Regionalización en Marruecos: ¿hacia qué modelo?

24/02/2010 | Opinión

Con ocasión del 33 aniversario de la Marcha Verde, el Rey Mohamed VI ha anunciado, en un discurso del pasado 6 de noviembre, el lanzamiento de una vasta labor para la regionalización de Marruecos. Un proceso que debe acompañarse de un reforzamiento de la descentralización, otorgando a la región las máximas prerrogativas locales. ¿En qué sentido se deberá impulsar la regionalización y qué modelo adoptar?

La preocupación de instituir la regionalización en Marruecos no fecha de hoy. Los especialistas concuerdan en precisar que el proceso de regionalización en el reino tomó su primera forma en 1971 con la creación de siete regiones. Vinculado a la descentralización administrativa, este proceso fue reforzado en 1984 y posteriormente en 1992. Es en ese momento cuando las regiones fueron erigidas al rango de colectividades locales. Las cuales han sido dotadas de una personalidad jurídica propia y reforzada por delegaciones descentralizadas. Sin embargo, ha sido necesario esperar hasta 2002 para que la región sea considerada como la base del desarrollo económico. Es bajo ese espíritu que fueron creadas 16 regiones.

Regionalización: un tímido balance

Después de casi 17 años, el balance de la regionalización es tímido. En efecto, en el proceso de regionalización se ha puesto el acento principalmente en la descentralización administrativa, lo que ha hecho de la región un mediador administrativo más que un vector de desarrollo. Así, la división electoral no tenía en cuenta las especificidades de las regiones y todavía menos las complementariedades interregionales a fin de activar un efecto de sinergia.

La inexistencia de textos y leyes permitiendo la ejecución y concretización de un proyecto de regionalización, dando verdaderas prerrogativas locales a la región para actuar a su nivel, ha sido un handicap real. Este fallo jurídico estaba conectado a la insuficiencia de recursos financieros asignados a las regiones, permitiéndoles realizar sus programas y planes. Como ejemplo, no es hasta 2002 cuando la ley de finanzas previó una línea presupuestaria específicamente dedicada a las regiones. En resumen, las regiones no tenían ningún poder para llevar a cabo verdaderos programas de desarrollo a nivel regional. Las regiones sufrían igualmente la insuficiencia de recursos humanos y personal técnico formados para poder contribuir a la gestión del bien público a nivel de las regiones. A título de ejemplo, durante las últimas elecciones comunales, el 56 % de los representantes de la gestión de asuntos locales no tenían certificado de la escuela primaria.

La dinámica socioeconómica a nivel regional revela una tendencia a la concentración espacial que genera una agravación de los desequilibrios entre regiones, así como un crecimiento de los fenómenos de exclusión social con repercusiones negativas sobre la competitividad territorial de la mayoría de las regiones. De ahí la necesidad de un nuevo planteamiento.

¿Qué modelo de regionalización para Marruecos?

A fin de romper con el centralismo petrificado del proceso pasado de regionalización será necesario llegar a una verdadera subsidiariedad. Según el principio de subsidiariedad, el poder central debe delegar las misiones que pueden ser ejercidas con menos gasto y con un mejor servicio por los niveles inferiores. Para hacerlo así, es ineludible dar una verdadera libertad en materia de reglamentación y fiscalidad. Una libertad que permitiría a cada región instaurar las reglas, en función de sus potencialidades, a fin de ser la más atractiva. Una competencia institucional que va a instaurar progresivamente una división del trabajo entre las diferentes regiones, cada una en función de su “ventaja comparativa”. Desde ese momento cada región buscará incrementar su competitividad tirando de la mejor de sus potencialidades. Facilitando la cooperación y el intercambio entre las diferentes regiones, esto favorecerá la creación y una mejor repartición de riquezas.

La libertad dejada a las regiones no podrá ser más que beneficiosa porque como podemos imaginar cada territorio, confrontándose a problemas y urgencias diferentes, tendrá que focalizarse sobre las misiones prioritarias que se le imponen. Esto es tanto más verdadero en cuanto que cada región se caracteriza por especificidades y potencialidades diferentes.

La razón esgrimida normalmente para explicar las reticencias a una verdadera descentralización del poder y a un gobierno territorial, es el riesgo de la disgregación del poder central y el riesgo de corrupción que puede aparecer en los niveles inferiores, tocando a los elegidos locales. Es, por tanto, necesario aumentar la responsabilidad de esos elegidos, introduciendo principios de responsabilización y una obligación de rendir cuentas a través de parlamentos regionales, por ejemplo.

Esto pasa por una comunicación transparente con los ciudadanos, que están un poco más cerca de los centros de decisión. Con la región, el ciudadano es a la vez reconocido en su individualidad y en su acción por su futuro, resuelve los problemas con el concurso de los representantes próximos, por lo que la legitimidad se encuentra agrandada. Esta proximidad es incontestablemente una buena vía para poner en marcha una gestión participativa y responsable de la vida local.

Por otro lado, la concurrencia entre regiones puede también ser un mecanismo de responsabilización. En efecto, una región mal gestionada verá descender su atractivo socioeconómico, mientras que la que esté bien gestionada verá como su territorio es más atractivo económicamente. Este proceso empujará hacia la eficacia y será fuente de buena gobierno a nivel local.

Este trabajo abierto para el rey Mohamed VI ha de acogerse con entusiasmo, porque la dinámica de regionalización es fuente de desarrollo. Pero para evitar los errores del pasado, es ineludible que el proceso de regionalización sea guiado por el tríptico: libertad, responsabilidad y concurrencia. Si la región debe disfrutar de una autonomía y de una libertad (política y financiera) de decisión, los responsables locales deben rendir cuentas a los ciudadanos más implicados y las regiones deben ser puestas en competencia. Si no, este proyecto tiene el riesgo de crear nuevos burócratas locales que, vinculados al centralismo fijado y duro asfixiará económicamente al país y matará todas las esperanzas de un desarrollo perenne.

Un análisis de Youcef Maouchi y Hicham El Moussaoui,

Economistas y analistas en UnMondeLibre.org

Publicado en Afrik.com, el 4 de febrero de 2010.

Traducido por Ana Dols, para Fundación Sur.

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