Hace un año, la pandemia
Dentro de un mes se cumplirá un año del comienzo de la pandemia del coronavirus. Un año de informaciones, noticias, opiniones, chistes, verdades a medias, bulos y mentiras de todo género, que se ha hecho muy largo. El tema de la covid-19 ha sido y probablemente lo seguirá siendo, una realidad dolorosa y recurrente durante mucho tiempo. Pero la existencia de las vacunas y su rápida aplicación en las personas inauguran un nuevo período, abierto a la esperanza.
La revista “Africana” no podía obviar este tema. Ya, a lo largo del año pasado, “Africana” publicó un buen número de artículos relativos a la pandemia. Creamos igualmente una caja de solidaridad, pensando en los misioneros y misioneras, que afrontan la crisis sobre el terreno en países, como Túnez, Argelia, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Uganda, Burundi, República Democrática del Congo, Tanzania y Malaui.
Por ello también, nos ha parecido importante dedicar un número especial a la covid-19 en el continente africano. Finita Martínez, Misionera de Nuestra Señora de África de las Hermanas Blancas, analiza la realidad de la pandemia y de su impacto, relativamente pequeño en África en el plan de la salud. Sin embargo, Finita no esconde las catastróficas consecuencias económicas de la pandemia en un continente empobrecido, y señala una serie de acciones aptas para afrontar un futuro complicado e incierto, que necesitará tanto la contribución de todos los países africanos como la solidaridad de los demás países del mundo.
África que, por el momento, se ha salvado de los efectos devastadores de la pandemia en número de infectados y fallecidos, sufre, al igual que otros países menos desarrollados, las consecuencias económicas de la pandemia en algunos sectores: la disminución de los ingresos que proporciona el turismo, el desplome del precio de las materias primas, el receso de las inversiones y del empleo.
Uno de los efectos más visibles de la pandemia es el aumento del número de inmigrantes extranjeros. Lo hemos constatado en Canarias, que algunos han llamado “un nuevo Lesbos”. La inmigración es un problema que Europa está resolviendo de mala manera. Lo dijo valientemente en Canarias el Defensor del Pueblo. Lo dice también el papa Francisco en su última encíclica “Fratelli Tutti”: “Nunca se dirá de los inmigrantes que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos”. Duele aceptarlo, pero ¡cuánta razón lleva el Papa!
Agustín Arteche Gorostegui
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