El 26 de marzo de 2021, el historiador Vincent Duclert entregaba al presidente de la República, Emmanuel Macron, el informe de la Comisión de investigación sobre los archivos franceses relativos a Ruanda y al genocidio de los tutsi. Para debatir sobre este informe, la Fundación Jean Jaures @j_jaures reunió el 30 de septiembre a varias personalidades: sus diferentes intervenciones son recogidas en forma resumida en los párrafos siguientes.
La Fundación Jean Jaures, representada por Alexandre Minet, reunió a:
- James Gasana, antiguo ministro de Agricultura en Ruanda hasta abril de 1992 y luego ministro de Defensa en el gobierno multipartito de transición hasta julio de 1993, fecha en la que, amenazado por parte de los extremistas hutu, se refugió en Suiza. Participó cierto tiempo, en nombre del gobierno, en las negociaciones con el Frente patriótico ruandés (FPR) en Arusha;
- Johan Swinnen, embajador de Bélgica en Kigali, entre 1990 y 1994.
- André Guichaoua, profesor emérito de sociología en la universidad Paris 1 –Panthéon Sorbonne, testigo-experto ante el Tribunal penal internacional para Ruanda;
- Marc Le Pape, sociólogo, investigador en el CNRS, asociado a la Escuela de altos estudios en ciencias sociales;
- Claudine Vidal, socióloga, directora emérita en el CNRS;
- Serge Dupuis, investigador, colaborador en la Fundación Jean-Jaurès para cuestiones relativas a Ruanda.
James Gasana
El señor Gasana comenzó su intervención recordando que parte de sus estudios universitarios los realizó en la universidad ugandesa de Makerere y que por ello conocía a algunos dirigentes del FPR que habían sido sus condiscípulos. Conocía también las condiciones en las que vivían, ya que en la universidad se producían numerosas interacciones; así pues, disponía en 1990 de cierto nivel de información sobre al contexto socio-económico en el que vivían los refugiados ruandeses en Uganda. En Arusha, afirma Gasana, “yo tenía frecuentes interacciones con algunos representantes del FPR: además de con el comandante Stanislas Biseruka, miembro del Alto Mando, yo podía discutir más fácilmente, por ejemplo, con Patrick Mazimpaka, comisario de Relaciones exteriores, que con el jefe de la delegación del FPR, Pasteur Bizimungu”.
En primer lugar, el señor Gasana destaca en el informe Duclert la ausencia de aspectos importantes del período investigado, lo que le hace sospechar que la comisión o no accedió a la totalidad de los archivos o hizo una selección de los mismos.
Pone dos ejemplos:
- El encuentro durante todo un día, celebrado en Ginebra en junio de 1994 con el consejero de François Léotard, Jean-Christophe Ruffin, días antes de la operación Turquoise. Encuentro en el que Gasana dice: “suministré entonces muchos elementos relativos a la dimensión política y humanitaria de la operación que se anunciaba, así como recomendaciones para que el proceso de Arusha no fuera torpedeado definitivamente (…) Me hago la pregunta de saber por qué no se encuentra traza alguna de este encuentro en el informe”.
- El informe apenas habla de la violación por parte del FPR del alto el fuego en febrero de 1993, justo en el momento en que se retomaban las negociaciones en Arusha. “Se trata de un momento importante, porque sin esta violación el genocidio ciertamente no habría tenido lugar, ya que los equilibrios políticos no lo permitían”, opina Gasana. En 1992 existían tres entorno/conglomerados políticos que se controlaban mutuamente, el presidencial, el de las fuerzas democráticas por el cambio y el del FPR. La ofensiva del FPR en 1993 rompió el equilibrio tripolar y las fuerzas de oposición por el cambio democrático se dividieron entre los dos polos que quedaron, el presidencial y el del FPR y modificó la situación de la hasta entonces gran hostilidad entre el MDR (principal partido opositor) y el MRND, formación del presidente Habyarimana propiciando un diálogo y acercamiento. Gasana es tajante al afirmar que “El ataque del Frente, que acababa de causar miles de muertos y de provocar el desplazamiento de un millón de civiles trajo consigo una radicalización de las posiciones anti FPR en beneficio de Habyarimana, que de ese modo iba a lograr reunir a las fuerzas anti-FPR”.
¿Cuál fue el rol de Francia en febrero de 1993? Hay que hacer esta pregunta, más allá de lo que dice el informe.
Recuerda James Gasana que el 31 de mayo de 1993 él mismo firmó en nombre del gobierno el acuerdo de Kinihira con el FPR sobre el retorno y reinstalación de las personas desplazadas de guerra y sobre la administración de la zona desmilitarizada. Francia, informada e invitada, no envió a la ceremonia a su embajador; sí lo hizo el embajador belga. El acuerdo era especialmente importante. El informe Declert permanece mudo.
Tampoco dice nada el informe Duclert de los periodos o hechos cruciales. Por ejemplo de las dificultades a las que se enfrentó a mediados de abril de 1992 el Primer ministro Sylvestre Nsanzimana tras la puesta en pié del gobierno multipartito. “Como consecuencia de esas dificultades, hubo una negociación entre los partidos políticos, facilitada por Enoch Ruhigira y Faustin Munyazesa, miembros de un discreto grupo, Prayer Breakfst, que trabajaba en pro del diálogo entre los partidos políticos (que incluía además al embajador Juvénal Renzaho, Tharcisse Gatwa, al Reverendo Pastor Malachie Munyazesa y a mí mismo)”. La oposición exigía la salida de Habyarimana, pero cedieron logrando como contrapartida la sustitución de Nsanzimana por un primer ministro de la oposición y un equilibrio entre presidente y primer ministro; un paso acordado nada despreciable que implicó una ligera modificación de la Constitución. El informe no se interesa para nada sobre este rol facilitador del Prayer Breakfast.
Considera Gasana que Habyarimana, si bien acepta la entrada de la oposición en el gobierno, no renuncia a seguir ejerciendo el poder y opta por paralizar la acción del multipartito para demostrar la incapacidad de la oposición para dirigir el país. Gasana afirma haber sido testigo directo (y objetivo, ya que “desde mi toma de posesión de mis funciones como ministro de Defensa, yo era considerado como un obstáculo”) directo de numerosas tentativas de “auto-golpe” promovidas por el entorno militar y político presidencial para hacer caer el gobierno de Nsengiyaremye. Gasana presenta como ejemplo de una de esas tentativas el hecho de que le propusiera en Consejo de Ministros como jefe de la delegación gubernamental en las negociaciones de Arusha en sustitución de Ngulunzira; altos oficiales de su entorno habían preparado un auto-golpe y “convenía que yo estuviera fuera del país”.
Constata Gasana que el informe Duclert no hace mención alguna a este contexto y se plantea la cuestión de si Francia deseaba que Habyarimana “mantuviera el poder a cualquier precio o si (Francia) hizo todo lo posible para ayudar al gobierno multipartito a alcanzar los objetivos, entre ellos la vuelta a la paz”. Gasana estima que no se dirá lo bastante que en el sector Habyarimana y su entorno existía la idea de hacer lo posible para paralizar el gobierno de Dismas Nsengiyaremye y demostrar su incapacidad; la inestabilidad agudizada demostraría que solo Habyarimana era la persona capaz de traer la tranquilidad y por ende debía ejercer todo el poder.
James Gasana aborda luego una cuestión especialmente delicada que ha generado sorpresa además cierto escándalo y ácida controversia (asunto que trataré de analizar). Los párrafos siguientes son una traducción literal de lo que se publica en texto de la Fundación Jean-Jaurès:
“Quiero evocar el ataque del 1 de octubre de 1990. Habyarimana no fue ajeno al lanzamiento de la guerra. Antes al contrario, ésta (la guerra) fue auspiciada (Commanditée = promovida, patrocinada, promocionada) como resultado de una concertación entre él, Museveni y el presidente del FPR, Fred Rwigema. Museveni había prometido a los refugiados tutsi, que se habían aliado a él para vencer a Milton Obote, que los ayudaría a regresar a Ruanda para tomar el poder. Tras la victoria, había hecho observar a Habyarimana que su modelo político ya no podía mantenerse si los tutsis exiliados seguían siendo impedidos de retornar a Ruanda. Habyarimana comprendía esto, pero tenía sus inquietudes con relación a las consecuencias que un retorno de los exiliados tendría para su mantenimiento en el poder. El Comité central del partido-Estado (el MRND) había rechazado la propuesta de organizar el retorno, argumentando que el país estaba sobrepoblado. Al mismo tiempo, a causa de los masivos asesinatos de políticos del centro y sur del país posteriores al golpe de Estado de 1973, se había abierto una fosa/abismo de separación entre el poder de Habyarimana y esas dos regiones. A finales de los años 1980, opositores irreductibles pertenecientes a estas provincias querían hacerle pagar al presidente el asesinato de sus líderes políticos. Se trataba de un resentimiento compartido por los aliados de esos opositores incluso en algunas subregiones de las prefecturas de Ruhengeri (Bukonya) y Gisenyi (Bugoyi).
Tan es así que Habyarimana se esforzó en utilizar a Museveni para que le facilitara la alianza de él con Rwigema, presentando a éste los opositores del centro y del sur como enemigos que tenía en común con el presidente ruandés. El plan era que el FPR lanzara una breve ofensiva que penetraría en territorio ruandés hasta un cierto punto (pero no más allá de Lyabega), lo que permitiría firmar inmediatamente un acuerdo de alto el fuego, de nombrar al gobierno a Rwigema y a otras personalidades del FPR y de integrar a los combatientes del FPR en las FAR. La cuestión que se plantea entonces es la de saber por qué, en estas condiciones, Habyarimana hace un llamamiento a Francia.
Sea como sea, se observa que aunque estaba al corriente de la inminencia de la ofensiva, Habyarimana el 1 de octubre va a Nueva York, donde Museveni mismo se encuentra. Pero, antes de su salida, firma un decreto de estado de urgencia fechado el 1 de octubre de 1990, sin que el gobierno o el CND estuvieran informados de ello. Además, Habyarimana no se apresura en regresar a Ruanda, a donde no vuelva más que tarde el 4 de octubre. Poco después, en las primeras horas del 5 de octubre, militares franceses están en Ruanda, momento en que se organizó un simulacro de ataque de la capital. La embajada de Francia recibe disparos, cuando alumnos-oficiales de la Escuela superior militar ven desde sus trincheras las siluetas de legionarios franceses y piensan que se trata de los asaltantes – Habyarimana todavía no había pasado la información sobre su llegada. Algo todavía más grave, en una semana a partir del 1 de octubre, no menos de 8.000 personas son detenidas y acusadas de complicidad con el enemigo. Las investigaciones llevadas a cabo por organizaciones de defensa de los derechos humanos mostrarán que el 60% de las personas detenidas eran hutu y, mayoritariamente, del centro y del sur. ¿Cómo Francia no ha podido plantear enérgicamente la cuestión de saber cómo se puede arrestar a tanta gente ya en los primeros momentos de la guerra, si no se ha previsto instrumentalizarla?”
Gasana aclara, contra lo que se afirma en el informe, que la solicitud de envío de tropas francesas no fue decisión del gobierno, sino de Habyarimana, que era Presidente a la vez que ministro de Defensa y jefe máximo del ejército ruandés. “La confusión entre la persona Habyarimana y el gobierno está presente permanentemente en el informe, incluso cuando el gobierno es multipartito, dirigido por la oposición y Habyarimana ya no es ministro de defensa”. “Hay que insistir en ello, no es el gobierno el que pide apoyo o armas, es Juvénal Habyarimana”. Gasana opina que Francia no se percataba de la trampa que el tendía Habyarimana. “Francia no supo adaptar las condiciones de su apoyo al cambio de gobierno y no hizo todo lo posible por apoyar al gobierno multipartito”. Según Gasana, es algo que el informe Duclert no analiza suficientemente.
El señor James Gasana termina su aportación y reflexiones afirmando que en el marco de sus funciones no cesó de presentar informes sobre las matanzas que el FPR cometía en la zona desmilitarizada; matanzas cuyo objetivo era limpiar la zona ocupada por medio de masacres o por la huida de las poblaciones.
Johan Swinnen
El ex-embajador de Bélgica en Ruanda inicia su reflexión afirmando su decepción por las declaraciones simplistas de Vincent Duclert a los medios; algo que consideró en su día contraproducente para el interés del informe.
Señala que le desagradó la actitud arrogante de algunos militares franceses en Kigali y echó en falta una concertación más estrecha entre Bruselas y París que impidió influir más eficazmente sobre el proceso de paz y la puesta en pié de los acuerdos de Arusha. Esta ausencia de concertación, opina Swinnen, debería haber sido más analizada en un informe que si bien contiene muchos datos sobre Francia, no analiza el rol jugado por otros países; el informe tampoco muestra las responsabilidades del conjunto de ruandeses y del FPR. “Da la impresión de que (el informe) prefiere dejar que el presidente Kagame siga actuando sobre el complejo de culpabilidad de los occidentales y de la comunidad internacional”.
Con relación al ataque del 1 de octubre de 1990, el informe no dice que Habyarimana estaba al corriente y que además tenía su consentimiento, ya que consideraba que era el único medio para convencer a los suyos de la necesidad del retorno de los refugiados.
Subraya Swinnen la “increíble” proximidad existente (“complicidad política”) entre Habyarimana y las autoridades francesas, concretamente el embajador Geroges Martre, algo que resultaba un tanto insólito y hasta molesto. “El resultado, muy comprensible, era que los miembros de la sociedad civil y de la oposición tenían más contactos – encontraban un oído más atento – con nosotros los belgas que con la embajada de Francia”. El informe Duclert, señala el exembajador belga, insiste en la omnipresencia de Francia y resulta decepcionante. “Se tiene la impresión de que se trata de la instrucción de un proceso de intención sistemática contra François Mitterand y Habyarimana y que, por el contrario, se hace todo lo posible para no desagradar al FPR”. Diaboliza a Habyarimana y silencia los crímenes cometidos por el FPR que fueron un factor determinante en la radicalización y desestabilización de la situación. Recuerda al respecto el ataque de febrero de 1993, cuando los acuerdos de Arusha estaban avanzando. Nada de esto aparece en el informe.
El señor Johan Swinnen es lapidario: “el Informe es incompleto y sesgado (partial et partiel). Uno no puede sustraerse a la impresión de que el presidente Macron, que encargó el informe, necesitaba tener un documento que justificara la política del FPR y así firmar un pacto (deal) con Paul Kagame (…) Un acuerdo oportunista que marca la sumisión del presidente francés a un dictador y constituye una operación de anestesia de las críticas al régimen de Kigali”.
El exembajador belga en Kigali concluye, sin embargo, poniendo de relieve los esfuerzos realizados por Francia, ejerciendo fuertes presiones sobre Habyarimana, para que las negociaciones en Arusha avanzaran y llegaran a buen puerto.
André Guichaoua
En 2017, las autoridades ruandesas encargaron a un grupo de abogados americanos un informe sobre el que fundamentar una posible denuncia contra Francia por “complicidad en genocidio”. En abril de 2019 el Presidente francés decidió la creación de una comisión que investigara los archivos franceses relativos a Ruanda y al genocidio de los tutsi. El 26 de marzo de 2021, Macron recibió el informe solicitado y el informe americano se publicó el 19 de abril. El señor Guichaoua señala que “las funciones y cronología de los dos informes resulta intrigante”.
El informe de los historiadores franceses reconoce la responsabilidad de Francia pero excluyen la acusación de complicidad en el genocidio. El de los juristas americanos es más severo pero se adhiere a la conclusión francesa. En consecuencia, “las autoridades ruandesas anuncian que ponen fin a la confrontación judicial (con Francia)”. Días antes, el 7 de abril, recoge Guichaoua, Paul Kagame evaluó el informe francés afirmando que “muestra que el presidente Mitterand y sus consejeros sabían que un genocidio contra los tutsis estaba planificado (…) y muestra un verdadero cambio y el deseo de los responsables de Francia de avanzar hacia una buena comprensión de los sucedido; lo cual saludamos”.
Algunas observaciones sobre el informe
Tras considerar positivo el hecho de poder disponer de un considerable número de documentos de archivo consultables en adelante y de extractos que el informe Duclert publica, Guichaoua se pregunta sobre la selección realizada por los redactores. Pone dos ejemplos:
La comisión de investigación expone la acción de Dismas Nsengiyaremye (primer ministro del gobierno de transición de amplia base) y del ministro de Defensa James Gasana, que enseguida expresaron su voluntad de oponerse a los militares extremistas, separando de sus puestos a los coroneles Serubuga (Estado-mayor), Rwagafilita (Gendarmería), Sagatwa (secretariado del presidente. El 20 de julio de 1993, el ministro de Defensa James Gasana se ve obligado a huir y el 31 de julio lo hace el Primer ministro Nsengiyaremye, destituido el 23. ¿Trasladó algo la embajada francesa a Exteriores sobre cuál fue su actitud ante estos hechos relevantes? se pregunta Guichaoua; “dado el estatus político de las dos personalidades huidas, ¿jugó Francia algún papel en estos hechos?”. La única mención que se hace al Primer ministro Nsengiyaremye es: “El exprimer ministro ha tenido que abandonar el país el 31 de julio (…) Los franceses lo protegieron hasta el último momento conduciéndolo al aeropuerto”. Caso de que sobre estas cuestiones ninguno de los archivos podía aclararlas, hubiera sido interesante interrogar a otros investigadores.
El siguente ejemplo que trae a colación el profesor Guichaoua sobre la selección de documentos se refiere al atentado del 6 de abril de 1994 contra el avión en el que viajaban los presidente Habyarimana de Ruanda y Ntaryamira de Burundi. El informe Duclert, señala Guichaoua, cita en varias ocasiones las notas de la DGSE (servicios secretos) que señalan a los extremistas hutu como los más probables autores del atentado; notas que apuntan a los coroneles Bagosora y Serubuga como inspiradores o cerebros. Bien es cierto que el redactor de este capítulo en el que se analizan las distintas hipótesis sobre el atentado afirma: “No se trata en cualquier caso más que de suposiciones más o menos fundadas o razonables”. Incluso se cita una nota de la DGSE en que se señala que “Estos elementos no se basan más que en deducciones lógicas y no en pruebas”. En lo que sí insiste varias veces el informe es en afirmar que la culpabilidad del FPR “no convence a la DGSE”. Guichaoua pone en evidencia la diferencia entre lo que dice literalmente la DGS y lo que le atribuye el informe para concluir que “Este tipo de alineamiento en favor de una tesis…, cuando los documentos de los archivos comportan matices no es raro en el informe”.
Fortalezas y debilidades de la explotación de los archivos
El profesor Guichaoua reconoce que se ha efectuado un importante trabajo de compilación y clasificación de informaciones. Quienes han conocido de cerca aquellos años, dice Guichaoua, recordarán “las horas consagradas a descifrar los acontecimientos, las estrategias de unos y otros, a interpretar lo que se dijo y lo que se silenció etc. (…) Por eso se puede comprender hasta qué punto es difícil reconstruir el pasado sobre la sola base de archivos producidos por políticos, instituciones o servicios múltiples con expectativas contradictorias”. De ahí, señala, cierta prudencia en los redactores desconocedoras del contexto y de las personalidades citadas y “en ocasiones errores de interpretación debido a la ignorancia de lo que no ha quedado consignado por escrito: palabras, influencias, intercambios, arreglos, etc.”. Considera Guichaoua que resulta ilusorio pretender escribir una historia coherente cuando es bien sabido que los actores importantes de la misma “desconfían de cualquier tipo de archivos y/o recurren también a menudo al borrado radical de las huellas (escritos llamados a ser conservados) de sus actos”.
Guichaoua opina que esos hándicap son la consecuencia de la opción por parte de los diseñadores del informe en recurrir a archivistas, juristas, historiadores, expertos en operaciones militares, en genocidios, crímenes de masa etc… Por otra parte es posible que la premura de los plazos y las restricciones por el Covid-19 no hayan permitido programar intercambios son investigadores y testigos.
Conclusión
“Los archivos confirman la constatación de un fracaso político multiforme de los estrategas políticos y militares franceses, cuya final trágico marcará duraderamente la historia contemporánea” El reconocimiento de los errores se imponía. “Este reconocimiento indispensable se ha transformado en acto de contrición impuesto”.
El profesor Guichaoua augura y espera que se hagan nuevas investigaciones que no se sometan a las prisas y apremios y se documenten nuevos aspectos que han escapado al trabajo de búsqueda de la verdad. De ese modo, “los nuevos instigadores (de las investigaciones) pueden permitirse recordar e ilustrar que las fuerzas políticas y militares que tomaron la responsabilidad de hundir Ruanda en una guerra civil y asumieron la exacerbación de la violencia son primero y ante todo ruandesas”. “El trabajo de memoria debe ser también un trabajo de verdad compartida”.
Marc Le Pape
En primer lugar, el Sr. Le Pape reconoce la calidad del Informe Declert. Reconoce que ha aprendido mucho, sin embargo comienza con un interrogante: el informe de los historiadores-redactores comienza y termina con la afirmación de que se trata de un informe “científico” y esta calificación, según Le Pape, no concuerda con la naturaleza de informe; toda investigación científica debería apoyarse en investigaciones previas. Le Pape cita el hecho de que “en 2021, el informe Stora sobre la guerra de Argelia comienza con el reconocimiento de investigaciones universitarias”.
Destaca Marc Le Pape que el informe ofrece documentos hasta entonces inaccesible y “la publicación de largos extractos de archivos”. Una de las cualidades del informe reside en los “relatos de operaciones militares (…) a menudo de manera relativamente detallada”, incluyendo las discusiones o tensiones entre oficiales franceses y ruandeses. Le Pape cita algunos ejemplos al respecto. Se extraña Le Pape que los redactores del informe, al ofrecer los relatos de las operaciones, reivindiquen que desconocen las investigaciones que se han hecho sobre ellas, para preguntarse si “¿Ahora que el informe ha sido publicado, los historiadores que han contribuido a su producción prolongarán las investigaciones?”.
Otra cosa que le sorprende en el conjunto del informe es la utilización tan frecuente de expresiones como “parece”, “parece que”, al lado de otras, menos frecuentes, como ”probablemente”, “quizá” y el condicional. Se trataría de la apreciación de un relator que no zanja/decide, que crea incertidumbre, que afirma con prudencia. Pero, se pregunta Le Pape, de qué lado se inclina el redactor que escribe: “las autoridades (francesas) parecen ignorar ampliamente la extensión y la sistematización de las masacres genocidas”.
Para terminar, Le Pape plantea un interrogante: “Cómo no extrañarse de un enorme silencio?”. Cita concretamente el capítulo 7 del informe en el que él esperaba descubrir datos sobre las fuerzas militares del FPR, sobre las operaciones del FPR en las zonas ocupadas. ¡Los servicios de inteligencia franceses no tenían la misión de investigar las capacidades militares del FPR y las violencias del FPR! En los archivos, sorprendentemente, no hay rastro alguno.
Claudine Vidal
¿Cómo calificar el informe Duclert?
La veterana investigadora Claudine Vidal comienza su reflexión señalando que podría esperarse del presidente Macron en su encargo a la Comisión de una investigación en el sentido universitario sobre el rol de Francia en Ruanda; pero, la carta/encargo comienza recordando la finalidad diplomática del informe, que ha sido solicitado tras “un encuentro con el presidente Paul Kagame en París”. Responde C. Vidal que en caso de conflicto entre una finalidad académica/científica y una finalidad diplomática, “sería muy cándido no prever que con toda seguridad el objetivo diplomático ganaría”. Sin ninguna duda la Comisión Duclert tiene una finalidad diplomática y es evidente que su misión, la de reanudar las relaciones con Kigali interfiere con la finalidad académica, la de analizar el rol de Francia entr1990 y 1994. Esta es la clara posición de Claudine Vidal al respecto.
La Sra. Vidal considera inapropiado el término “científico” utilizado por Duclert para calificar el documento, si se consideran las reglas que se impusieron a los redactores (o que se impusieron a sí mismos), como “unidad de fuentes”, esto es, “consulta únicamente de los archivos franceses y no de archivos extranjeros”, “renuncia a consultas orales” (entrevistas actores y testigos y no toma en consideración de “trabajos de investigación universitarios, muy numerosos, sobre el periodo 1990-1994”. Si un doctorando introdujera su trabajo con esta triple renuncia sería recriminado por el jurado, ya que su investigación no merecería la calificación de universitaria (científica) sin esa base mínima.
Ángulos muertos, visión parcial:
Desconocimiento de las autoridades estatales y políticas ruandesas
La exdirectora del CNRS considera que los conocimientos de los relatores del informe sobre los actores (presidente, su entorno, diplomáticos, militares etc.) es superficial, “no permiten captar las relaciones de fuerza…y los hechos que incendiaron el proceso de radicalización”. Pone el ejemplo de la repetida afirmación de la “delicuescencia de las fuerzas armadas ruandesas” frente al FPR, pero sin decir nada sobre las razones políticas que han generado esa delicuescencia. Es posible, afirma Vidal, que en los archivos franceses no hubiera documentación al respecto, pero testigos e investigadores habrían podido cubrir esas lagunas.
Desconocimiento del FPR
El FPR solo aparece en cuanto actor militar y diplomático y es presentado por los que preconizan que hay que reforzar a las FAR con fórmulas lapidarias y negativas: son “invasores”, se trata de “ofensiva ugando-tutsi”, quieren crear “una tutsilandia!”. Solo una vez se reproduce el discurso político del FPR (para justificar el ataque del 1 de octubre). Las matanzas que el FPR comete, cuando se mencionan, son calificadas de “represalias”. Quizás en los archivos franceses haya pocos datos sobre el FPR (su formación, organización, armamento, comportamiento en las zonas conquistadas, etc.), aunque es probable que Defensa y DGS hayan investigado, señala Vidal. El hecho es que la regla de la “unidad de las fuentes” se impone y nada se dice de uno de los dos actores de la guerra civil, del FPR.
Desconocimiento del rol jugado por potencias extranjeras
En numerosas ocasiones se produjo la intervención, aunque solo fuera como mediadoras, de potencias extranjeras. Vidal subraya que una vez más que la no consulta de documentación exterior conduce a la ignorancia.
Finalidad diplomática versus finalidad histórica
Claudine Vidal pone de relieve que muchos conocedores del periodo 1990-1994, que sin embargo mantienen posiciones divergentes en cuanto a las responsabilidades de los principales protagonistas en el drama ruandés, reprochan a los redactores del informe no “haber llevado lo suficientemente lejos sus investigaciones o no haberlas llevado a cabo sobre zonas de sombra preocupantes”, pero coinciden en juzgar que la finalidad diplomática se ha impuesto sobre la finalidad histórica: “se libera a Francia de algunas acusaciones que podrían derivar en pesquisas penales (si bien en páginas finales del informe – muy reproducidas en los medios – se concluye sobre las graves y abrumadoras responsabilidades de Francia), y no se dice nada sobre el FPR que pudiera incomodar al presidente Kagame y bloquear el proceso de reconciliación”. ¡Misión (diplomática) cumplida!
Reconoce Claudine Vidal que cuando el informe se olvida de su finalidad diplomática aporta conocimientos nuevos, como por ejemplo “la puesta en evidencia de oposiciones a la política del Eliseo provenientes de actores muy diversos”. Es la razón por la que concluye su reflexión con la frase: “yo no sigo a los detractores del informe Duclert cuando lo rechazan íntegramente”.
Serge Dupuis
Afirma el señor Dupuis haber leído primero el informe Duclert (solicitado por el presidente Macron) y el luego el informe Muse (encargado por Kigali a un grupo de abogados norteamericanos). Con relación al primero, considera que el objetivo fijado (análisis del rol de Francia en Ruanda) ha sido alcanzado; la comisión “ha establecido que no podía acusarse a los responsables franceses de complicidad con el genocidio”, aunque el informe acusa a Francia de una responsabilidad “abrumadora” en la tragedia ruandesa. No obstante, confiesa que “se ha quedado con las ganas” en lo relativo al rol de otros actores comprometidos en dicha tragedia. El trato que el informe da al FPR es el ejemplo más claro: es presentado favorablemente: “víctima inocente de una hostilidad sistemática e irreductible por parte de responsables franceses incapaces de superar una lectura etnicista”. Conforme avanzaba en la lectura de las páginas, afirma que llegó a la conclusión de que la comisión “lejos de abordar la tarea científicamente, había adoptado la postura de atenerse a un relato que no incomodara al régimen de Kigali”.
La lectura del informe solicitado por el régimen de Kigali a un bufete americano, afirma Dupuis con rotundidad, “me ha permitido percatarme de la mistificación/falsificación de la que el informe Declert constituye una vertiente”. La responsabilidad de Francia es definida, como en el informe francés, de “abrumadora”, pero de un modo más implacable, incluyendo la operación Turquoise; no aparece el término “complicidad”, pero sí se denuncia que el genocidio era previsible y que los franceses nada hicieron para impedirlo, más bien lo hicieron posible por su asistencia al régimen de Habayriamna. El FPR es descrito como un protagonista casi irreprochable.
Serge Dupuis concluye que la mistificación evocada no es más que el resultado de un acuerdo entre las autoridades de los dos países. Francia logra la desaparición de la acusación directa de complicidad; Ruanda valida su relato sobre el inmaculado papel del FPR, sobreseimiento en el asunto del atentado contra el avión de Habyarimana y reconocimiento responsabilidades “abrumadoras” de Francia. Se podría pensar, dice Dupuis, que se ha producido un empate, pero no, “hay un ganador (Ruanda) y un perdedor (Francia)”. Kagame no ha ocultado su satisfacción al saludar el “paso importante” dado por Francia, y no se privó en subrayar en la última conmemoración del genocidio, pocos días después de su publicación, que “el informe Duclert muestra que el presidente Mitterand y sus consejeros sabían que sus aliados ruandeses estaban preparando un genocidio contra los tutsi”; lo que da pié a sospechar que no renuncia totalmente a futuras denuncias judiciales. Concluye Serge Dupuis que si bien las autoridades francesas se han desembarazado de la acusación de complicidad son claramente las perdedoras en el “deal”.
Ramón Arozarena
Fuente: Fundación Jean Jaures – @j_jaures