Los equipos de desactivado de minas anti pesona formados solo por mujeres, se enfrentan al legado de la guerra en Sudan

17/07/2009 | Crónicas y reportajes

BUNGU, Sudan – cuando Faiza Annet lleva a su hija al colegio, es su hija de tan solo siente años de edad, la que le dice a su madre: Mamá ten cuidado.

Annet forma parte de un equipo de desactivación de minas antipersona compuesto exclusivamente por mujeres, que trabajan para hacer más seguros los peligrosos campos de batalla que se encuentran en la zona sur de Sudan, para así poder reestablecer la tierra y que la gente pueda volver a sus hogares.

“Siempre que le digo adiós a mi hija me dice: Mamá ten cuidado”- añade Annet, que trabaja para uno de los dos equipos de mujeres formado por la Organización Noruega de Ayuda al ciudadano (NPA).

“Pero es importante trabajar: yo comencé a ser una mujer “desminadora” cuando vi a mis amigos heridos, algunos incluso murieron” – añade Annet de tan solo 27 años de edad. Arrodillada en el suelo, al final de un pasillo estrecho y claro, que se encuentra en mitad de un campo de hierba alta y densa, Annet coloca delicadamente un indicador de plástico de alerta, encima de un posible campo de minas.

Es un trabajo duro, pero estas mujeres dicen que ellas también luchan duramente para convencer a otras personas de su comunidad, de que pueden hacer un trabajo visto por muchos como algo sólo para hombres.

“Al principio no fue fácil” Dice Annet salpicando agua en un área sospechosa, para ablandar la tierra árida (cocida por el sol) y poder así colocar delicadamente una prueba en el terreno. “La gente pensaba que yo estaba quizá sacrificando mi vida hacia una muerte segura, porque las minas antipersona son algo muy peligroso”.

El trabajo, tanto el que hace el equipo de hombres como el de mujeres, es algo muy necesario.

Alrededor de dos millones de personas han muerto en la 2ª guerra civil de Sudan entre el norte y el sur, un conflicto que ha durado 22 largos años, por causas de religión, de ideología, problemas étnicos y por el petróleo. Las tropas del gobierno del norte y las fuerzas rebeldes del sur, sembraron de minas antipersona el terreno, para proteger posiciones estratégicas mientras que intercambiaban morteros, misiles o bombas por ambos lados.

La guerra terminó en el año 2005 con un pacto de paz, pero el peligroso legado de la guerra sigue oculto bajo el suelo y los informes de muertos –o miembros amputados- por los restos de explosivos, son algo muy común.

“La comunidad quiere utilizar estas tierras para reconstruir la escuela “dice Tabu Monica Festo (desminadora), abrochándose su pesada chaqueta protectora antes de volver al corredor de señales rojas situado en una zona peligrosa. “Así que estamos limpiando la tierra para ellos, de este modo podrán traer a la población de vuelta, para que restablezcan sus vidas”.

Bungu, un pequeño poblado enclavado entre montañas boscosas, unas 30 millas al norte de la capital sudanesa, Juba, en una ruta clave de suministro de víveres hacia la frontera de Uganda, ha sido una zona dura de batalla en la guerra.

El trabajo es duro: turnos de 45 minutos bajo un sol abrasador, llevando el pesado chaleco anti bombas, avanzando sigilosa y lentamente hacia adelante, sólo después de haber registrado cada 2.5 centímetros de suelo y haber comprobado que es seguro.

“hay algo ahí, porque el detector de metales hace un sonido diferente” dice Annet, escuchando como el elevado tono chirriante de la maquina portátil (móvil) revela un posible explosivo debajo de la tierra. “Más tarde removeremos manualmente la tierra para investigar lo que hay debajo de la superficie”.

-Las mujeres hacen un trabajo tan bueno como el que nosotros podemos hacer-

No pueden quitarse la pantalla protectora de la cara de plástico grueso dentro del área de peligro, por lo que sólo pueden beber agua en el descanso de 15 minutos que tienen en una zona segura.

A la hora de la comida en la tienda de campaña situada fuera del campo de minas, las mujeres se ríen hablando con la responsable del equipo, que se está embarazada y a la que se le ha asignado de forma temporal una tarea de logística.

“El hecho de que seamos sólo mujeres en el equipo, nos hace el trabajo más fácil” dice Jamba Besta, la responsable del grupo, que recibirá tres meses de baja maternal, con los correspondientes nueve meses abordando sus tareas oficiales, antes de que sea posible la vuelta a la actividad de desactivación de minas. “A veces la gente dice que las mujeres no podemos hacer esta cosas, pero están equivocados: sí que podemos”.

Otras mujeres alimentan a sus hijos o juegan con ellos, mientras se arreglan el pelo las unas a las otras, a la vez que descansan en la sombra de un gran árbol de mango.

Un grupo de familias que se encuentran de vuelta a sus hogares charlan en el mercado del pueblo de Yei -situado a dos horas al sur del campo- y comentan como se arreglarán cuando regresen de permiso.

Pero el equipo se ha ganado el respeto de los hombres.

“Las mujeres hacen un trabajo tan bueno como el que nosotros podremos hacer” dice Atom Julius Pitia supervisor de NPA y uno de los primeros soldados rebeldes del sur.

Es cierto que a veces van más despacio, especialmente cuando tienen que cavar en la tierra dura” dice Pitia. “Pero también hay que decir que ellas son mucho más minuciosas que nosotros y en este trabajo esto es algo de vital importancia, porque no te puedes permitir el lujo de saltarte ni una sola mina”.

De igual manera que en Sudan, existen en otras partes del mundo otros grupos de mujeres haciendo esta misma tarea, como en Kosovo y Camboya, pero los equipos de mujeres de Sudan han sido los primeros en este país destrozado por la guerra, según comenta Kjell Ivar Breili, Director del programa NPA.

Breili dijo que el equipo de mujeres ha superado recientemente en velocidad a algunos de los 6 hombres que forman el equipo masculino de NPA, respecto al número de explosivos desactivados.

Con las mujeres no tenemos problemas de peleas o con la bebida – dijo Breili.

Desde que la guerra terminó los desactivadores de minas han abierto 13.000 km de carreteras en el sur de Sudan y han desactivado más de 813.000 dispositivos de artillería no explotada o campos de minas, según la “UN Mine Action Office (UNMAO)” (Oficina de Acción contra las minas antipersona de las Naciones Unidas).

Estas mujeres han impresionado también a las Naciones Unidas.

El equipo de mujeres desactivadoras de minas antipersonas de NPA ha demostrado que pueden ser tan efectivas como sus homólogos masculinos, a la hora de enfrentarse al terrible legado de campos minados que ha dejado la guerra civil de Sudan- Dice Joseph Mc-Cartan, el Subdirector de UMNAO.

“Ellas tienen exactamente las mismas ocupaciones que sus homólogos masculinos”

Las mujeres que están haciendo esta dura tarea son conscientes del riego, pero superan el peligro con indiferencia.

Si sigues el protocolo no es peligroso -dice Festo, y desde luego ahora es mucho más seguro que si la gente estuviera caminando por aquí sin que nosotros estuviéramos haciendo nuestra tarea, es decir desactivando minas.

PETER MARTELL

Publicado en The Namibian, el 07 de julio de 2009

Traducido por Marta Gacía Cruz, para Fundación Sur.

Notas de la traductora:

Mapa con la distribución de minas en Sudan.

Página web de UNAMO:

http://www.sudan-map.org/

INFORMACIÓN GENERAL SOBRE MINAS ANTIPERSONA:

Se calcula que hay más de 110 millones de minas repartidas en más de 64 países (la mayoría en África). Cada año más de 26.000 personas mueren o sufren traumáticas mutilaciones debido a las explosiones de estas armas que no distinguen entre combatientes y población civil. Pueden permanecer activas durante más de 50 años después del fin de un conflicto. Frecuentemente no se señalizan las zonas minadas, ya que son lanzadas arbitrariamente desde aviones o desde lanzadoras sin ningún control sobre la zona en que caen.

Colocar una mina puede costar 1,8 euros, pero desactivarla puede llegar a costar hasta 718 euros.

Los principales países productores, que forman un arsenal de entre 180 y 185 millones de minas, son los Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Pakistán, Suráfrica, Corea del Norte, Corea del Sur, Nepal, India, Singapur y Vietnam.

Los países más afectados por esta plaga son Camboya (10 millones de minas; uno de cada 236 ciudadanos está mutilado), Angola (9 millones de minas; uno de cada 470 habitantes está mutilado) Bosnia-Herzegovina, Afganistán, El Salvador (aunque en este país están totalmente erradicadas), Nicaragua, Chile (en la frontera con Bolivia), Colombia, Perú (en la frontera con Chile y Ecuador), Sudán, Mozambique, Somalia e Iraq.

En febrero de 1997 los grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados aprobaron unánimemente una Proposición No de Ley instando al Gobierno a remitir a la Cámara un proyecto para regular la prohibición total de las minas antipersona, bombas de racimo y armas de efecto similar. Un proyecto que debería conllevar la prohibición de la fabricación, el comercio, el uso y la exportación de las minas y también la destrucción de las existencias de este armamento.

Finalmente, en diciembre del mismo año un centenar de Estados de todo el mundo firmaron el Tratado de Ottawa, un texto definitivo para la prohibición total de las minas. España, aunque reticente al principio, también lo suscribió. La campaña internacional (ICBL) obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1997. A día de hoy el Tratado ha sido ratificado por 144 estados. Se dice que los estados parte en la Convención de Ottawa ya han destruido 37 millones de ellas. La reciente adhesión a la Convención de Afganistán y Angola -dos de los países más infectados de minas- ha sido especialmente bien acogida.

En noviembre de 2004, 140 países se reunieron en Nairobi por un “Mundo libre de minas” para evaluar los logros conseguidos y revisar los puntos pendientes. Este encuentro se llevó a cabo en el séptimo aniversario de la aprobación del Tratado de Ottawa y cinco años después de su entrada en vigor y finalizó con el compromiso de la adopción de un Plan de Acción para los próximos cinco años que acelere la destrucción de minas y garantice el desminado de las zonas afectadas así como la asistencia de las víctimas.

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