Percepciones incomodas en la ruta turística de Soweto

3/06/2009 | Crónicas y reportajes

El corresponsal en África de The Guardian británico, David Smith, deja de lado la inquietud por la intromisión para obtener una visita guiada por Soweto.

¿Donde se traza la línea entre el turismo y la intromisión? El campo de exterminio de Auschwitz está abierto para visitantes y colegios con el apoyo de muchos judíos. Cuando realicé una visita guiada, al ver a gente hablando y riendo o posando para hacerse fotos, me parecía que estaban traspasando una línea invisible.

En Gran Bretaña, el horror de ayer se convierte hoy en una esfera de nieve del National Trust. Pero cuando en vez de hablar de historia, se habla de temas actuales el asunto es más delicado. Un reportero de la BBC que informaba desde las zonas más afectadas de Nueva Orleáns retrocedió al ver un autobús lleno de espectadores haciendo el “tour del Huracán Katrina”.

Esta semana me encontraba Soweto, entrando torpemente en una choza diminuta con el tejado de hojalata, intentando mantener una conversación con una mujer para que no se sintiera como un espécimen sociológico en su propia casa. Si buscan Soweto en Google encontraran cosas como “Propiedades en Soweto”, “Contactos en Soweto” y “Tours por Soweto”. No precisamente el ideal de vacaciones de todo el mundo. Soweto es muy conocido, pero normalmente por razones de las que nadie quiere hablar.

Los orígenes de la South Western Township yacen en el desalojo forzoso de las familias negras de Johannesburgo central. Por ejemplo Sophiatown, la sede de la cultura negra, fue demolida y reemplazada por barrios exclusivamente blancos. Los disturbios de Junio de 1976 en los que niños como Hector Pieterson fueron asesinados por las balas de la policía, pusieron a Soweto en el centro de la lucha contra el apartheid.

Se convirtió en el asentamiento urbano negro más grande de África y en un sinónimo de la violación de la política moral. Con una extensión de 160 quilómetros cuadrados, en esta ciudad de chabolas, escaseaba la electricidad, el agua corriente y los servicios sanitarios.

Pero con la elección de Nelson Mandela llegó un intento de curar esta cicatriz en la conciencia de Suráfrica. Se construyeron casas nuevas y se mejoraron los servicios básicos para una población estimada de dos a tres millones de residentes. En el año 2007, la apertura de uno de los centros comerciales más grandes de África, con un multicine con ocho salas, creó nuevos empleos.

Está previsto que el próximo año llegue la primera feria del libro y que se inaugure el primer teatro en la ciudad. El primer Open de tenis de Soweto tuvo lugar hace poco, aunque la asistencia fue mínima; el reformado Orlando stadium se usará como campo de entrenamiento para el mundial de fútbol del 2010, aunque en él no habrá partidos.

Los tours organizados por Soweto no pretenden, en principio, mostrar la pobreza tal cual. -La gente viene aquí con una idea y son cautelosos- nos comento el guía (a un turista americano, dos británicos y a mí) -pero después vuelven y dicen “¿Por qué se me dio esa información?” el gobierno debería trabajar más para promocionar la Soweto moderna”.

No hay ningún libro, que yo haya encontrado, sobre la Soweto moderna. Sí, aunque el centro comercial era flamante, al cruzar la calle había algunos edificios ruinosos y jóvenes con cara de aburridos apoyados en un montón de neumáticos aparentemente incapaces de irse de compras aunque quisieran.

Nos llevaron por calles recién estrenadas que parecían formar parte de una zona residencial agradable: casas con puerta principal, un camino de entrada, jardín y garaje. Pero unos minutos más tarde estábamos en frente de una hilera de edificios de hormigón sombríos donde la gente vive como sardinas en lata con poca privacidad.

Pasamos junto a una estación donde los comerciantes montan sus puestos con un ligero caos. “No se sientan incómodos al realizar un tour por Soweto” decía el guía “Aquí la gente les acoge y entiende que es bueno que estén aquí, gastando dinero en sus restaurantes”.

El guía paró el autobús en un camino pequeño y nos dijo que esa era la oportunidad de conocer a una sowetana autentica y visitar el interior de su casa. Un guía local nos llevaría allí y si queríamos le podíamos dar una propina. No teníamos que hacer la visita si pensábamos que era inapropiada.

Nadie dijo nada. El guía nos llevó por un camino lleno de baches e irregular. Una mujer estaba llenando un cubo en el único grifo de agua que abastecía al vecindario. Nos condujeron a través de una puerta a un trozo de tierra que había sido convertido, aparentemente con algo de orgullo, en jardín comunitario.

Entramos en una casa pequeña, cuadrada y provisional, con camas y muebles abarrotando cada esquina. En la cocina estaba una mujer, alta, de mediana edad que vestía un jersey, y vigilaba a su hija pequeña. Aparentemente ofrecía su casa voluntariamente para las visitas de turistas.

El husmear por la casa en silencio hubiera sido demasiado descarado y extraño. Intentamos, titubeando, halagarla y entablar una conversación. La mujer respondió pacientemente pero inescrutablemente. Era como si cada una de las partes no supiera cuál era su papel en esta peculiar transacción social.

Uno del grupo puso una moneda en la mano de la niña, y nos fuimos, no muy seguros de lo que habíamos aprendidos pero vagamente convencidos de que habíamos aprendido algo. Nuestro guía agradeció las propinas y nos envió a los comerciantes que vendían artesanías locales.

La visita continuó en el excelente memorial y museo Hector Pieterson y en la iglesia Regina Mundi un punto de encuentro durante la lucha, pero que ahora era la sede de una exposición de fotos magnifica. El almuerzo fue en un restaurante en Vilakazi Street,
al lado de la casa de Desmond Tutu y de la antigua casa de Nelson Mandela.

¿Sabíamos más al final de la visita que antes de empezarla? Sí. Y entiendo las objeciones sobre el turismo entrometido y la explotación, pero creo que están exageradas. Aunque el periodista que hay en mí, me dice que el conocimiento es intrínsecamente mejor, ya que la alternativa es la ignorancia.

¿Cuántas veces han oído a alguien decir en una fiesta?: “¿que saben sobre X, Y o Z? ¿Han estado allí alguna vez?” Mejor que lo vea usted mismo, siempre y cuando no se crea ciegamente todo lo que ve.

David Smith

Publicado en el diario surafricano Mail & Guardian, el 27 de mayo de 2009.

Traducido por Pilar Valentín Gamazo, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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