El difícil viaje de los migrantes africanos por Latinoamérica

29/04/2009 | Crónicas y reportajes

Encarcelado en repetidas ocasiones por sus opiniones políticas, el inmigrante etíope, Sharew pagó a los contrabandistas alrededor de 10.000 dólares para que le llevasen por una docena de países hasta llegar, un año más tarde, a la mugrienta ciudad del sur de Méjico de Tapachula.

Una vez en la frontera sur de Méjico, que se ha convertido en un enorme peldaño en el camino de la migración, para cientos de migrantes que huyen de los conflictos del cuerno de África. Sharew todavía estaba a 3.200 kilómetros de su destino, los Estados Unidos.

Los inmigrantes, principalmente de Etiopía, Somalia y Eritrea, cada vez más están tomando una nueva ruta épica, bajando por el continente hasta Suráfrica, cruzando el Atlántico en barco o avión y después caminar por tierra a través de toda América del sur y central.

“Es un viaje enorme. Nos han dicho que muchos pierden la vida en el camino en África, porque son atacados, algunas veces, por los leones”, cuenta Jorge Yzar, jefe del centro de detención de Tapachula, donde docenas de inmigrantes de todo el mundo, duermen en centros de acogida, antes de ser deportados y puestos en libertad.

Arriesgándose a acabar en la cárcel o incluso muertos, su largo viaje en avión, barco, camión, autobús y a pié puede costarles miles de dólares, algunos pagan hasta 20.000 dólares, a menudo prestado por los familiares.

Mientras que los expertos aseguran que la migración ilegal de latinoamericanos ha descendido con la crisis económica y la pérdida de empleos en los Estados Unidos, cada vez llegan más africanos del este, para intentar buscar una vida mejor.

No hay dónde esconderse

Los migrantes africanos tradicionalmente trabajo en los países europeos cercanos al Mediterráneo, como España, Italia o Francia, pero los gobiernos han intentado disuadir la llegada de inmigrantes ofreciendo iniciativas financieras para los inmigrantes que vuelvan a sus países.

“Después de un viaje como este te das cuenta de que no hay lugar seguro donde esconderse en el mundo. Sólo los más fuertes sobreviven”, asegura Sharew, de 29 años, mientras da un sorbo a su soda, mientras cena en Tapachula.

Tras eludir a las autoridades por tres continentes, los migrantes como Sharew tienen un respiro en Méjico.

Gracias a la ventana legal para los inmigrantes de las zonas de conflicto, los ciudadanos de los países del cuerno de África se entregan a los oficiales mejicanos, a cambio de un pase de 30 días, que facilita el último tramo de su odisea de meses de duración.

El reducido número de africanos que pasan por el centro de detención de Tapachula superó los 600 el año pasado, tres veces más que en 2007, según Yzar. Antes de 2004, no hay africanos registrados en las estadísticas de los policías de Méjico.

Los africanos tienden a ser jóvenes adultos bien vestidos, educados y ambiciosos que sobresalen de los, a menudo, empobrecidos migrantes de la América central, que fluyen, a través de Tapachula, por miles, hacia el norte.

Bajo las leyes mejicanas, los inmigrantes que llegan desde determinados lugares con conflictos violentos reciben un permiso temporal, pero la mayoría de ellos sólo se quedan unos días, el tiempo suficiente para llegar a la frontera de Méjico con los Estados Unidos, y pedir asilo o intentar cruzar ilegalmente.

Pudrirse en la cárcel durante meses

Después de caminar a través del río embarrado y poco profundo que divide Méjico y Guatemala, y pasar dos semanas en el centro de detención de Tapachula, Sharew, un estudiante que dice que se opone al gobierno de Etiopía, y una docena más o menos de inmigrantes que han sido liberados al mismo tiempo, compraron unos billetes de avión para ir al norte de Méjico.

Este negocio ha sido tan bueno en Tapachula que una agencia de viajes local ha hecho camisetas en las que puede leerse “Méjico + África”, en un gran corazón rojo.

Con el desalentador cruce de la frontera entre Méjico y Estados Unidos todavía por llegar, la mayoría de los migrantes asegura que los peor ya ha pasado.

Rredes internacionales de tráfico humano utilizan a los contrabandistas nacionales en cada país para transportar a los migrantes a través de las fronteras de África y América Latina, utilizando documentos falsos, puntos sin seguridad de las fronteras y oficiales corruptos.

Los migrantes huyen de Somalia, arruinada por la violencia entre facciones desde que fue derrocada la dictadura, en 1991, del poder militar en Eritrea, o de Etiopía tras la violencia post electoral, en la que murieron más de 200 personas, en 2005.

Algunas veces se ven obligados a huir, cruzando las fronteras africanas a pié, caminando largas distancias durante las cuales se arriesgan a toparse con animales salvajes, según Yzar.

Muchos llegan de África en barco o avión a Brasil o Ecuador, donde las restricciones de visados están más relajadas, y después caminan por tierra miles de millas, a menudo son atracados o abandonados por los traficantes en el camino. Una red ghanesa, en Méjico, metía a la gente en los compartimentos del equipaje del autobús, durante doce horas.
No todos los países tienen leyes como Méjico, y en muchos sitios los inmigrantes se pueden pudrir en la cárcel durante meses.

Difícil saber dónde acaban

Mohamed Ahmed Hassen, de 31 años, un conductor de camión de Mogadiscio, vendió su tierra para salir de Somalia, en julio de 2008, y pagó 1.500 dólares para embarcar como polizón en un barco desde Suráfrica a Brasil.

Desde allí viajó río Amazonas arriba, hasta Colombia, donde fue metido en una diminuta embarcación, no apta para navegar, hasta Panamá.
“Era demasiado pequeña y el agua entraba por los lados. Ese momento fue peligroso, temí por mi vida, pensaba que iba a morir”, recuerda Hassen, después de ser cogido en Guatemala.

La policía guatemalteca encontró a Hassen, otros cuatro somalíes y tres nepalís, escondidos en la parte trasera de un camión, por casualidad, cuando pararon al conductor por ir borracho.

Casi todos los migrantes se dirigen a los Estados Unidos y Canadá, pero Hassen dice que se quedará en Guatemala, y buscará trabajo si se lo permiten en el país. Los migrantes africanos rara vez se asientan en los países de Latinoamérica como Costa Rica o Panamá, donde los inmigrantes de Guatemala están buscando trabajo.

Una vez en Méjico, la mayoría intenta salir lo antes posible, pero como normalmente llegan a Tapachula sin documentación, es difícil saber dónde acabarán, algo que preocupa a la policía de Estados Unidos.
El objetivo es instalarse con familiares y amigos que ya viven en los Estados Unidos, o intentando obtener documentación legal, o viviendo sin ellos en la clandestinidad.

Sharew dice en un e mail que algunos de los africanos que habían viajado con él están detenidos otra vez, en los Estados Unidos, mientras que los oficiales de inmigración estadounidenses decidían qué hacer con ellos, si concederles asilo o enviarles a sus casas al otro lado del mundo.

(News 24, 29-04-09)

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