Cambio climático. África paga los platos rotos, por José Carlos Rodríguez Soto

30/09/2009 | Bitácora africana

Más de cien líderes mundiales se reunieron el 22 de septiembre en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, para intentar reiniciar nuevas negociaciones sobre medidas que pueden reducir el cambio climático. Personalmente, no creo que se alcance mucho, ya que los países más ricos del planeta, incluyendo las nuevas economías emergentes, no parecen dispuestos a ceder mucho de su parte para hacer que las cosas puedan cambiar para bien. Y una gran parte del daño ya está hecho. Yo no soy ningún experto en estas cuestiones, pero desde que yo puse el pie en Uganda por primera vez en 1984 hasta la fecha las cosas han cambiado muchísimo, y para mal.

Estuve en Uganda hace mes y medio y me sorprendió ver los campos sequísimos en una época en que normalmente debería llover a cántaros todos los días. La sequía de este año está siendo excepcional. Durante los últimos meses, en el norte de Uganda han muerto ya algo más de 50 personas de hambre. Así se deja notar en éste y muchos otros países africanos los efectos del cambio climático. El pasado mes de julio, un informe de la oenegé internacional OXFAM revelaba algunas conclusiones preocupantes: que el África subsahariana perderá 2.000 millones de dólares al año como consecuencia de la disminución de sus cosechas de maíz, un alimento que para la mayor parte de los africanos es como nuestro pan cotidiano. Además, otras cosechas como el café y el té, que son una importante fuente de ingresos para los países del África del Este, también están disminuyendo. Este informe señala también que los países que más sufrirán el cambio climático serán Mozambique, Tanzania y la República Democrática del Congo.

Hay ya cientos de millones de personas que sufren las consecuencias del rápido cambio climático, que está frustrando sus esfuerzos por escapar de la pobreza. Los efectos de este cambio en la frecuencia de las lluvias y el aumento de las temperaturas se dejan notar en aspectos cruciales de la vida de la gente, como la salud, la seguridad alimentaria, el acceso al agua potable y los conflictos.

Muchas agencias humanitarias han señalado frecuentemente que África sufre una gran injusticia: es el continente que contribuye menos al cambio climático, y al mismo tiempo es el que sufre más sus consecuencias. Para corregir esta situación, se señala con frecuencia que los países más industrializados tendrían que reducir sus emisiones de carbono en porcentajes elevados que los países más ricos no parecen dispuestos a alcanzar, y además los países más afectados necesitarían ayudas de 150 mil millones de dólares. Si nos parece mucho esta cifra, recordemos que es la misma cantidad que se dispensó como rescate financiero de la compañía AIG durante la tormenta financiera de finales del 2008.

Hay tres zonas de África que son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático. En primer lugar, amplias regiones habitadas por comunidades que se dedican al pastoreo, una actividad que en muchos casos está ligada a la vida nómada. En los casos en que comunidades de pastores viven cerca de grupos que se dedican a la agricultura, el cambio climático empuja a los ganaderos a buscar pastos y agua en territorios de agricultores y esto suele terminar en conflictos violentos.

En los países del África austral, como Mozambique, Malaui, Zambia y Zimbabue, el aumento de las temperaturas lleva ya varios años afectando negativamente a la producción de sus cosechas. Hay que tener en cuenta que los suelos de bastantes regiones de esta zona de África son bastante pobres y sufren mucho estos cambios. Hay expertos en agricultura del gobierno de Suráfrica que han dicho recientemente que los países del África Austral tienen que prepararse para afrontar una situación en la que sus cosechas se reducirán en un 50%.

En África del Este, muchas familias de Kenia, Uganda, Ruanda, Burundi y Tanzania viven del cultivo del té y café, productos para exportación que son una importante fuente de ingresos para estos países. Estas dos cosechas son muy sensibles incluso a cambios pequeños de temperatura y de la cantidad de agua que reciben. En Uganda, por ejemplo, hasta hace pocos años había dos estaciones de lluvia: de marzo a junio y de julio a finales de octubre. Eso quiere decir que había un periodo de unas tres semanas o un mes de estación seca, en junio. Pero ahora ese periodo de tres semanas se ha extendido a dos o incluso tres meses. La gente planta sus cosechas y al cabo de pocas semanas se les secan. Y cuando llueve el agua cae torrencialmente y destroza no solo las cosechas, sino también los terrenos de cultivo al causar una gran erosión.

Autor

  • (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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