El drama de Afganistán, pero también el dolor de millones de inmigrantes y refugiados en todos los rincones de la tierra, las guerras civiles en Sudán del Sur, Etiopía, República Centroafricana, etc., la falta de vacunas para paliar la covid-19 en África, son algunos de los acontecimientos que nos sobrepasan porque no llegamos a colaborar para afrontar juntos las causas reales de tanto sufrimiento y crueldad.
Afganistán, y también Haití, Yemen, Venezuela, Siria, Etiopía, Sudán, Mozambique, los 11 del Sahel, Malaui, “villas miseria” alrededor de grandes ciudades… son fuente permanente de refugiados políticos e inmigrantes económicos.
La incapacidad de los partidos políticos en muchos países para trabajar juntos y buscar el bien común queda delatada en las guerras civiles, saqueo de recursos, golpes de Estado, corrupción y hasta en la negativa para llegar a acuerdos de calado, como en los presupuestos, la renovación del poder judicial, la politización de la salud y de la educación y hasta en la Constitución.
En muchos países de África y del globo el gobierno de la nación está en manos de dictadores, con frecuencia militares, que persiguen y torturan a las personas que exigen una gestión más justa del poder y de los recursos existentes. Es la realidad que sufren los pueblos de Etiopía, Sudán del Sur, Uganda, Ruanda y otros, donde los opositores son víctimas de la crueldad impune y dictatorial.
De las grandes crisis y retos, como la pandemia actual, las migraciones caóticas, el desempleo, la gobernanza incompetente, la corrupción, el tráfico de personas, etc., podemos aprender importantes lecciones. Mencionaré aquí tres que me parecen especialmente relevantes.
La primera lección es que, las verdaderas soluciones a los retos nunca llegan ni de fuera ni de arriba, sino que emanan desde dentro, desde los propios pueblos oprimidos. Esta es una lección de la historia universal. La crisis actual de Etiopía, Sudán, Malí, Burkina Faso, República Centroafricana, RDC, Somalia, Uganda y otros países, o será superada gradualmente por los propios pueblos que la sufren o permanecerá como una enfermedad crónica. La comunidad internacional solo puede apoyar y actuar con justicia y solidaridad para con los pueblos oprimidos, respetando su protagonismo.
La segunda lección sería que, las auténticas superaciones siempre se realizan a través de la integración y de la cooperación de todos. Necesitamos a todas las personas y tribus de la nación para construir un país, como nos demostró Nelson Mandela. La continua confrontación étnica, partidista, ideológica o religiosa es la senda segura para el sufrimiento y la ruina de un pueblo o país. Los líderes íntegros son absolutamente indispensables, junto con la colaboración de la sociedad.
La tercera lección es que para progresar en un desarrollo sostenible y ecológico es fundamental pensar, actuar y relacionarse según los valores humanos universales. Si no edificamos una sociedad sobre los cimientos de la dignidad e igualdad humana y sobre el bien común solo construiremos “torres de Babel”, pero nunca conseguiremos un desarrollo integral y el bienestar social que deseamos.
Hay que escuchar a los demás y eso sirve especialmente todos los líderes y agentes sociales. Solo se puede gobernar responsablemente escuchando a todos, también a los que piensan de forma diferente. Necesitamos la actitud de acoger, de integrar y de sumar, evitando la confrontación que excluye y divide, para centrarnos en trabajar juntos para el bienestar de todos.