Seguimos intentando construir una sociedad, un país y un mundo centrados en la competición y no en la cooperación, aunque esto es lo que proclaman los líderes y agentes sociales sin cesar. La realidad delata unas políticas y directrices económicas centradas en acaparar el poder y controlar los recursos naturales y minerales, aunque esto suponga saquear a los países africanos más empobrecidos.
Hacemos algunos gestos solidarios con limosnas financieras, rescate de algunas personas secuestradas, abriendo las puertas para algunos inmigrantes elegidos, siguiendo casi siempre lo que más rédito político o económico nos trae, pero nuestra política económica no cambia para centrarse, de una vez, en la dignidad de cada ser humano y en el desarrollo sostenible de los pueblos más marginados. La realidad cruda sigue siendo, para todos los particos políticos y para gran parte de la sociedad, que las personas marginadas y empobrecidas no nos importan demasiado, ni están por tanto en el centro de nuestros planes y compromisos.
La mayoría de las Instituciones, tanto civiles como religiosas, priman la institución por encima de las personas. La autoridad prima con frecuencia el bien de la institución, sacrificando lo personal. Esto ocurre en la política, en la economía, en la cultura, en los deportes y hasta en la religión.
En nuestros discursos y manifestaciones mencionamos con frecuencia a las personas más empobrecidas y marginadas, pero nuestro comportamiento, nuestros presupuestos y nuestros proyectos siguen buscando un mayor acaparamiento de poder y de recursos, aunque ello signifique el saqueo de recursos africanos o la venta de armas a países que apoyan a los grupos yihadistas y radicalizados.
Mientras las personas más marginadas, desempleadas y empobrecidas de cada país no sean nuestra principal preocupación de verdad no habrá ningún cambio significativo hacia la integración social, la igualdad de la ciudadanía, el desarrollo sostenible para todos y el respeto de nuestro planeta.
Debemos elegir entre bienestar social o deshumanización, entre desarrollo humano o violencia constante, entre una gestión justa y ética de los recursos y servicios que nos proporciona la paz social o el enfrentamiento continuo entre grupos que no saben convivir juntos. Cuando parte de la familia está sufriendo, todos estamos afectados.