Zimbabue: los perros de guerra siguen merodeando

11/01/2010 | Opinión

Hace unos días el primer ministro, Morgan Tsvangirai, repitió su llamada a los zimbabuenses que está en la diáspora para que regresen, no sólo en persona, sino con fondos para reconstruir el país.

Fue abucheado en Londres por la misma llamada y causó mucha tensión entre los zimbabuenses en Gran Bretaña ya que el gobierno lanzó allí su discurso a los solicitantes de asilo, como prueba de que las cosas estaban bien y advirtió que serían obligados a volver a la comodidad y seguridad del hogar dulce hogar.

Los zimbabuenses generalmente son personas pacíficas hasta el punto de que a veces son desoladamente apáticos. Un hombre desarmado en un pequeño puesto de poder puede atormentar a docenas de ciudadanos de Zimbabue y someterlos al silencio. Recuerdo a un conductor de autobús atormentado, amenazándome a mí y a otro hombre con lanzarnos fuera del autobús por protestar por su mala conducción y por el soborno que le había dado a un oficial de policía que estaba dirigiendo un control de carretera para que le dejara conducir un autobús con los neumáticos muy desgastados.

Ninguno de los pasajeros apoyó nuestra protesta. Acordaron por unanimidad que nos echaran del autobús sin devolvernos el dinero de nuestro billete. Se nos permitió continuar el viaje sólo con la condición de la humillación del silencio (“usted no es dueño de un autobús así que no puede controlar un autobús”).

Pero poco después, uno de los neumáticos delanteros reventó y terminamos en un campo de trigo, con la suerte de haber esquivado un árbol enorme que había al lado de la carretera. Fue sólo cuando sus vidas se vieron gravemente amenazadas cuando los otros pasajeros se dieron cuenta de la insensatez que había sido apoyar al conductor.

Algunas personas piensan que los zimbabuenses son cobardes cuando emplean lo que yo llamo estrategias de supervivencia. Frente a un peligro extremo hacia su persona, los zimbabuenses utilizan dos enfoques principales: huir o callarse. Así, los de la diáspora eligen la primera opción, escapar, “vivir para luchar otro día”, como dice Bob Marley. No tiene sentido ser un héroe muerto. Ningún zimbabuense participaría en un “atentado suicida”. ¿Cuál es el sentido de atentar y morir, si no se puede vivir para disfrutar de los beneficios de dicho acto?

El primer ministro ha de garantizar a los exiliados que las razones de su “fuga” ya no existen, especialmente en términos de bienestar económico y personal, el miedo así como el trauma psico-emocional infundido por el Estado. Pero mientras que quiere que los zimbabuenses en la diáspora regresen con sus monederos abiertos, no les asegura que las razones por las que millones de ellos huyeron, han sido rectificadas. El autobús político todavía tiene los neumáticos desgastados.

Recientemente, el ministerio de Desarrollo de la Juventud anunció que había formado a más de 80.000 “Green Bombers”* en los campamentos de Border Gezi**. En las negociaciones sobre las cuestiones pendientes hay omisiones importantes, como por ejemplo ¿para bombardear a quién han sido entrenados los Green Bombers? Todos los ciudadanos comunes zimbabuenses saben que son las moscas que esperan ser devoradas por esos jóvenes sin piedad entrenados en el arte de la brutalidad y la degradación humana.

Como educador, me gustaría que el gobierno de Tsvangirai dijera al país el contenido exacto de los cursos de formación a los que estos jóvenes asisten. En los colegios normales, los padres saben el plan de estudio de sus hijos. Los instructores y profesores tienen títulos bien reconocidos que dan a la gente algo de confianza en el aprendizaje de los estudiantes que se preparan para carreras y profesiones respetables.

Además, en los colegios normales, los padres están seguros de la calidad de la educación y la formación por las frecuentes visitas de los inspectores y evaluadores. Asimismo, los padres tienen el derecho de visitar y hablar con los profesores y los inspectores quienes, como decimos en la enseñanza, actúan como “loco parentis”, o en lugar de los padres.

Pero nadie está autorizado a visitar estos campamentos para jóvenes, para ver lo que le están enseñando a sus hijos. Sólo se puede ver los resultados cuando los jóvenes salen, equipados con todo tipo de habilidades humanas y materiales para la destrucción. Se les enseñan métodos de tortura, cómo violar a sus propios familiares o cómo destruir casas y todo tipo de propiedades. Al menos, esto es lo que la sociedad de Zimbabue ve que hacen después de salir de los campamentos.

El primer ministro no nos asegura que si volvemos a nuestras casas para la reconstrucción, estos jóvenes destructores no nos estarán esperando para destruirnos, matarnos y mutilarnos, para lo que han sido entrenados. Todavía son perros de guerra del presidente Robert Mugabe, empeñado en aterrorizar a sus padres, a los políticos críticos y a los oponentes. Es como si Tsvangirai dijera: vuelva a casa y si no es miembro del partido del presidente comparta la violencia conmigo.

El Parlamento está ahí, pero los cambios básicos a las leyes que obligan a los periodistas y otros ciudadanos a huir fuera del país no se han hecho y los queda mucho para hacerse. El ejército y la policía están completamente fuera del control del primer ministro. Giles Mutsekwa, ministro del Interior, hace algo de ruido por la detención de uno o dos sospechosos de asesinato, pero la gente sensata de Zimbabue sabe que los Mwales, los Kitsiyatotas y otros seguramente nunca sean arrestados. Todavía homenajean a sus jefes asesinos, que llevan medallas y esperan que se les entierre en el Acre de los Héroes en caso de que mueran pronto. Los mismos asesinos, violadores y torturadores siguen siendo los héroes que desfilan en nuestras calles y pueblos.

Sí, el gobierno de coalición es un pequeño signo de esperanza, pero ¿quién quiere un “pequeño signo de esperanza” en la turbulencia política que obligó a muchos a abandonar toda su vida y empezar de nuevo como mendigos y don nadie en otros países? Incluso el propio primer ministro es continuamente insultado como cuando era líder de la oposición. Se le prohibe aparecer demasiado en la cadena nacional de radio y televisión. A los nuevos ministros se les trata como si no existieran.

El jefe de policía, Augustine Chihuri, nunca aceptará órdenes de Giles Mutsekwa. Y se sigue deteniendo, torturando y encarcelando a personas inocentes por cargos inventados. Los “desaparecidos” todavía están en paradero desconocido y no se va a arrestar a nadie por los secuestros ilegales, las torturas y el encarcelamiento de ciudadanos inocentes.

Este es el escenario al que Tsvangirai quiere que las personas en la diáspora regresen. Los que están en la diáspora saben que el ala de Mugabe del gobierno no respeta ni una palabra de lo que firma. La Organización Central de Inteligencia todavía está arrasando todo, hostigando a civiles inocentes que viven sus vidas normales. Los generales tienen todo lo que quieren en un clima político de miedo sobre el que saben que el viejo presidente se apoya para continuar.

Tengo la sensación de que la mayoría de los dirigentes del Zanu-PF están contentos de que el viejo sea tan viejo que ha perdido el control. Así, ellos están al mando y ya nadie parece controlar su conducta pública. Pueden saquear y robar la riqueza nacional así como las vidas humanas siempre y cuando canten sus alabanzas diariamente al “Líder Supremo”. Los ministros de Mugabe tienen el permiso del presidente para ignorar al primer ministro e incluso insultarlo.

Al primer ministro, por quien siento un gran respeto, le diría: por favor, desmantele el clima nacional de miedo y luego dígales a los exiliados que regresen. Mientras que las dos partes del gobierno sigan siendo antagónicas y estén separadas, la gente seguirá pensando que se les está invitando a volver para ser la hierba que sufre cuando dos elefantes se pelean. Desafortunadamente, de los dos elefantes, uno tiene sus colmillos todavía intactos mientras que el otro sólo tiene su suave tronco.

CHENJERAI HOVE

Chenjerai Hove es un premiado autor de Zimbabue que vive en Europa.

Publicado en el periódico Mail & Guardian, de Suráfrica, e l11 diciembre 2009.

Traducido por Pilar Maroto Montalvo, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción/Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

Notas de la traductora:

* Los “Green Bombers”, son unos parásitos que depositan unas moléculas verdes, y también es el nombre peyorativo con que se conoce a los jóvenes que reciben la Formación del Servicio Nacional de Juventud, del gobierno de Zimbabue, cuyo propósito es “dar a los jóvenes un sentido de patriotismo e identidad nacional”. Estas “brigadas de jóvenes” son muy criticadas y condenadas por haber cometido enormes abusos de los derechos humanos en nombre del partido de Robert Mugabe, el Zanu PF.

** Los campos de entrenamiento que llevan el nombre del desaparecido héroe del Zanu PF, Border Gezi, uno de los primeros en entrenar y utilizar la violencia de las brigadas de jóvenes contra los opositores políticos.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster