Eyanghá, nueva obra de Baron ya Bùk-Lu

24/02/2023 | Cultura

eyangha_cubierta_baron_ya_buk_lu.jpgEl sol parecía oro fundido, iba desapareciendo entre los árboles, era de noche y seguían los cánticos y las danzas entre luces y sombras fantasmagóricas. Micha, después de muchas horas escuchando los ruidos, empezó a sentir sueño. En tantas horas no había comido, tampoco tenía hambre. De repente notó que los tambores se iban alejando, hasta que dejó de oírlos y empezó a ver unas imágenes multicolores de transición, que se fundían en una espiral que giraba cada vez con más rapidez y se deshacía en una luminosidad azulada, cada vez más clara, hasta aparecer un cielo limpio, en un mar de copas vegetales de un bosque rodeado de campos idílicos que parecían jardines cuidados, con árboles, arbustos y otras plantas en plena floración, formando un paisaje de primavera paradisíaco y un río con amplios meandros…

(Fragmento de Eyanghá)

EYANGHÁ

BARÓN YA BÙK-LU

Prólogo:

Su nombre es Juan María Ngomo Eyui conocido artísticamente como Barón Ya Búk-Lu. Nació en Mikomiseng (Guinea Ecuatorial, entonces provincia española del golfo de Guinea); igualmente podría haber nacido en el otro lado de la frontera, en Camerún. En este caso, seguramente sería hoy más conocido (o no), pero tendría una vida menos rica en experiencias diversas, de esas que le aferran a uno a la existencia y le dan ganas de vivir sin, por tanto, tener mucho miedo a la muerte: lo que quiere decir que, sin ese itinerario muy particular, Barón no sería hoy como es.

En la infancia de Barón, una sacerdotisa de buetí llamada Nfúm Afep (Paloma Blanca), bien arropada por sus atuendos y dotes tradicionales, acompañada de unas melodiosas y calurosas notas que salían de la frondosa selva, le hizo sentir a temprana edad, entonces tenía seis años, que la música tiene magia y que muchas enfermedades se curan y apagan el dolor desde el alma. Creo seguramente que ese encuentro, ese instante trascendental, fue el momento más importante de su vida y posiblemente su gran iniciación como artista y como persona, porque desde entonces compartió los mejores momentos de una juventud llena de vida y de ilusiones, pero también de complicaciones, envidias, percusiones, lágrimas y risas, de mala y buena suerte, de quien sin saberlo, está tocado por el soplo y el destino de sus antepasados que esperan de él “algo”; una promesa, una prepotencia que no se siente y que yace y que nunca se sabe, quizás, más importante de lo que parece.

Música y sabiduría africana, llena de ritos y misterios para nosotros, los europeos, que no sabemos, ni entendemos, casi nada de este mundo que nos sigue siendo misterioso. Y Barón ha ido evolucionando en su caminar por la vida, sin perder la pureza de su espíritu de la infancia, incorporando y adaptando nuevos elementos modernos y enriquecedores que le afianzan cada vez más profundamente a la raíz de la magia de su canto. El canto de un trovador, Barón. Quizá tengamos en España el músico o artista africano más importante de este principio del siglo XXI. Y, por lo menos, vale la pena prestarle algo de atención.

Jorge de Satrústegui, escritor.

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