Cuando llegué a Madrid en diciembre de 1985 para trabajar en el CIDAF (hoy Fundación Sur) Francisco Sánchez Ruano me habló apasionadamente de los Arma de Tombuctú, descendientes de moriscos andaluces al servicio del Sultán de Marruecos Muhammad Al-Mansur El-Dahabi. Junto con renegados españoles, y capitaneados por Yaudar Pacha, un nativo de Cuevas de Almanzora (Almería) educado en Fez, partieron de Marraquech y tras tomar Djenné y Tombuctú conquistaron Gao, capital del imperio Songhai, el 14 de marzo de 1591. Un excelente resumen de lo que se sabe de esa epopeya, escrito por Juan Manuel Riesgo, apareció en mayo de 1988 en el volumen II de los “Cuadernos CIDAF”. Riesgo menciona que Mahmud Ben Zarkum, un granadino que Al-Mansur había nombrado para sustituir a Yaudar Pacha, envió a Marruecos una parte de la biblioteca de la mezquita de Sankoré (uno de los tres principales centros de Tombuctú, construida en el siglo XIV). Un corsario de Salé (República de corsarios fundada junto a Rabat por moriscos españoles originarios de Hornachos, Badajoz, que existió entre 1626 y 1668) robó parte de esa biblioteca, pero fue a su vez abordado por galeones españoles a la altura de Tánger, y los manuscritos terminaron en El Escorial.
En 1468, más de un siglo antes de la hazaña de Yaudar Pacha, un godo toledano, Ali Ben Ziryab al Quti, se exilió llevando consigo 400 manuscritos, a los que añadió otros comprados en su periplo de tres años que le llevó a establecerse en Gumbu (350km al norte de Bamako, junto a la actual frontera mauritana). Allí se casó con Khadija bint Abubakar Sylla, sobrina de Sonni Ali Ber, que reinó en el imperio Songhay entre1464 y 1492. Khadija era también hermana mayor de Muhammad ben Abubakar Sylla (mencionado a veces como Muhammad Touré), iniciador de la dinastía Askia que en 1493 sustituyó a los Sonni. Así fue como los Quti toledanos, fusionados con los Askia, se implantaron, y con ellos su biblioteca, en varias ciudades del imperio Songhay, en particular Gao y Tombuctú. Descendiente de Ali Ben Ziyad, Mahmud Kati (deformación de Quti), jurisconsulto, médico, astrónomo y cronista de la saga de los Askia, perpetuó la tradición bibliófila de la familia. Murió en 1593 en Tombuctú, donde había pasado la mayor parte de su vida.
Junto al cuevano Yaudar Pacha y el toledano Ali Ben Ziryab al Quti, un tercer hispano importante en la historia de Tombuctú y sus bibliotecas fue el granadino Abu Haq Es-Saheli (Granada 1290 – Tombuctú 1346). Arquitecto y poeta, fue alamín (controlador de pesos y medidas) de los perfumeros de Granada. Tuvo que huir de su ciudad y llegó a El Cairo, desde donde peregrinó a La Meca. Hizo el viaje de vuelta con el legendario Mansa Musa, emperador de Malí conocido por su inmensa riqueza y por el oro que distribuyó durante su peregrinación. El emperador encargó a Es-Saheli el diseño de la mezquita de Djingareyber, la más famosa de Tombuctú y una de las tres madrasas (escuelas universitarias) de la época junto a las de Sankoré y Sidi Yahia. La mezquita terminó de construirse en 1327, y Es-Saheli recibió 40.000 mithqales de oro, unos 170kg.
Los Arma (llamados a veces Laluyi y Ruma) son el resultado de los matrimonios de mujeres songhai con marroquíes, andaluces, moriscos y renegados españoles que se fueron aposentando en Gao y Tombuctú, especialmente tras la llegada de Yaudar Pacha. Son hoy una etnia pequeña (poco más de 20.000 personas) pero muy influyente en la cultura y en la política de Malí. Gobernaron el Pachalik de Tombuctú desde 1591 hasta 1833, y todavía conservan hoy la jefatura tradicional de Gao. Fue de origen arma Ali Ibrahim «Farka» Touré (+2006), uno de los mejores guitarristas de África, así como Amadou Toumani Toure, que encabezó en 1991 el golpe de estado contra la dictadura de Moussa Traore y presidió el país en dos ocasiones. Y es de Tombuctú Ismail Diadie Haidara cuya visita al CIDAF en 1988 hizo que se hicieran reales en mi mente los manuscritos y bibliotecas de Tombuctú.
Descendiente de Alí ben Ziryab al Kuti, Ismael Diadie Haidara (mencionado a veces como Ismael Ben Guzman), historiador, filósofo y experto en cooperación, es el responsable del legado documental andalusí de su familia, conocido hoy como “Fondo Kati”: 12.714 manuscritos que incluyen textos sobre Al Andalus, el sur de Francia, los Imperios de Ghana y Songhai y la familia Kati. Buena parte están escritos en árabe, castellano antiguo aljamiado y hebreo, y versan sobre derecho, teología, medicina, astronomía, filosofía, poesía, historia, cartas intercambiadas entre los Askia y otros reyes árabes, y documentos administrativos. Ya en el siglo XVI a causa de un golpe de estado palaciego, Mahmud Kati tuvo que poner a salvo los manuscritos distribuyéndoles entre los diversos miembros de la familia Algo parecido ocurrió tras la llegada de los soldados de Yaudar Pacha y también tras la toma de Tombuctú por los fulani de Macina en 1833. Ismael Diadie asumió la enorme tarea de reunir de nuevo los manuscritos, iniciar su digitalización y trasladarlos a la biblioteca andalusí de Tombuctú “José Ángel Valiente”, construida en 2003 con ayuda de la Junta de Andalucía. Y cuando en 2012 los yihadistas entraron en la ciudad, Ismael, siguiendo el ejemplo de su antepasado Mahmud Kati, fue uno de los bibliotecarios que, arriesgando sus vidas, consiguieron salvar el 90% de los libros y manuscritos de Tombuctú trasladándolos a Bamako.
En un par de artículos publicados en marzo de 1924 en El Sol, José Ortega y Gasset se lamentaba de la falta de grandes africanistas españoles y de la ignorancia de los parientes que tenemos en el “codo del Níger” desde hace cuatro siglos. Las cosas han cambiado desde entonces. Tenemos buenos africanistas, especialmente cuando se trata de África del Norte y de la presencia hispana en el Sahel. El trabajo y las publicaciones de Ismael Diadie Haidara son conocidos y apreciados. En marzo de 2019 fue el invitado de honor en el III Festival de Poesía Visual de Berja (Almería). Pero ahora que se habla tanto de “memoria histórica” viene a la mente una frase que Ismael atribuye a un tatarabuelo del siglo XVIII: “Hemos salido de Toledo blancos, hoy negros somos, y hemos perdido hasta la lengua, y todo lo que nos queda es la memoria”. Ismael habla y escribe perfecto castellano. Razón de más para que su memoria sea también la nuestra.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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