Tocamos ya el final del año 2021. Nuestra mente vuela hacia las fiestas navideñas, evocadoras de alegría, regalos, encuentros familiares, saludos y abrazos entre conocidos y amigos. Así será, casi seguro, este año, en los países ricos, contentos de dejar a su espalda la pesadilla de la pandemia.
Pero es aquí donde las cosas fallan. La pandemia sigue presente, y sigue haciendo estragos en el mundo. No se habla de ello o –deliberadamente se habla poco?, para no alterar la alegría de los privilegiados que han conseguido alejar de sus vidas las consecuencias nefastas de este mal. Mientras que en los países ricos de América y Europa los índices de vacunación alcanzan el 80 %, en algunos países africanos, ni siquiera llegan al 5 %. Pero… ¡Ojo!, porque corremos el peligro de perpetuar indefinidamente la pandemia en el mundo.
La manera de gestionar la covid-19 nos reenvía a lo que somos o dejamos de ser para los demás. Enhorabuena a los que han sabido echar una mano a los afectados por este mal. El Papa Francisco los nombra: “médicos, enfermeros y enfermeras, farmacéuticos, empleados de los supermercados, personal de limpieza, cuidadores, transportistas, hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas que comprendieron que nadie se salva solo…”. Vergüenza, por el contrario, por su irresponsabilidad ?aunque se enfaden?, a los indiferentes que prefirieron pasar de largo.
El calendario que proponemos para el año 2022, – quizás el último de Africana -, lo dedicamos a la Encíclica Fratelli tutti del papa Francisco, para alentarnos a vivir el deber samaritano del amor al prójimo, en el respeto absoluto de su dignidad. Porque ésta no se fundamenta en su origen, color o religión, sino en el valor de su ser, creado a la imagen de Dios. Todos somos hermanos. Habitantes, inquilinos y viajeros del mismo planeta.
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