La dignidad de la mujer africana sigue siendo ultrajada

8/03/2021 | Editorial

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La dignidad humana es la piedra angular sobre la que se fundamenta la vida personal, familiar y social, de todo ser humano. Todo crecimiento individual y común nace y se desarrolla sobre el fundamento de la dignidad humana y tiende a trabajar por el bien común.

La dignidad humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen solo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral«. (Alegría del Evangelio. nº 203)

La dignidad humana, hace referencia al valor inherente del ser humano por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de libertad. No se trata de una cualidad otorgada por nadie, sino consustancial al ser humano. Constituye una expresión del máximo respeto y valor que debe otorgarse al ser humano en virtud de su condición humana. Por tal motivo, la dignidad humana se erige como principio de los valores de autonomía, de seguridad, de igualdad y de libertad. Valores que fundamentan los distintos tipos de derechos humanos.

La ONU lo llama la «pandemia en la sombra«: la violencia, el abuso sexual y el asesinato de mujeres en África y en todo el mundo han aumentado en los últimos meses. Y mientras la COVID-19 sigue expandiéndose por África, el número de casos de violencia de género también está aumentando. Daré algunos ejemplos:

Liberia registró un aumento de 50 % en la violencia de género en el primer semestre de este año. Entre enero y junio se denunció más de 600 casos de violación.

En Nigeria, los casos de violencia sexual también aumentaron durante el toque de queda, y debido también a la violencia en el país.

En Kenia, los medios de comunicación locales informaron que casi 4.000 escolares quedaron embarazadas durante el cierre de las escuelas por la pandemia. En la mayoría de los casos se acusó que familiares o agentes de la policía las habían violado.

En la RDC, región de Kivu, los abusos continuos de mujeres es algo crónico, organizado y de una crueldad extrema, como lo atestigua el Dr. D. Mukwege, en Bukavu.

Casi el 50 % de la población mundial son mujeres, que, sin embargo, habitualmente quedan excluidas de las oportunidades de crecer y desarrollarse social o económicamente.

El informe “Mujeres africanas. Mirada al futuro”, editado por CODESPA, muestra la situación de pobreza y vulnerabilidad en la que se encuentran las mujeres del continente africano. Una publicación que se enmarca dentro de la Agenda 2030 de Naciones Unidas y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Alcanzar el objetivo número 5, la igualdad de género, impulsará la consecución de otros objetivos, como la erradicación del hambre y la pobreza.

De los 20 países, como los peores para vivir siendo mujer, identificados y recogidos en este informe, 16 se encuentran en el continente africano, por falta de oportunidades para ellas y por la violencia de género, sobre todo en menores, por los matrimonios forzosos y la MGF, que, en algunos países como Somalia, alcanza el 98 %.

Ultrajar es herir u ofender de obra o de palabra a otra persona. También, ultrajar es tratar con desprecio y abusar de una persona. Cuando el abuso se comete a las personas más vulnerables, el crimen reviste especial gravedad.

El cataclismo que la Iglesia ha conocido en Occidente está saliendo gradualmente a la luz de tierras africanas. La tragedia es que las víctimas y sus familiares se encuentran solos ante un sistema cada vez más impermeable, incluso hermético. ¿Quién nos hará justicia? Una pregunta que permanece sin respuesta, especialmente en pueblos, donde el culto al poder, la autoridad y el dinero es tan fuerte que las voces de los pobres, la vida de los débiles, se reducen constantemente a la nada.

Lamentablemente, la Iglesia no es una excepción y sus autoridades en África gobiernan todavía con impunidad. Con tal dinámica, la justicia para las pobres, para aquellas que han vivido y siguen sufriendo graves abusos dentro de la Iglesia, sigue siendo una utopía, hasta que un día las mismas víctimas se levanten y exijan justicia.

Como en otros lugares del mundo, hemos visto en Uganda a más de un líder religioso intentando tapar casos de abusos sexuales a menores llamando a la familia y ofreciendo dinero a cambio de silencio. A los religiosos que tenían este comportamiento depredador, se les cambiaba de parroquia o de país, con lo cual simplemente se trasladaba el problema a otra parte. La denuncia del caso ante las autoridades civiles no existía.

Gracias al clamor popular y la exigencia de la justicia, el silencio cómplice de todos los ultrajantes tiende a desaparecer. Nos indigna el abuso y más aún la impunidad de los poderosos.

La justicia, la compensación debida y la ayuda necesaria, deben acompañar siempre a las mujeres víctimas en todos los pueblos y continentes.

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