Las guerras por el control del poder y de los recursos, seguirán destruyendo el desarrollo sostenible de gran parte de los países africanos mientras las generaciones jóvenes lo permitan.
Todos estos conflictos delatan un abuso sistemático y cruel del poder y de los recursos nacionales, apoyados por la complicidad de tantos gobiernos y donativos de poderosos extranjeros, interesados en el saqueo de tan ingentes recursos naturales africanos.
Esta cadena férrea de saqueo, abusos de poder y empobrecimiento de los pueblos africanos y de todo el mundo, obliga a millones de jóvenes y de familias a emigrar a otros países africanos y extranjeros en busca de nuevas oportunidades para un empleo y vida digna. Mientras, la mayoría lucha para sobrevivir dentro de su país, exponiéndose a toda clase de abusos de los que controlan el poder.
Esta nueva esclavitud causada por los gobiernos dictatoriales e irresponsables, solo podrá ser superada, como ha ocurrido siempre con las diferentes esclavitudes, por las propias personas oprimidas, particularmente por los jóvenes y las mujeres que se van organizando y levantando en más de 35 países subsaharianos. Hemos visto su victoria en Sudán, Burkina, Malí, Kenia, Tanzania, Zimbabue; y sigue produciendo cambios en otros muchos pueblos, como Ruanda, Uganda, RDC, Sudáfrica, etc. Los dictadores tienen los días contados, también en África.
Las manifestaciones pacíficas y sistemáticas de los movimientos de jóvenes y estudiantes en Uganda a comienzos de 2021, contra la manipulación, corrupción y violencia sistemática durante las últimas elecciones presidenciales por parte del ejecutivo militar, fueron un ejemplo extraordinario de un compromiso organizado y valiente en favor de una democracia real y de una gobernanza más responsable. Aunque alcanzaron el 35 % de los votos (oficial) para la oposición de Bobi Wine, probablemente fue muy superior y quizás mayoritaria, el logro más significativo fue que los jóvenes plantaron cara, de forma determinada y pacífica, a un sistema militar dictatorial y corrupto. Si los movimientos de jóvenes persisten y aumentan su compromiso, lo más probable es que consigan, en cinco años, un gobierno más democrático y justo, como sucedió ya en Sudán, en Burkina Faso y en otros países.
La esperanza y la liberación de toda opresión, abuso y violencia nunca llegará de fuera, aunque el exterior pueda apoyar el cambio, sino solo puede tener lugar cuando los jóvenes y mujeres se organizan, colaboran y luchan juntos por un gobierno más profesional y responsable y por un desarrollo sostenible para toda la sociedad.