Si bien se trató de una guerra europea, sus repercusiones trascendieron el continente puesto que, para el caso, África había sido espacio de disputas y divisiones en la era precedente de la “Paz Armada” y del reparto continental tras la Conferencia de Berlín en la década de 1880. La Primera Guerra Mundial implicó el final del reparto de África.
En el espacio africano se combatió, aunque de forma marginal si se considera el conjunto de la Gran Guerra. De todos modos, más de un millón de personas en África (sin discriminar género ni edad), la mayoría de las veces en forma coaccionada, fue reclutada y participó en el conflicto bélico más grande de la humanidad hasta el momento, en calidad de combatientes, porteadores y auxiliares, no siempre sin resistir. De aquel número, 150.000 perdió la vida. Al término de la guerra, casi todos los territorios africanos habían sido comprometidos de un lado o el otro de la contienda. Incluso los pocos Estados libres existentes al momento del estallido se vieron involucrados, por ejemplo, Etiopía proclamó su alianza con el Imperio turco.
Adiós Alemania
Tal vez lo más llamativo de la Primera Guerra Mundial en relación a África, es comparar el mapa pre 1914 con el posbélico. La primera acción que emprendieron los Aliados fue invadir territorios germanos pese a ciertas expectativas que esperaban aislar el África subsahariana del conflicto mucho más al norte. Sin embargo, lo primero que se pensó fue que las colonias alemanas constituían un buen botín de guerra a ser repartido entre los vencedores y así se procedió después de 1918. Una causa de la victoria militar aliada fue la debilidad militar del Reich, especialmente la abrumadora superioridad naval británica y la inferioridad numérica de las tropas imperiales asentadas en las colonias.
El Tratado de Versalles dispuso el despojo colonial alemán de toda posesión imperial germánica. En calidad de mandatos de la reciente Sociedad de Naciones, Gran Bretaña, Francia y Bélgica ocuparon las antiguas posesiones. Lo mismo le correspondió a la Unión Sudafricana en el África Sudoccidental Alemana, actual Namibia. El problema ocurrió cuando Sudáfrica se negó a abandonar el territorio en mandato, generándose una ocupación de facto ilegal, décadas más adelante. El cambio consistió en mejorar la calidad de vida pero de los colonos blancos.
Alemania fue eliminada como potencia colonial. Togo y Camerún fueron repartidas como mandatos entre Gran Bretaña y Francia. En oriente, Tanganica (la actual Tanzania) le correspondió a la primera y a Bélgica las posesiones de Urundi-Ruanda (actuales Burundi y Ruanda), que se sumaron al gigantesco Congo Belga. A resultas de estos cambios el mapa africano se pareció un poco más al actual. En el caso de las posesiones repartidas en África occidental, y a raíz de caprichosas divisiones, digitadas como parte de la política europea y del acuerdo entre naciones “civilizadas”, serían caldo de cultivo de conflictos posteriores, como el que asola el norte de Camerún en relación al secesionismo anglófono.
El cambio de amos no implicó mejoras para el grueso de la población africana habitante de los antiguos territorios alemanes. En Togo y Camerún surgió nostalgia de los anteriores colonizadores cuando el régimen colonial francés introdujo la tan odiada institución del trabajo forzado y, por otra parte, los británicos fueron menos incisivos que los alemanes en seguir políticas de desarrollo. Esto último obedeció a que tanto Gran Bretaña como Francia, al considerarse administradores temporales, no generaron mejoras como en otras de sus posesiones.
Transformaciones económicas
Una consecuencia importante, que incidió más allá de la economía, fue el éxodo masivo de los cuadros europeos para combatir en los frentes bélicos. Se dieron rumores que en algunas zonas el hombre blanco abandonaba definitivamente. Una consecuencia fue el retraso o la parálisis total de servicios administrados por europeos. En algunos casos, africanos fueron entrenados para suplir ese faltante.
Si bien con diversa intensidad y cambios de región a región, en general el estallido de la Gran Guerra causó un serio perjuicio económico a África. Los ingresos de los gobiernos disminuyeron y las colonias soportaron el gran coste de las campañas locales, además de subvencionar a sus metrópolis para sostener el esfuerzo de guerra. El comercio quedó muy resentido gracias a la escasez de importación por las dificultades de navegación. A las colonias alemanas, desde un principio, se les cercenó el intercambio con la metrópoli a causa del dominio naval aliado.
El conflicto fue testigo de un creciente intervencionismo estatal en las economías coloniales, mediante control de precios, requisas de cosechas de alimentos, cultivos obligatorios, reclutamientos forzosos de trabajadores, etc. La demanda de alimentos para los combatientes de Europa obligó a quienes no estaban involucrados en el sector a hacerlo, se requisaban cultivos o se pagaban muy por debajo del precio, con el consiguiente perjuicio para los productores. El reclutamiento también atentó contra la agricultura y algunos ejércitos en África cometieron saqueos por falta de vituallas.
Un problema colonial estructural que la guerra intensificó fue la falta de mano de obra. La necesidad compulsiva de reclutar soldados y porteadores restó trabajadores. Por otro lado, un aspecto positivo fue el ingreso del motor de combustión interna y, por ende, la construcción de carreteras en determinados sitios, o el establecimiento de algunos puertos. Sin embargo, la guerra detuvo obras públicas y postergó planes de desarrollo.
Nacionalismo y otras hierbas
Last but not least, el nacionalismo. La guerra dio un impulso a la causa nacionalista, o al menos a cierto planteamiento crítico de las élites locales frente al poder colonial. El desenlace del conflicto sirvió para comenzar a deconstruir el mito del colonizador como una especie de superhombre y, además, causó mucho revuelo entre los africanos haber visto el espectáculo de hombres blancos luchando y matándose entre sí, de una forma sin precedente. Resultó sorprendente el hecho de la invitación del colonizador a matar al “enemigo blanco”, aquel que por mucho tiempo había sido inviolable solo por el color de su piel y cuyo ataque siempre implicó la pena más severa.
El fin de la Gran Guerra asistió a varios intentos por demandas de mayor participación africana en los gobiernos coloniales, tomando como inspiración los Catorce Puntos del presidente estadounidense Woodrow Wilson, de 1917. Si bien en África subsahariana dichos puntos no alentaron la independencia, sí impulsaron la esperanza de los nacionalistas africanos de poder influir en la Conferencia de Paz de Versalles y exigir mayor participación política.
Los africanos reclamaron mejoras a cambio del compromiso asumido durante la guerra, pero en la mayoría de los casos esas peticiones quedaron en promesas. A los colonos blancos, al contrario, les fue bastante mejor. En líneas generales, el fin de la Gran Guerra dio comienzo a 20 años de tranquilidad para las administraciones coloniales, excepto en focos muy puntuales.
Sin embargo, fue necesaria una Segunda Guerra Mundial para proporcionar una catástrofe tal que implicase pasar de demandas nacionalistas de mayor participación en el gobierno al pedido de dominio completo del mismo.
Original en : Africaye