Dos han sido los grandes alijos de droga interceptados en aguas cercanas a Canarias por la agencia de vigilancia aduanera en menos de un mes en colaboración con entidades de seguridad extranjeras. La cocaína que entra en Europa, en buena parte, lo hace por medio de la vía canaria. Los envíos, tradicionalmente, han usado como puerta de entrada estados débiles como The Gambia, transito de la metanfetamina nigeriana, pero principalmente, la excolonia lusa de Guinea Bissau. Arquetipo de narco estado, y santuario africano del narcotráfico de la cocaína procedente de la otra orilla del atlántico. Situado al sur de Senegal, y a poco más de dos horas de vuelo de Canarias, Bissau y su frágil edificio estatal fueron presa fácil para los dólares de los narcos latinoamericanos.
La ausencia de control aéreo, marítimo, y aduanero, facilitan el aterrizaje de aeronaves, y la arribada de pequeñas embarcaciones, o mercantes abanderados en pabellones de conveniencia tan opacos como Camboya u Honduras. El Modus operandi es simple. Se accede al mercado, se “fleta” un buque de carga general, de menos de cien metros de eslora, generalmente en mal estado, y se tripula con personal de fortuna para establecer un rendez-vous, punto de encuentro en el argot náutico, en alta mar, al que transbordar la “carga”. Después, y por medio de embarcaciones menores, habitualmente veleros, o las célebres narcopateras, se intenta ganar la costa, embarrancar en una playa y, en el anonimato de la noche, descargar. La embarcación queda abandonada y sin rastro de su navegador que pueda delatar el backtrack de su singladura.
Bissau es uno de los países más pobres, y ya no solamente de África, sino del planeta. En sus calles convive la miseria con la opulencia fruto del negocio de la droga en forma de coches lujosos y escoltas armados, compartiendo el escenario con perros famélicos, edificios coloniales portugueses en estado ruinoso y niños descalzos. Un escenario sacado de una serie de narcos que de ficción tiene poco. Su litoral pantanoso y repleto de manglares laberinticos es el espacio ideal para la llegada de la droga. La corrupción generalizada, institucionalizada, y aceptada, así lo permite. Bissau es el hub de la cocaína que cruza el atlántico previo a dar el salto a Canarias.
Al norte de Mauritania, existe una zona de sombra para el control aéreo de tráfico, y el país tampoco cuenta con medios fiables para vigilar su larga fachada costera, lo cual facilita el transito hasta el sur del archipiélago.
El vecindario regional africano se adapta perfectamente al tráfico de drogas, que está íntimamente relacionado con el de armas, y el de personas, por el denominado corredor del Sahel que abarca Mauritania, Malí, y Níger. El incidente Air Cocaina, salió a la luz, cuando a inicios de noviembre del año 2009 se descubren los restos, calcinados, de un Boeing 727 en la localidad maliense de Tarkint, cuya elite social ha estado relacionada con la negociación de los secuestros de Al Qaeda en Malí. El vuelo, procedente del norte de Sudamérica, presumiblemente de Venezuela, aterrizó en el anonimato de los vacíos malienses para descargar la droga. Se trata de la versión aeronáutica del uso de viejos mercantes para el narcotráfico.
El modelo aúna estados sin estructura, presos de la corrupción institucional, y con vastas extensiones desahitadas imposibles de controlar por falta de medios. La oligarquía militar, y también civil, altamente corrompida, en pos su enriquecimiento personal, de todos los estados africanos anteriormente citados, son los principales responsables de facilitar el tránsito de la cocaína que acabará en Europa vía Islas Canarias. Marruecos es el otro discreto protagonista de esta “cadena de favores comerciales” que demanda de la corrupción y la falta de seguridad marítima para ser viable.
La investigaciones destapan una tercera conexión que salpicaría a las licencias de pesca industrial de los caladeros mauritanos, con Hezbollah, la diáspora libanesa en África occidental, y la mafia turca, de por medio. Para ello se abanderan pesqueros en Camerún y se usan como buques nodriza para descargar los fardos procedentes de Colombia a embarcaciones menores. En unas aguas repletas de pesqueros, resulta complejo hacer un seguimiento al crimen, y más para una Mauritania, carente de medios, que obtiene divisas de las licencias de pesca. A la par, el transporte de ganado por vía marítima desde Santos, Brasil, a Argelia, con escala en Las Palmas, ha destapado la red de entrada de la cocaína, y “curiosos” procedimientos, como arrojar una vaca muerta por la borda rellena de coca para ser recogida por embarcaciones menores y redistribuirla. En el buque livestock ORION V, bandera de Togo, fueron incautadas 4 toneladas de cocaína en Las Palmas.
En las aguas circundantes del archipiélago canario, incluso más allá de las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva española, es donde acontecen los apresamientos de los mercantes, o embarcaciones menores, cargadas de droga, gracias a la colaboración de las agencias de terceros países, caso de la DEA estadounidense.
Uno de los eslabones que permiten la salida de embarcaciones cargadas de coca rumbo a África occidental es la permisividad de los estados sumidos en la corrupción, como son la narco dictadura venezolana, con el llamado Cartel de los Soles, o el discreto Surinam, responsable de gran parte del cannabis incautado en alta mar.
España hace apuesta por controlar las rutas marítimas que acceden a Canarias desde el suroeste atlántico. El anonimato del océano, y el sigilo de una narconavegación no electrónica, son un desafío latente frente a unos recursos humanos y técnicos finitos, que señalan la colaboración intergubernamental como crucial para lograr los recientes éxitos en forma de alijos de cocaína, que nos trasladan, de nuevo, a un escenario digno de Miami Vice, pero que supera la ficción.
Rafael Muñoz Abad
[CIDAF-UCM]