El primer niño que Fatouma Dio asistió en el parto, fue en 1981, con sólo 19 años, antes incluso de haber recibido formación de comadrona, ni sabía qué significaba esa palabra. Pasó de ser una asistente de partos tradicional a trabajar como comadrona en su comunidad del norte de Mali, Koulogo, que incluye 16 poblados. Desde el 2004, ha recibido tres semanas de formación para ser comadrona cada año, en la clínica de referencia regional, a 40 kilómetros de su comunidad. Le pagan 4 dólares al mes, mientras que las madres embarazadas le pagan 3 dólares por dar a luz en la clínica.
“Sé si un niño ya está muerto en la tripa de la madre con simplemente tocar la tripa”. “He asistido más de 500 nacimientos. Desde lágrimas de desesperación a lágrimas de alegría, he oído y visto de todo”, cuenta.
“Los malos recuerdos se quedan conmigo, especialmente cuando superan la comprensión. El año pasado asistí un nacimiento que terminó con dos bebés nacidos muertos. Dos niñas unidas, con cuatro piernas, dos manos y dos cabezas. Ese día, me asusté. El doctor estaba en un curso de formación, la enfermera estaba fuera, poniendo vacunas…”.
“He asistido los partos de dos mujeres en su 16 embarazo. Les hablé de las píldoras anticonceptivas que tenemos en la clínica. El doctor les dijo que si no dejaban de tener hijos morirían”.
“También he asistido los partos de 16 niñas entre los 12 y los 16 años, que no estaban casadas”.
“Hace dos años, una mujer en su decimocuarta semana de embarazo me despertó a las 3 de la madrugada. Toda la familia estaba llorando. La mujer no paraba de gritar, “me voy a morir, me voy a morir”. Y después de 30 minutos, dio a luz una niña. Deberían haberla visto reír con su niña entre los brazos. Nunca podría haber imaginado una escena así”.
“Es la satisfacción moral la que me alimenta, en este trabajo. La primera niña que traje al mundo ahora tiene 28 años y cinco niños. Cuando les veo, me lleno de honor y de orgullo”.
(IRIN, 06-05-09)
