Etiopía, víctima de guerra y del fascismo, por Omer Freixa

9/10/2020 | Bitácora africana

etiopia_1934.pngA 85 años del inicio de la campaña que concluyó con la ocupación italiana de la antigua Abisinia, un repaso por las causas y la preparación. Trayendo a colación una vieja afrenta, Mussolini buscó cumplir sus anhelos de poder

El 3 de octubre de 1935 Italia inició la agresión colonial sobre Etiopía, que concluyó con la ocupación hasta 1941, tras la expulsión del invasor. Se trató de una aventura imperialista anacrónica y deliberada, que recibió una amplia condena .Sobre la decisión de invadir, confluyeron varios motivos.

Valoración

El juicio de la historia cargó sobre Italia por su aventura imperialista en el este del continente y la opresión subsiguiente que sufrió la población bajo ocupación. De un lado, para la mayoría que participó de la aventura de conquista, la misión implicó la posibilidad de escapar a una vida condenada a la miseria del otro lado del Mediterráneo y, para una minoría, el hecho de tener la chance de llevar la civilización, de la mano de un designio casi divino, a una raza oprimida por una casta cuasifeudal. Desde la épica del poder, el rey Víctor Manuel III calificó a la campaña en Abisinia como “la guerra colonial más grande de la historia”. Del otro lado, el monarca Ras Tafari, el Negus Haile Selassie I, devino un héroe nacional y fue reconocido en el mundo como el líder de una nación víctima y en lucha contra el fascismo y el imperialismo.

Motivos diversos

La intención de Mussolini de alzar a la nación italiana y dotarla de un Imperio renovado, emulando la pasada gloria romana, se centró en África, donde la metrópoli europea controlaba previamente Somalilandia, Eritrea y Libia. En efecto, el anhelo de Il Duce fue el de extender y poder unificar sus territorios africanos. En 1896, las tropas italianas sufrieron la derrota infringida por el ejército imperial etíope en la batalla de Adua, contundente e inusual de un ejército europeo en época del reparto colonial de África. En efecto, tras la victoria, el Imperio abisinio se liberó de cualquier atisbo de injerencia externa y pudo participar del reparto africano, al extender su soberanía a regiones vecinas. Esta afrenta hirió gravemente el orgullo italiano. Por ende, el trauma de 1896 exaltó la imaginación de los sectores italianos más nacionalistas, los cuales reclamaban redimir la derrota.

Un objetivo que Etiopía podía cumplir, a diferencia de las colonias italianas preexistentes, era ser una válvula de escape para el exceso de población en la península. Cuando Mussolini visitó Libia, en 1926, tal vez pudo establecer la idea de ampliar territorios en África, en relación a un territorio no ocupado por potencia colonial europea alguna aunque sí reconocido por la Sociedad de Naciones como Estado soberano, paradójicamente, incorporación que Il Duce apoyó en 1923.

Tal vez la futura campaña italiana no era predecible con antelación pues, en 1928, Italia y Etiopía firmaron un tratado de amistad. Pero nada descarta que Mussolini haya sido capaz de disimular su anhelo imperialista porque, pese a las buenas relaciones formales, jugó la carta de probar que el régimen en Etiopía era corrupto para propender a su caída y, de hecho, Selassie acusó a los italianos de instigar la revuelta de 1932. Como sea, el líder italiano, en la víspera de la conquista, trató de convencer al mundo que la empresa no era para nada premeditada. Pero algunas fuentes etíopes suponían, una década antes, que la invasión fascista podría partir desde la Somalilandia italiana y de Eritrea.

Para muchos, Selassie se convirtió en un ícono mundial de resistencia, ante el hostigamiento a una nación considerada soberana pero ocupada por otra fascista e imperialista. Desde Italia y en un giro bastante veloz, los propagandistas del fascismo retrataron al Rey de Reyes como un tirano salvaje y sangriento, un César Borgia de su tiempo, que, pese a sus afanes de modernización (por ejemplo, combatió la esclavitud y penalizó con la muerte el tráfico), se empeñó en mantener Etiopía atrasada. Como se observa, motivos italianos no faltaron para pergeñar la invasión.

Preparativos

Mussolini debía inventar una excusa para actuar y crear su primera guerra. El episodio de Wal Wal, en diciembre de 1934, fue el origen del accionar agresivo fascista. Si bien incidentes fronterizos no muy serios con Etiopía fueron constantes desde el primer momento de llegada italiana, Il Duce elevó la apuesta al imponer en la agenda que Wal Wal había sido un acto de agresión etíope deliberado e imperdonable, pese a que una comisión de arbitraje no pudo probar lo anterior. Francia y Gran Bretaña no quisieron confrontar con Italia en ese entonces.

Roma siguió obstinada en provocar una guerra y en febrero de 1935 ordenó la movilización en la zona lindante con Etiopía. El 2 de octubre todo estuvo listo para lanzar la invasión y Mussolini anunció: “Hemos sido pacientes con Etiopía 40 años; ahora nuestra paciencia se acaba”. Emilio De Bono, jefe de la operación, a fines de septiembre recibió un telegrama de Il Duce: “Le ordeno atacar al amanecer del día tres, repito tres de octubre”. El militar tenía pensado hacerlo el día 5 pero obedeció. Por la otra parte, el Negus esperó hasta el 28 de septiembre para ordenar la movilización. No obstante, al momento del avance fascista, aproximadamente una tercera parte del ejército etíope se encontraba desmovilizado. Desde Eritrea unos 100.000 hombres ingresaron a invadir, a los que se unieron varios contingentes más. Los locales contaron, según un cálculo italiano que Etiopía juzgó exagerado, con unos 350.000 tropas.

Pese a lo rápido y eficiente de los preparativos, Mussolini estuvo más preocupado por la reacción en Europa ante una invasión en África oriental y, durante las semanas previas, en encender los ánimos de un pueblo sediento de conquistas, a partir de discursos enérgicos. A un periodista le respondió que el ejército apostado en África oriental había costado 2.000 millones de liras y que nada detendría el hecho de haber reunido una fuerza tan imponente y costosa. Sin embargo, pese al entusiasmo en Italia, producto en parte de la propaganda fascista durante más de una década y también del miedo, en Alemania y en Japón el plan de invasión no fue bien recibido y tampoco Mussolini supo si las democracias de Occidente le permitirían llevar a cabo este plan anacrónico de aventura colonial premeditado y violento.

Mientras tanto, Haile Selassie, que el 12 de agosto había advertido públicamente de los movimientos italianos en los territorios vecinos, el 2 de octubre envió un telegrama al Secretario General de la Sociedad de Naciones en el que denunció que tropas italianas habían violado la frontera etíope, como parte del intento de demostrar al mundo que Italia una vez más era la agresora.

Pese al esfuerzo del Negus, y su esperanza en una solución pacífica, la guerra perfilaba en el horizonte. Él consiguió mucho apoyo, en particular de los pueblos negros del mundo, que consideraron a Etiopía el último baluarte de libertad, para muchos una tierra prometida, y el único país africano que había derrotado a un ejército europeo. Se formaron varios comités de solidaridad con la causa etíope. Sin embargo, la simpatía con esta no implicó apoyo militar y un ejército obsoleto se vio superado pronto por otro muy superior. En mayo de 1936 las tropas italianas completaron la invasión y el monarca partió al exilio en Inglaterra. Al mes siguiente denunció en la Sociedad de Naciones el uso de gas mostaza por parte del enemigo, no solo contra objetivos militares, además de solicitar protección.

Mussolini había cumplido el sueño de incorporar Etiopía al África Oriental Italiana, logrando que una zona amplísima del Cuerno de África quedara en poder italiano. Pero ese Imperio en África oriental no duró mucho. Fueron cinco años de ocupación y de una conquista italiana, en líneas generales, reconocida por el mundo, como por Gran Bretaña en noviembre de 1938, pero también de resistencia local muy tenaz y efectiva al final. El asalto a Etiopía fue el prolegómeno del avance fascista en España y luego en toda Europa.

Original en: Africaye-Imagen: wikipedia-Autor: Rowanwindwhistler

Autor

  • Historiador y escritor argentino. Profesor y licenciado por la Universidad de Buenos Aires. Africanista, su línea de investigación son las temáticas afro en el Río de la Plata e historia de África central.

    Interesado en los conflictos mundiales contemporáneos. Magíster en Diversidad Cultural con especialización en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF).

Más artículos de Freixa , Omer Nahum