Ruanda y sus fantasmas

14/05/2010 | Opinión

Con ocasión de la controvertida visita de la gobernadora general canadiense Michaëlle Jean a Ruanda, la periodista Agnès Gruda ha publicado una serie de artículos sobre el país en el periódico La Presse.

El artículo del 8 de mayo, “Un país que corre más deprisa que sus fantasmas”, alaba el desarrollo económico de Ruanda que el presidente Kagame y partidarios presentan como un éxito.

La Sra. Gruda escribe: “Hace 10 años, el presidente (…) adoptó su “Visión 2020”, un plan de reformas escalonado en 20 años que trata de hacer de Ruanda un actor regional de primer orden. Una versión africana de Singapur, con una envoltura de Silicone Valley”.

Pero, ¿de qué va exactamente la Visión 2020? Y, antes de pensar en rivalizar con Singapur, ¿no deberíamos preguntarnos dónde se sitúa Ruanda con relación a los otros países africanos?

El PNUD ha hecho una evaluación a mitad de su recorrido de la Visión 2020 y constata en él una situación más bien desastrosa: la pobreza ha ganado terreno y afecta al 62% de la población rural, cuando esta proporción era del 50% en 1990; cerca de un tercio de la población ruandesa sufre carencias alimenticias; la separación entre ricos y pobres alcanza un nivel record y sitúa a Ruanda en 15 primeros “centiles” de los países más desigualitarios del mundo.

La comparación con los otros países africanos muestra que Ruanda está en la cola del pelotón a causa de muchos factores cruciales. Por ejemplo, según los datos del PNUD y del Banco Mundial, la esperanza de vida de los ruandeses es de 44 años, lo que es inferior a la media africana de 46 años. Menos del 45% de los niños terminan la escuela primaria, mientras que la media de África subsahariana es de 60%. La escolarización en secundaria es del 17%, frente al 28% de África. En 2009, en la clasificación de países según el índice de desarrollo humano, que hace la síntesis de la esperanza de vida, del nivel de vida y del nivel de estudios, el PNUD coloca a Ruanda entre los 15 últimos países del mundo, esto es, detrás de la mayoría de los 38 países de África subsahariana.

A la luz de estos datos y sabiendo que la Ruanda de Paul Kagame es favorecida por donantes occidentales que le acuerdan una ayuda sustancial de 55 dólares por habitante, esto es cerca del triple de la media africana del 20% por habitante, la espléndida ciudad de Kigali que nos describe la Sra. Gruda reviste otro rostro: el de la concentración de la riqueza y el del acaparamiento de la ayuda extranjero por una minoría urbana próxima al poder.

La ausencia de todo rastro de miseria en Kigali, contrariamente a otras ciudades africanas, se ha obtenido al precio de la violación de los derechos de los “sin casa” y de los niños de la calle, a los que se encarcela concretamente en la isla Iwawa, como lo ha revelado el The New York Times, el 1 de mayo de 2010.

Peor todavía, el contaste entre la fastuosidad de la ciudad y la miseria rural es el resultado de una discriminación étnica más fuerte que nunca, como testimonia el relato de cautividad de la profesora Susan Thomson, de la Universidad de Ottawa, en un campo de reeducación de Ruanda (relato que se pueden encontrar en su blog).

Uno de los interlocutores de la Sra. Gruda, el periodista ruandés Didas Gasana, le confía que los hutu, que constituyen el 84% de la población, están casi totalmente excluidos del poder. Son considerados colectivamente como “genocidas”.

Las estadísticas son muy elocuentes respecto de la discriminación contra los hutu. El alto mando del ejército incluye un oficial hutu por 1.590.000 habitantes hutu y un oficial tutsi por 34.600 habitantes tutsi. En la administración, hay un alto ejecutivo hutu por 500.000 habitantes hutu y un tutsi por 70.000 habitantes tutsi.

Los huérfanos hutu de la tragedia de 1994 son abandonados a su triste suerte, contrariamente a los huérfanos tutsi apoyados por el Fondo de ayuda a los supervivientes del genocidio. La más pequeña evocación de las atrocidades sufridas por los hutu es reprimida por leyes vagas sobre el “divisionismo” y “la ideología genocida”, que permiten detenciones arbitrarias.

Detrás de su disfraz de modernidad urbana, Ruanda se asemeja más a un volcán al borde de la erupción que a un islote de prosperidad en medio de la miseria africana. Es la triste realidad, aunque les disguste a los apologistas del régimen de Paul Kagame.

Emmanuel Hakizimana

El autor es doctor en economía, especialista en finanzas internacionales y profesor de la Universidad de Québec (Montréal).

Fuente: www.musabyimana.be 12 de mayo de 2010.

Traducción: Ramón Arozarena.

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