El medico autodidacta sudafricano que trasplantó el primer corazón y fue ignorado por negro

17/04/2020 | Crónicas y reportajes

corazon.jpgEl 3 de diciembre de 1.967 la medicina consiguió uno de sus mayores hitos, el primer trasplante de corazón. Ocurrió en el hospital universitario Groote Schuur de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Lewis Washkansky, un paciente de 56 años que sufría insuficiencia cardiaca crónica, recibió el corazón de una mujer que había fallecido en un accidente de tráfico, Dénise Darvall, de 25 años. La operación duró varias horas y fue un éxito porque el órgano funcionó, aunque el receptor murió 17 días después de una neumonía debido a problemas inmunitarios.

El cirujano Christiaan Barnard, formado en cardiología en Estados Unidos, pasó a la historia por la proeza al frente de un equipo compuesto por diversos especialistas, dada la complejidad de la intervención. Sin embargo, entre ellos hubo una figura decisiva cuyo papel no sería reconocido hasta décadas más tarde, Hamilton Naki. Por sus manos pasó ese primer corazón que latió en dos personas distintas, pero él oficialmente no estaba allí, porque en teoría no era más que el jardinero de la Universidad de Ciudad del Cabo. El delito que le condenó al ostracismo fue ser negro en la Sudáfrica del apartheid.

Siempre fue jardinero

Nacido en una aldea cercana a la ciudad, estudió hasta los 14 años, edad a la que entró a trabajar como jardinero en la universidad. Sobre el papel, ahí acaba su carrera, pero en realidad aquel trabajo fue derivando en otros muy diversos, como cuidar los animales de laboratorio de la Facultad de Medicina, ayudando, por ejemplo, a operar a una jirafa. Poco a poco se fue involucrando en procedimientos quirúrgicos, hasta el punto de que llegó a recibir un premio que le permitió seguir investigando con animales.

Nunca tuvo un título académico superior al de su educación primaria, pero Naki era un técnico más del laboratorio, ayudaba a los jóvenes investigadores, anestesiaba, operaba y se especializó en los experimentos que tenían que ver con trasplantes de órganos en animales, incluyendo hígado, riñón y corazón.

Y aquí llega la noche del 3 de diciembre de 1967. Naki era el segundo hombre más importante del equipo que hizo el primer trasplante cardíaco de la historia. Pero no podía aparecer porque era negro en el país del apartheid. El cirujano jefe del grupo, el blanco Christian Barnard, se transformó en una celebridad instantánea. Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías del equipo. Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza. El fin del apartheid en los años 90 contribuyó a reivindicar su figura y en los medios de comunicación comenzó a circular la historia de que fue él quien extrajo el corazón de la donante. Otros testimonios le otorgan un papel más discreto, pero el propio Christiaan Barnard llegó a reconocer que Naki era técnicamente mejor que él, aunque esperó hasta el siglo XXI para decirlo: «Tenía mayor pericia técnica de la que yo tuve nunca. Es uno de los mayores investigadores de todos los tiempos en el campo de los trasplantes, y habría llegado muy lejos si los condicionantes sociales se lo hubieran permitido».

Humilde jubilado

A este héroe anónimo de la medicina el reconocimiento social y la jubilación le llegaron casi al mismo tiempo, ya que se retiró en 1991, cuando el sistema racista sudafricano estaba a punto de pasar a la historia. En la recta final de su vida le nombraron graduado honorífico en Medicina por la Universidad de Ciudad del Cabo y le concedieron la Orden Nacional de Mapungunbwe Sudáfrica, una de las mayores condecoraciones del país. «Ahora puedo alegrarme de que todo se sepa. Se ha encendido la luz y ya no hay oscuridad», afirmó.

Murió en 2005 con 89 años. Hasta ese momento, uno de los cirujanos e investigadores más importantes de la historia de la medicina sobrevivió con su pensión de jardinero y sin rencores. «Si hubieran publicado mi fotografía, habrían ido a la cárcel. Así eran las cosas en aquel entonces»

Se transformó en un cirujano excepcional, hasta tal punto que el Dr. Barnard lo requirió para formar parte de su equipo. Era un problema para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar sangre de blancos. Pero el hospital lo consideraba tan valioso, que hizo una excepción con él. Se transformó en cirujano… «pero clandestino». Era el mejor. Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro. Vivía en una barraca sin luz eléctrica ni agua corriente, en un gueto de la periferia, como correspondía a un negro.

Fuente: Saberes Africanos

[Fundación Sur]

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