Un amigo, antiguo diplomático, que también se interesa por todo lo africano, me ha enviado un artículo que Ariel Français, durante muchos años representante de las Naciones Unidas, ha colgado en su página web tras la publicación del informe de la comisión presidida por el historiador Vincent Duclert sobre el papel de Francia en Ruanda durante el genocidio de 1994. Français califica de monstruo el «Hutu Power que terminaría masacrando a unos 800.000 tutsis y hutus moderados ante la mirada impotente de la Misión de Naciones Unidas para la Asistencia de Ruanda (MINUAR), a la que las condiciones vergonzosamente ajustadas de su mandato le impedían intervenir«. Pero lo que persigue el artículo es ante todo criticar el que desde los tiempos de la colonización, los occidentales, imponiendo fronteras artificiales, no hayan asumido ni respetado esas realidades étnicas y tribales del continente que siguen cohesionando grupos que comparten creencias, culturas, modos de vida y organización. Aunque “hablar hoy en Francia de etnicidad es como pronunciar una palabrota”, el hecho es que la lucha entre etnias por el poder sigue siendo un factor primordial en buen número de batallas políticas e insurrecciones.
Nada nuevo en lo que escribe Français, pero conviene recordarlo para comprender algunos de los conflictos del continente, como los de Etiopía y Mozambique, que ocurren, no por casualidad, junto a sus fronteras con Eritrea y Tanzania. Por otra parte, me parece irrealizable, y por ello mismo inútil, su propuesta de que “habría que cuestionar el sacrosanto principio de la intangibilidad de las fronteras coloniales y rehacer en la medida de lo posible los estados mal nacidos del proceso de la descolonización”. Irrealizable porque ha pasado más de medio siglo desde las independencias y las fronteras han terminado imprimiendo carácter. Un compañero catalán francés, Firmin Petit, me preguntó ya hace algunos años en tono jocoso “por qué vuestros catalanes [españoles] son tan serios, parece que sólo saben trabajar…”. Y juntos llegamos a la conclusión de que los catalanes franceses eran en su país gente “del Sur”, con sus correspondientes características, mientras que los catalanes españoles eran gente “del Norte”. Lo que no ha impedido que nacionalistas catalanes españoles organicen ocasionalmente mítines en la Cataluña francesa. En África, tengo un buen recuerdo de los masai, a caballo entre Kenia y Tanzania. Hasta tuve un alumno tanzano masai que solía visitar a su abuelo al otro lado de la frontera. Pero así como los masai de Kenia aparecen en la mayoría de los folletos turísticos, rara vez lo hacen los de Tanzania. De éstos, lo que más recuerdo es que uno de ellos, Edward Moringe Sokoine, fuera en dos ocasiones, 1977-1980 y 1983-1984 (año en que murió en un accidente de coche), un admirado primer ministro de Tanzania.
En cuanto a los tutsi y hutu de Ruanda, sí que hay alguna diferencia entre ellos y los tutsi y hutu de Burundi. Pero también en este país se han dado conflictos étnicos, como los de 1972 que algunos califican como “guerra civil de Burundi” y otros como “genocidio de 1972 cometido por el ejército y el gobierno dominados por los tutsis”. Sólo en casos extremos, como los genocidios, aparece la etnicidad en estado puro. Las fronteras tribales son permeables y no son raros los matrimonios “mixtos”. El poder político y el dinero pueden amalgamar a toda clase de gentes, por contrarios que parezcan. Y las relaciones interpersonales pueden convertir la etnicidad en algo íntimo, oculto casi, al menos por un tiempo. A ese propósito, aconsejo a los lectores la novela “Pequeño país” (Salamandra), escrita por Gaël Faye, nacido en Buyumbura (Burundi) de padre francés y madre ruandesa. Con todo, no cabe la menor duda de que la etnicidad, más o menos visible, más o menos oculta, sigue viva y hay que tenerla en cuenta. La familia tutsi del presidente ruandés Paul Kagame (cofundador del Frente Patriótico Ruandés cuya rama militar invadió Ruanda y puso fin al genocidio de 1994) tuvo que emigrar a Uganda en 1961 tras la revuelta hutu de 1959 que obligó a salir del país al último monarca ruandés Mwami Kigeri V Ndahindurwa. Y su origen étnico hizo que Kagame, que tenía entonces 4 años, pudiera sentirse en Uganda casi (importante este “casi”) como en su casa.
Nada más complicado de analizar que las complejas relaciones tribales entre las numerosas etnias que habitan la zona de los Grandes Lagos. Hay habitantes de la región de Kivu (Este del RD Congo, colindante con Uganda y Ruanda) que hablan una lengua parecida al kinyarwanda (lengua oficial ruandesa) y al kirundi (lengua de Burundi). Y aunque sólo algunos se identifican explícitamente como “tutsi”, particularmente en la parte norte de la región, basta en el ambiente actual del Congo para que se les considere posibles aliados del actual régimen ruandés. La situación se complica aún más si cabe en la Western Region de Uganda, particularmente en la parte sur fronteriza con Ruanda. La región incluye los antiguos reinos de Bunyoro, Batoro y Banyankole, en los que, de manera semejante a lo ocurrido en Ruanda, Burundi y el Kivu congolés, se han ido entremezclado los “hima”, de lejanos orígenes pastoralistas en el Noreste, y los “iru”, agricultores ya en sus orígenes. El caso es que para el joven tutsi Kagame no resultaron extraños esos entresijos y vericuetos ugandeses.
La realidad transfronteriza de lo étnico se puso de manifiesto cuando en 1979, a sus 22 años, Paul Kagame se unió, junto con otros tutsi ruandeses, al Movimiento de Resistencia Nacional (ERN) de Yoweri Museveni, actual presidente ugandés, que derrocó a Milton Obote en 1985. Varios ruandeses obtuvieron puestos de responsabilidad, y el mismo Kagame fue nombrado en 1985 jefe de la inteligencia militar del ERN. Pero sí que las fronteras existen y tampoco para los exilados Uganda era Ruanda. En 1986 Paul Kagame su unió a Fred Rwigema, fundador y primer líder del Frente Patriótico Ruandés. Por entonces comenzaron las quejas de militares ugandeses por la presencia ruandesa en puestos de alta responsabilidad. Para recuperar el poder con la fuerza, el FPR se dotó de una rama militar (Armée Patriotique Rwandaise) que atacó Ruanda el 1 de octubre 1990. Fue un fracaso en el que Fred Rwygema murió en extrañas circunstancias. Paul Kagame ocupó entonces el liderazgo militar y civil que ahora mantiene (Vicepresidente y Ministro de defensa en 1994, Presidente desde el año 2000). La Constitución ruandesa aprobada en 2003 prohíbe toda referencia política a la distinción hutu/tutsi. Pero la realidad será siempre más fuerte que los decretos y las constituciones,
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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