Las remesas de los emigrantes están disminuyendo
La crisis nos está afectando a todos. Pero en particular, la crisis está dejando exánimes a los africanos de la diáspora. En primer lugar, porque muchos han perdido sus puestos de trabajo y en segundo lugar, porque ya no es tan fácil encontrar empleos estables y aun los trabajos temporeros, muchos de ellos ilegales, están ocupados por españoles o ciudadanos comunitarios del Este, como está pasando con la recogida de la aceituna, la vendimia o la recolección de la naranja…
Consecuencia: Las remesas de dinero son escasas
Ya no es fácil enviar regularmente dinero a la familia, que se quedó en África. Muchos viven esta situación como una falta de solidaridad, lo que les produce una carga moral negativa y como un agobio psicológico difícil de soportar. Piensan que allá sus familiares los consideran egoístas e insolidarios, pues no tienen idea de lo mal que lo pasan por aquí al no encontrar trabajo.
Ellos van sobreviviendo con los socorros de instituciones caritativas y de beneficencia. Me decía un “mantero”, que vende películas: “el problema no es comer y vestirse, sino el alojarse y tener algunos eurillos, para mandar a la familia, que se quedó en el país pasando miseria y que cuenta con nosotros”.
Desde el año pasado, las previsiones del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional anunciaban un período difícil. Con un pesimismo realista de fríos expertos financieros pronosticaban “una reducción de remesas formales hacia África de miles de millones de euros, con una baja de entre el 28% y el 40% en los envíos de dinero de los trabajadores inmigrantes africanos.” Todas estas previsiones pesimistas se están cumpliendo.
A menos envíos, más parados en África
Cuanto menos dinero se envía a África, más empleados de las agencias y bancos van a la calle, pues a menor actividad, menos personal es necesario. Samba Gastón, un agente de Western Union en Dakar se lamenta: “El año pasado, hacía al menos treinta y tantas transferencias diarias, pero este año si pasan de seis, no llegan a diez.” El riesgo es muy grande de ver muchas agencias cerrarse en los próximos meses en África, con perjuicio para todos.
Unidos en la felicidad y en el dolor
Los locutorios, que antes se veían asediados por inmigrantes, que formaban largas colas, para mandar dinero, se han quedado vacíos y muchos piensan en cambiar de actividad. En el popular barrio de Lavapiés de Madrid se ven algunos gerentes de locutorios a la puerta de sus agencias. Andel, un marroquí gerente de locutorio, responde a nuestro saludo y nos cuenta: “Muchos de mis clientes se han marchado fuera de Madrid y hasta de España, hay cada vez menos envíos de dinero a África.”
Pelagia se tercia en la conversación: “Yo soy natural de Guinea Ecuatorial, pero no puedo decir a mi familia que lo estoy pasando mal aquí, a lo mejor lo adivinan, porque ya no consigo mandarles dinero como antes. Me da pena, pero si estamos unidos en la felicidad, también tenemos que estarlo en el sufrimiento y el dolor.” Esta sencilla mujer sigue reflexionando en voz alta. “Claro, si yo no tengo trabajo, ¿cómo puedo enviar dinero a mi familia?
Muchos inmigrantes subsaharianos vienen para trabajar, ahorrar y volverse a su país, pero la realidad es otra. Hay cosas que cambian. Ahora bastantes africanos compran coches de segunda mano en Alemania y los revenden en África. Vuelven, para intentar comprar y vender de nuevo coches. Se han tornado comerciantes. Otros muchos se han marchado, porque dicen que “es mejor pasar hambre en su país, que malvivir por aquí.” Los que han tenido un trabajo legal y están en el paro se acogen a las facilidades que les da el Estado, para cobrar en bloque las prestaciones del paro en dos veces y así poder establecerse en su tierra. Ponen un restaurante o un pequeño comercio.
Lo peor está por venir
La crisis no ha pasado todavía. Las buenas noticias que llegan de Washington no engañan a nadie, lo mismo que las insinuaciones positivas del gobierno español, que son más deseos que realidades. En nuestro país todavía estamos dentro del túnel y no se vislumbra el resplandor del otro lado. Quizás dentro de un año empiece a clarear el alba de la esperanza. Los gobiernos africanos tienen que tomar medidas para evitar que aumente el desempleo.
Sin remesas no hay desarrollo
Si nos trasladamos en el tiempo a mediados de 2007, podemos ver en muchos periódicos de entonces titulares como estos: “España se convierte en el segundo país de envío de dinero de inmigrantes,” o “Los inmigrantes de África occidental enviaron remesas, en 2007, por más de 5.330 millones de euros a sus países de origen…” Hoy día, la situación es muy diferente, ya no se hacen remesas con la misma frecuencia y las cantidades son mucho menores. Quien mandaba regularmente 500 € mensuales, en la actualidad se contenta con mandar 100 € al mes con gran esfuerzo y sacrificio. Algunos locutorios enviaban una media de 30.000 € mensuales y ahora están enviando unos 13.000 € solamente.
Un retroceso en los países en desarrollo
La disminución de las entradas de euros en los países africanos del África Occidental, pongamos por caso, supone un retroceso de la economía local, ya que según datos del Banco de España, en el 2007 las remesas eran ya la segunda fuente de financiación de estos países en vías de desarrollo, por detrás de la inversión exterior directa y la misma fuente puntualizaba que, si se tenían en cuenta las transacciones informales (dinero enviado por medio de viajeros, familiares o amigos, etc…) las remesas llegaban a ser la primera fuente de financiación en algunos casos. Pensamos en países como Senegal o Malí, que tienen tantos nacionales dispersos por Francia y España.
Conclusión
Desgraciadamente, la crisis generadora de falta de empleo, tanto en España como en los países africanos de origen de los inmigrantes, ha producido la disminución de las remesas, sea por los canales oficiales de los bancos y agencias de envío de dinero, como por los canales informales de la economía sumergida (redes de parientes, compatriotas y amigos). El resultado es que circula menos dinero entre la gente y en muchos lugares hay que constatar con tristeza que ha vuelto la amenaza del aumento de la pobreza.