Estos días he estado buscando información de cómo se había celebrado el día de la mujer en Burkina Faso. Entre las cosas que se han escrito, encontré en el periódico Sidwaya la bonita historia de superación de una sencilla ama de casa empeñada en sacar adelante a su familia. Un artículo bastante largo firmado por Aimé M. Kambire cuenta la historia de una vendedora de dêguê.
La protagonista, de esta historia se llama Asséto Traore. Una mujer que ronda la cincuentena y que no pasa desapercibida con sus 120 kilos. En 1989 empezó a preparar sus papillas de harina de mijo, el famoso “déguê” al que añadía galletas locales para espesarlo. Se vendía muy bien especialmente en tiempo de ramadán. También vendía grumos frescos para que se pudiera preparar en casa. No era mucho lo que ganaba, pero eso le daba cierta independencia Y así contribuía a mejorar la economía familiar.
Asseto cuenta que un día, entusiasmada con las ventas del día anterior, había preparado una cantidad excesiva de grumos de harina que le servían para ir haciendo la papilla, conforme la iba necesitando. Había calculado mal y la mayoría de los grumos se quedaron sin vender. ¿Qué hacer? ¿Tirarlos? Eso supondría perder las pobres ganancias de varios días. Después de mucho pensar se le ocurrió que los podría secar al sol. ¿Por qué no? Pensado y hecho.
Al día siguiente comprobó que el “dèguê” obtenido era tan bueno como el preparado con grumos frescos y además le facilitaba el trabajo. Se dio cuenta que la producción de grumos era más rentable y daba menos trabajo que la elaboración de “dèguê”. Se convirtió en vendedora ambulante, ofreciendo los grumos secos a amas de casa que trabajaban y que así ganaban tiempo preparando el desayuno. Sus clientas descubrieron lo práctico del invento. Los grumos secos se podían conservar, transportar y hasta llevar o enviar al extranjero donde, los nostálgicos de los sabores del terruño, podrían consumir el “dèguê”, allí donde estuvieran.
La llamada recibida de unos parientes desde Alemania para felicitarla por su “invento”, animó a Asséto a aumentar la producción. En 1998 recibió en encargo importante desde los Estados Unidos. Era la primera vez que iba a embolsar 150 mil francos CFA. Su marido llevaba más de un año sin trabajo y habían gastado todas sus economías. ¡Ese dinero caía del cielo! Tuvo que trabajar sin parar varios días para satisfacer el encargo.
El animador de una radio local se interesó por las actividades de Asseto. Le aconsejó e hizo publicidad sus productos “super”. Las ventas aumentaron y Asséto pudo abrir un local para venderlos. Más tarde su participación en el famoso programa de la televisión pública: “Comer bien para vivir mejor”, la dio a conocer a un público más amplio y sirvió de publicidad para sus productos. Al mismo tiempo muchas mujeres empezaron a imitarla y quiso diversificar sus productos. Empezó a buscar qué otra cosa podría hacer con los cereales locales. “Sabía que los blancos hacen espaguetis y otras cosas con trigo, me preguntaba si no podría hacer lo mismo con mijo, maíz o “fonio”… dice Assáto. Sin cansarse fue buscando y probando mezclas hasta conseguir hacer espaguetis de maíz, de arroz, de mijo.
Sus innovaciones han sido recompensadas con varios premios. El primero en un concurso de las Jornadas Agroalimentarias de 2005. En 2008 el FRSIT de 2008 (Foro de investigaciones científicas e innovaciones tecnológicas), le otorgó otro que no fue el último. Aséto participa cada vez que hay ocasión en los países de la región en encuentros internacionales: Mali, Níger, Ghana, Guinea Conakry. Ha tenido ocasión de compartir sus experiencias con muchas mujeres de Burkina y otros países, la lista es larga. Ella es feliz de poder compartir su saber hacer con otras mujeres.
Miembro de la Red de transformadoras de cereales del Faso (RTCF), sueña con ampliar su unidad de producción cuando tenga los medios para hacerlo. Dice que eso le permitiría dar más trabajo a más mujeres, como a las cuatro viudas que le ayudan actualmente. Pero dice que no quiere mecanizar demasiado su trabajo para salvaguardar la calidad artesanal de sus productos “super”.
La Señora Traore es una mujer emancipada gracias a su trabajo. Cuenta que su marido está orgulloso de ella, porque sabe que lo que hace merece apoyo y respeto. Le deja la libertad de viajar, asistir a reuniones y reconoce que lo que gana es suyo pero que beneficia a la familia. Por su parte, ella afirma respetarlo y “dejar que ocupe el lugar que le corresponde en el hogar”.
Asseto es mujer emprendedora y valiente, mujer de gran corazón, que ha sido capaz de innovar. Una figura más de las muchas mujeres sencillas de Burkina Faso que con tesón e imaginación plantan cara a la pobreza. Su historia me ha recordado otras parecidas de mujeres encontradas de las que nadie ha contado su historia, pero que luchan cada día y llevan el peso de la economía familiar.