Los problemas ligados a la gestión del agua, el “oro líquido”, son muy numerosos en el mundo. No se trata de un problema nuevo: ha existido desde tiempos seculares. No en vano, el agua está conectada a la vida en todas sus facetas. Un dicho moosi de Burkina Faso dice que el agua es “la leche de Dios”. Es una forma de decir que el agua potable es un bien sagrado, siempre a disposición de los humanos. Hacer del agua un medio de enriquecimiento o de dominación es tergiversar el orden de las cosas.
Hoy día, el agua dulce se está convirtiendo en un bien cada vez más precioso y raro, pero también, objeto de deseo y fuente de conflictos. Contribuyen a esta situación el crecimiento demográfico y el calentamiento del planeta. No hace mucho que el secretario general de la ONU, António Guterres, advertía que la demanda mundial de agua dulce se incrementará hasta un 40% en los próximos 30 años y que una cuarta parte de la población mundial vivirá en países con una “falta crónica o recurrente” de agua limpia.
El informe de este número de AFRICANA, escrito por el P. Bartolomé Burgos, habla de la reciente tensión política entre Egipto y Etiopía, a causa de la enorme presa –la presa del Renacimiento– que Etiopía está construyendo cerca de su frontera con Sudán. Esta enorme construcción disminuirá sensiblemente las ingentes cantidades de agua que el Nilo Azul, proveniente de Etiopía, vierte cada año en el río Nilo.
El Nilo es fuente de un poco más del 90 % del agua dulce que Egipto, con sus cerca de 100 millones de habitantes, recibe de sus vecinos. Ello limitaría muchas de las actividades de Egipto, sobre todo en el sector de la agricultura y, por ende, de sus alimentos. Egipto posee, sin duda, derechos históricos sobre las aguas del Nilo, pero no debe de olvidar los derechos de los otros 9 países ribereños.
El conflicto se encuentra en vías de solución. Por el momento, más que los acuerdos entre las partes, prevalecen los hechos consumados. Importa mucho para el bien común de todos que, en el futuro prevalezcan unos acuerdos justos. La nueva presa regulará inundaciones y sequías; su producción eléctrica beneficiará a Etiopía y a sus vecinos; el embalse permitirá el desarrollo de la agricultura y de la pesca. El agua del Nilo, en vez de ser fuente de conflictos, podrá ser germen de paz y prosperidad.
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