios que se están produciendo en un país castigado por la inseguridad y la pobreza. Unas, mujeres anónimas, aseguran el bienestar de la familia y la seguridad alimentaria por su trabajo de cada día. Otras, desde puestos de responsabilidad, contribuyen a cambios importantes para conseguir leyes más justas.
Informes de distintas ONG y diversos testimonios recogidos en la prensa de los tres últimos años nos lo cuentan. Apoyándome en ellos, quisiera dar visibilidad con algunos ejemplos, lo que las mujeres de este pequeño y bello país están haciendo.
Mujeres anónimas contribuyen a asegurar el bienestar de la familia y la seguridad alimentaria
La isla de Jobel, una isla muy pequeña bañada por el Atlántico, situada en la región de Sao Domingos, una de las más pobres de Guinea Bissau, forma parte de una pequeña comunidad de unos 800 habitantes, que viven en ella. Sus recursos son el cultivo de arroz y la pesca, pero se puede decir que la mayor riqueza de la isla son sus habitantes y el valor con el que luchan para sobrevivir en una tierra aislada sometida a la presión de las mareas, sin estructuras sanitarias, sin luz y sin agua potable.
Para proteger los arrozales, los habitantes han tenido que construir, alrededor de la isla, kilómetros de diques de arcilla, que se convierten en muchos momentos en el único camino transitable, ya que la isla sufre numerosas inundaciones por estar bajo el nivel del mar. Los diques tienen un ingenioso sistema, hecho con troncos de palmeras vaciados, provistos de chapaletas para evacuar el agua de lluvia al mar, e impedir que el agua del mar penetre en la isla. En este contexto la lucha por la supervivencia no tiene respiro y el papel que juegan las mujeres es muy importante.
Desde que se levantan hasta que se acuestan, la jornada de las mujeres de Jobel está más que ocupada con numerosos trabajos en el hogar y fuera de él. Crianza y educación de los hijos, preparación de la comida y recogida de la leña necesaria para hacerla. El abastecimiento de agua a la familia, quizás el trabajo más duro. En la Isla no hay agua potable. En la estación de lluvia, de junio a octubre, la tarea es menos dura porque puede recoger agua de lluvia, pero durante la larga estación seca hay que ir a buscarla en piragua. Por si todo esto fuera poco, las mujeres también trabajan en los arrozales y van a pescar gambas.
En la zona de bosque viven familias que han talado árboles y conseguido hacer pequeñas plantaciones para cultivar plátanos y anacardos. Las mujeres trabajan codo a codo con sus maridos y luchan para conseguir precios más justos. Es escandaloso que el kilogramo de anacardo, que les pagan a menos de 8 céntimos, se venda a 15 euros en Europa.
No son pocas las esposas que han visto marchar a sus maridos en busca de una vida mejor cruzando Gambia y Senegal para llegar a Mauritania, esperando dar el salto a las Canarias. Algunos lo consiguieron. Pocos triunfaron y muchos perecieron en el intento. Aunque las vidas de esas mujeres estén marcadas por la tragedia, ellas intentan rehacerse y luchar para sacar adelante a los suyos.
Un aspecto interesante de la importancia de las mujeres rurales en la economía, es el papel que juegan en el abastecimiento de los mercados de la ciudad de Bissau de productos naturales o transformados.
Hasta el final de los años 80, el Estado apoyaba a distintos grupos femeninos de la ciudad o del campo para la transformación agroalimentaria. En los años 90 el Estado transfirió sus competencias a distintas ONG que se instalaban o nacían en el país. También se desarrollaron pequeñas empresas privadas de transformación de productos agroalimentarios, especialmente en el sector de los frutos. Desgraciadamente la guerra civil de 1998-1999, acabó con las esperanzas de los promotores. Muchas instalaciones fueron destruidas. Pero en los medios rurales las mujeres han continuado la transformación de productos agroalimentarios realizados por medios artesanales tradicionales. Estos productos se destinaban al consumo familiar o al consumo local, pero hoy se abren perspectivas nuevas de producción para el mercado urbano. Las mujeres se agrupan para tener una mayor capacidad de producción y poder acceder con más facilidad a los créditos y transportes. Aprovechan también la experiencia de las que han vuelto a instalarse en el medio rural. Las asociaciones femeninas permiten una producción a mayor escala y una comercialización más eficaz.
Individualmente o en grupo, las mujeres aseguran la comercialización de pescado fresco o ahumado del que hay una gran demanda, lo mismo que de aceite de palma local fabricado artesanalmente, reputado de mejor sabor que el refinado. Esta demanda es un incentivo para las mujeres, no sólo para cuidar las palmeras que nacen espontaneas en las zonas de la costa, sino para hacer plantaciones nuevas y aumentar la producción.
Mujeres presentes en las esferas de poder contribuyen al cambio
Desde hace años las mujeres de Guinea Bissau están reclamando los puestos de toma de decisiones. A pesar le haber jugado un papel importante en la lucha por la independencia, después de diez años de elecciones democráticas, a penas hay un 10% de presencia femenina en la Asamblea. En un taller organizado por las Naciones Unidas, Arièta Gomez, primera mujer nombrada ministra del país, decía: “Queremos una sociedad donde las mujeres y los hombres sean iguales para compartir las decisiones que les conciernen”. Aunque reconocía los progresos hechos después de las elecciones de 2008, ya que se han confiado ministerios de más envergadura a las mujeres, lamentaba la marginalidad y poca visibilidad que las mujeres tienen en el sistema. Un sistema “del que los hombres son los beneficiarios absolutos”, que necesita medidas concretas para corregir las desigualdades.
Zinha Vaz Turpin, primera mujer que ha creado un partido político, y que se presentó a las elecciones presidenciales de julio de 2009, está convencida de ello y no se cansa de afirmar que la presencia de las mujeres en la política es necesaria para que las cosas funcionen mejor en el país.
Frente a una de las mayores lacras del país, el narcotráfico, hay que señalar el papel que ha jugado una mujer: Carmelita Pires. Primero como ministra de Justicia y después como responsable del plan de lucha contra el narcotráfico en Guinea-Bissau 2008, ha hecho frente a los narcotraficantes que dominan en el país y ha denunciado en varias ocasiones sus intentos de comprar el poder político. Ha sido amenazada varias veces de muerte, pero aún sabiendo que su seguridad es muy precaria, no ha abandonado el país.
Fatima Fati, ministra de la Mujer, la Familia, de la Cohesión social y de la lucha contra la pobreza, ha trabajado mucho para conseguir medidas que pongan fin a prácticas como los matrimonios precoces y la ablación o mutilación genital femenina (MGF), que están muy extendidas en Guinea Bissau, especialmente en las regiones de Bafata, Gabu y Oio. Una encuesta de 2006 de la ONU, indicaba que, después de varios años de campañas contra esta práctica, se calculaba que casi el 45% de las mujeres entre 15 y 49 años habían sido víctimas de ella. En 2008, el Parlamento no pudo aprobar un proyecto de ley que la prohibiera por falta de votos, pero ese mismo año el Gobierno apoyado por la UNICEF lanzó una campaña intensiva en las zonas más resistentes a abandonar esta práctica. Todavía es pronto para evaluar los resultados.
Del 3 al 5 de marzo de este año 2010, mujeres representantes de los quince Estados de África Occidental, reunidas en Uagadugu, capital de Burkina Faso se han comprometido a implicarse en los programas de desarrollo comunitario de la CEDEAO (Comunidad de Estados de África Occidental). Allí estaban las mujeres de Guinea Bissau, decididas a contribuir de modo eficaz a los cambios que el país necesita.