Desde que el pasado 25 de mayo un policía de Minneapolis acabase con la vida del afroestadounidense George Floyd, las protestas contra la xenofobia, el racismo y los abusos policiales se han extendido por medio mundo; desde Berlín hasta Buenos Aires pasando por Budapest, Pretoria o Sídney. España no es una excepción. Así lo atestiguan las últimas tendencias nacionales en las distintas redes sociales, las importantes concentraciones en ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla y Cádiz o las portadas de los principales diarios del país.
No obstante, en los últimos días, ciertas voces han defendido que el discurso inherente al “black lives matter” se encuentra vacío de contenido en España pues, fruto, en parte, de nuestra rica y heterogénea Historia, somos un pueblo hospitalario que no tiene reparos en aceptar y asimilar culturas distintas, situándonos en uno de los menos racistas de Europa. Si bien, no contradeciremos tales afirmaciones, y, si bien, es cierto que en modo alguno podemos importar de raíz a nuestra realidad social las protestas de EEUU, ello, en todo caso, no equivale a afirmar que en España no se sigan dando episodios de racismo contra la comunidad “negra” –permítanme el entrecomillado por el debate existente respecto del uso de dicho término colonial entre africanos y afrodescendientes–. Así ha sido evidenciado, entre otros, por Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU o el Grupo de Trabajo de Expertos sobre los Afrodescendientes de este mismo organismo. De hecho, invisibilizar la existencia y manifestaciones de nuestro racismo, a menudo menos directo, más latente, pero otras tantas expreso y generalizado, en modo alguno nos ayuda a avanzar como sociedad. El “black lives matter” es un ejercicio de dignidad individual y colectiva que cobra pleno sentido (también) en nuestro país al menos por dieciocho razones:
“Black lives matter” en la defensa de la sanidad pública universal.
“Black lives matter” al olvidar los aspectos históricos de la presencia “negra” en España, desde las raíces africanas del flamenco hasta las aportaciones del catedrático Juan Latino.
“Black lives matter” al perpetuar los estereotipos en las redes sociales y medios de comunicación.
“Black lives matter” al dejar en un cajón la tramitación parlamentaria del Proyecto de Ley integral para la igualdad de trato y no discriminación.
“Black lives matter” en asociar la comunidad “negra” con criminalidad.
“Black lives matter” en olvidarnos de fomentar una inclusión social y política real.
“Black lives matter” al permitir que trabadores africanos malvivan en condiciones infrahumanas a kilómetros de agua potable y sin electricidad mientras que las empresas del sector agrícola que se aprovechan de su mano de obra obtienen beneficios anuales millonarios.
“Black lives matter” en la identificación policial por perfil étnico.
“Black lives matter”, por nuestra cercanía con África, en la criminalización de la asistencia sanitaria en alta mar.
“Black lives matter” en las devoluciones sumarias que tienen lugar en las líneas fronterizas de Ceuta y Melilla, sin respetar los tratados de derechos humanos ratificados por España y, en concreto, la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados.
“Black lives matter” en la muerte de 15 subsaharianos en 2014 en la Playa del Tarajal al utilizarse material antidisturbio contra ellos.
“Black lives matter”, en general, al no aportar soluciones para la situación administrativa de los migrantes como sí han hecho recientemente países de nuestro entorno, entre ellos Italia y Portugal, y, en particular, por no dar una respuesta integral a situación de los menores no acompañados.
“Black lives matter” en la problemática de los CIES.
“Black lives matter” también fuera de nuestras fronteras.
“Black lives matter” en la exportación de armas a regímenes africanos autoritarios.
“Black lives matter” en primar los acuerdos económicos sobre la defensa de los derechos humanos.
“Black lives matter” en permitir que empresas españolas acaparen, exploten y degraden los recursos naturales de África.
“Black lives matter” en las antiguas colonias españolas, en concreto, en el Sáhara Occidental, donde de iure España sigue siendo la potencia administradora, y en Guinea Ecuatorial, donde el dictador Teodoro Obiang lleva más de 40 años en el poder.
De cada individuo depende que en la sociedad líquida en la que vivimos, voraz de novedades y del último retuit, el “black lives matter” perdure y sirva de palanca de cambio contra el racismo y la xenofobia. Como dice un viejo proverbio africano “el río se llena con arroyos pequeños”. Uno de esos arroyos puede ser este nuevo movimiento. Aprovechémoslo.
Original: The Citizen.es
[Fundación Sur]
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