En comparación con los países industrializados, es decir Europa, los EEUU y parte de Asia, África contribuye mínimamente al cambio climático. Pero, sin embargo, está considerada como uno de los continentes más perjudicados por dicho cambio. La razón es evidente: África dispone de escasos recursos para aplicar medidas preventivas y paliar los efectos de un clima extremo y los problemas que el cambio climático acarrea.
En África subsahariana, los principales problemas son el calentamiento global, las variantes en el clima, el deterioro del suelo, la deforestación, la desertización, la contaminación, la explosión demográfica, la urbanización, la gestión ineficiente de los recursos naturales y la mala gestión de los desechos… etc. Como consecuencia, se sigue la pérdida de biodiversidad, la disminución de los recursos marinos, la escasez de agua y el deterioro de su calidad, así como de la calidad del aire, más los peligros que todo esto conlleva para la salud y, finalmente, la pobreza como causa y consecuencia.
El cambio climático es inseparable de la desertificación, la deforestación y el empobrecimiento del suelo. El aumento del calor y los periodos de sequía, más frecuentes y prolongados, provocan la desertificación. La deforestación y una agricultura mal gestionada empeoran la situación. Grandes aéreas se verán afectadas por un empobrecimiento del suelo o, sencillamente, se convertirán en desierto. Algunas de esas áreas llegarían a ser inhabitables con el tiempo. Este fenómeno es ya un hecho en lugares del Sahel.
Según un estudio reciente del Institut national d’études démographiques de Francia, la población africana actual es de unos 1.200 millones de habitantes. Para 2050 la población de África será de 2.470 millones y para el año 2100 habrá aumentado hasta la cifra de 4.400 millones de habitantes.
Bartolomé Burgos
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