Sudán da que hablar en los medios pese a la clásica desatención por África (y Argelia lo mismo, aunque el foco esta vez sea la región subsahariana). Se ha dado un cambio muy importante luego de 30 años de dictadura ininterrumpida de Omar al Bashir, quien es buscado por la justicia internacional por delitos de guerra y genocidio cometidos años atrás. Un concilio militar de transición lo derrocó y reemplaza desde abril pero la represión continúa y la cifra de muertes asciende a al menos 90 entre diciembre y comienzos de mayo, según una entidad médica local. El conflicto permanece porque grupos de oposición de la sociedad civil exigen un gobierno civil y los militares se resisten. La participación femenina ha cobrado un papel destacado en la protesta. Tras idas y vueltas, el 4 de junio la cúpula castrense anunció el llamado y la realización de elecciones a nueve meses, más la cancelación de todos los acuerdos hasta entonces firmados con la oposición.
Independizado en 1956 de la tutela anglo-egipcia, hasta 2011 Sudán fue el país más grande de África. Pero en julio de ese año debió resignarse a perder territorio cuando Sudán del Sur se convirtió en el país más joven del mundo y que, para perjuicio del norteño, con mayores reservas de petróleo. La historia indica que las relaciones que imperaron en Sudán hasta 2011 siempre estuvieron jalonadas por el conflicto y dos guerras civiles disputadas entre 1955-1972 y 1983-2005, entre, a grandes rasgos, el norte y el sur del país.
Mucho más que una dualidad
En ambos Sudán han convivido multitud de etnias y esta heterogeneidad generó varios conflictos y una historia poco pacífica. Entonces, ante tamaña diversidad, trazar una división religiosa clásica, entre un norte más bien árabe-islámico y un sur cristiano y «animista» es, cuando menos, reduccionista. Por ejemplo, en el norte habitan grupos no árabes. La tan mentada línea étnica dinka/nuer, subrayada en el estallido de la guerra civil en el sur en diciembre de 2013, no es la explicación total. Lo que sí hay que remarcar es un patrón, implantado desde comienzos del siglo XIX y reforzado por el colonialismo, de dominio y explotación del sur por parte de grupos árabes e islamizados del norte. En 1899 comenzó la administración conjunta británica y egipcia. El colonialismo no cambió tampoco la relación desigual entre el norte y el sur. El resultado fue que las diferencias entre ambas regiones, en materia de desarrollo económico y educación, se incrementaron. En materia religiosa, el Islam y los valores tradicionales al norte fueron respetados, mientras en el sur misioneros impusieron sus creencias a la población local.
Lento andar hacia la independencia
El movimiento de independencia en Sudán tuvo una maduración lenta y sus primeros signos aparecieron tras el término de la Primera Guerra Mundial. En este camino de nuevo salieron a relucir los crecientes desequilibrios presentes entre el norte y el sur. Mientras tanto Gran Bretaña pensaba qué estrategia seguir en el sur: una perspectiva de unidad del Sudán o la vinculación sureña con las posesiones de África oriental. Entre las filas nacionalistas un partido se fundó con el objetivo de concretar la unión con Egipto, y otro persiguió la meta de emancipación (Partido Umma). Como sea, ningún partido surgido en el norte hegemónico tuvo en cuenta las aspiraciones del sur. Un año antes la revolución liderada por Gamal Abdel Nasser en Egipto cortó de cuajo lo que parecía ser la imposición egipcia sobre el vecino, plan que hubiera contentado a los unionistas. Se pactaron tres años de autonomía pero sin la consulta a los pueblos del sur y, en noviembre de ese año, las elecciones fueron ganadas, por sorpresa, por el partido unionista, aunque se fue descartando gradualmente la unión. De todos modos imperó el criterio de formación de un Estado independiente en el norte y el sur subyugado al mismo. En ese año, atento el desinterés norteño por el área vecina, se fundó el Partido del Sur, luego Liberal.
La independencia sudanesa llegó el 1° de enero de 1956. En resumen, Sudán nació enfermo y en guerra por el dominio siempre ejercido del norte sobre el sur. La primera guerra civil estalló antes de la emancipación.
Golpes militares y poca estabilidad
El primer golpe militar en el Estado independiente se dio en noviembre de 1958 tras meses de inestabilidad. Pese a ser un pro-occidental, el General Ibrahim Abboud llevó a cabo una política de arabización e islamización en el sur. Pero la oposición creciente confluyó en la Revolución de Octubre de 1964 que propició su caída. Entre 1965 y 1969 se dieron gobiernos de coalición pero con un factor en común, desoír las demandas por la autodeterminación del sur. En ese espacio hubo represión regular y masacres frecuentes, intensificando la imposición política, económica, cultural y religiosa de Khartoum.
En 1969 el nombre del país cambió a República Democrática de Sudán, debido al golpe de Estado que lideró Gaafar el Numeiri junto a un grupo de oficiales, el 25 de mayo. El objetivo era transformar Sudán en «la Cuba de África» desde una visión socialista transformadora de la realidad. El nuevo régimen parecía traer aires renovados y esperanzas al sur pero esa expectativa se fue diluyendo, pese a la creación de la Región Autónoma de Sudán del Sur. El Estado comenzó a virar hacia el islamismo y el autoritarismo, fundando un régimen de partido único, y alejándose del socialismo primigenio.
En 1983 Numeiri dividió el sur en tres regiones cuyos gobernadores serían elegidos por él y no por la Asamblea. Estas malas decisiones explican en buena parte el estallido de la segunda guerra civil en 1983, iniciada con el mismo disparador que en 1955: un motín de las guarniciones sureñas, creándose el Sudan People Liberation Movement/Army (SPLM/A), de John Garang. Esta agrupación reivindicó el socialismo y la libertad religiosa, reclamando no la independencia sino la autonomía de Sudán del Sur. Pese a ello, las denominadas Leyes de Septiembre dejaron Sudán dividido como en época colonial, aboliéndose la región autónoma antedicha. En fin, el sistema monopartidista acrecentó sus peores rasgos: deriva autoritaria, corrupción y burocratismo, hasta su fin en 1985.
Bashir en el poder y su caída
Pese a los cambios positivos tras el fin del período de Numeiri, el status del sur de Sudán continuó siendo el mismo que en su época y la lucha del gobierno central contra el SPLM/A se intensificó. El paréntesis democrático que medió entre el fin del régimen de Numeiri y el golpe militar del 30 de junio de 1989, capitaneado por el brigadier Omar al Bashir, fue testigo de un momento de gran inestabilidad. A fines de 1988 el país se halló convulsionado y el 4 de julio de 1989 debía darse una reunión entre Khartoum y el SPLM/A pero la creación de un Consejo del Mando Revolucionario cuatro días antes frustró un intento de pacificación.
El inicio de la dictadura de Bashir generó una ola de represión sin precedentes y el régimen reposó su identidad en la defensa a ultranza del islamismo, de la componente árabo-islámica, y de la aplicación de la sharia hasta en el orden doméstico. El sur fue tratado con violencia, reprimiendo a cristianos y otros grupos por igual. Al igual que en época de Numeiri, se impuso el régimen de partido único. El gobierno reprimió tanto a disidentes del norte como a los rebeldes del sur.
En materia internacional, en 1991 Sudán se convirtió en santuario para organizaciones terroristas y en 1993 Estados Unidos lo incluyó en el listado de promotores de terrorismo. En el sur, Khartoum apoyó toda oposición al SPLM/A, definido como un ejército de etnia dinka, pero que tuvo escisiones. En suma, la rivalidad tribal y étnica en el sur fue explicitada como foco de la guerra desde la propaganda norteña, perdiendo de vista el maltrato y la discriminación hacia el sur. Mientras tanto, la condena de Estados Unidos convertía a Sudán en un Estado paria cada vez más aislado y forzado a moderar su islamismo.
En 1997 el descubrimiento de campos petrolíferos inició la búsqueda de Bashir de socios extranjeros para financiar la guerra y acabar con la rebelión en el sur. Más hallazgos petrolíferos se dieron en 1999 cuando el régimen de Bashir empezó a depender de la renta petrolera para perpetuarse, ingresando en la OPEP. No obstante, la ganancia no se utilizó para el desarrollo sino para fomentar la defensa, el gasto militar y continuar la guerra, que en 2003 sumó el terrible drama del genocidio de Darfur, con más de 400.000 muertes, en una táctica de limpieza étnica de poblaciones no árabes, que el gobierno niega.
El término de la guerra civil llegó a principios de 2005 luego de sinuosas y largas negociaciones que llevaron más de dos años y un acuerdo de paz que no logró disipar todas las rivalidades, como la disputa territorial por Abyei. El derrotero del drama humanitario desatado en Darfur también complicó el entendimiento entre Khartoum y el SPLM/A, más la orden de arresto internacional impartida contra Bashir en marzo de 2009. La situación de Darfur al día de hoy no se estabiliza. Pero Bashir no está más en el poder, derrocado por militares tras meses de intensa protesta social que comenzó a fines del año pasado.
Un proverbio local dice: «Cuando Dios creó Sudán, sonrío». Para reflexionar.
Original en : El economista América