Dedicamos este número de “Africana” a analizar las repercusiones que tienen para África el uso de los agrocarburantes o biocombustibles, para paliar los inconvenientes provocados por el encarecimiento de los precios en los diferentes sectores de la economía: transportes, alimentación, producción industrial, etc. Son las frecuentes crisis petroleras las que han conducido a los países más afectados a buscar soluciones en energías alternativas más baratas, menos contaminantes, más previsibles y seguras, producidas a partir de materia prima vegetal y cultivos agrícolas, como el maíz, el mijo, el girasol, la caña de azúcar y otros productos.

Este informe, elaborado por nuestro compañero Bartolomé Burgos, analiza los pros y los contras de la utilización de los agrocarburantes con fines puramente económicos. Las conclusiones son más bien negativas. Como dice el Bartolomé Burgos, “la alarma en relación a los biocarburantes sonó de forma estridente con el alza del precio de los alimentos en 2008 y, desde entonces, sigue en aumento. La nueva subida de precios en 2011 exacerbó las críticas a todo tipo de producción de biocarburantes que utilice productos comestibles para su fabricación o que utilice tierras arables y agua de regadío; que suprima selvas y bosques o que utilice cualquier tipo de medios agresivos a la ecología. Los principales capítulos de crítica conciernen: sus consecuencias nefastas para el sector alimentario y las crisis medioambientales y sociales que provoca”. La principal de todas ellas ha sido, según el Banco Mundial, haber sumido en la pobreza a 100 millones de seres humanos.

Pensamos, además, que los problemas que plantea el uso de los biocarburantes, no deben resolverse desde consideraciones puramente económicas, que también, sino a partir de valores éticos, que tengan en cuenta las consecuencias que genera su utilización, el en-carecimiento de los alimentos, el empobrecimiento de la gente y de las tierras, el aumento de los conflictos sociales, etc. Se trata de buscar conductas alternativas más humanas y más respetuosas de la naturaleza. Quitar comida de la boca de los pobres para hacer funcionar las máquinas no es, desde luego, la mejor solución alternativa. No es correcto que, mientras unos pocos grandes inversores, las grandes empresas de cereales y multinacionales de la agroindustria, consiguen grandes beneficios, cientos de millones de personas, en situación de vulnerabilidad, no puedan acceder a los alimentos básicos que necesitan para sus vidas.

Agustín Arteche Gorostegui