Ya había pasado antes. Las últimas elecciones presidenciales en Nigeria ya habían sido pospuestas por el gobierno de turno durante, nada menos, que seis semanas. El motivo aducido era la necesidad de estabilidad política en la lucha contra Boko Haram, la banda terrorista que, en aquel momento, ocupaba gran parte de la actualidad internacional. La novedad ahora, por tanto, no es el hecho en sí – el retraso-, sino el momento elegido por la Comisión Electoral Nacional para anunciarlo: sólo unas horas antes de que comenzara el día de la jornada electoral.
Esta vez, parece que a todo el mundo le pilló por sorpresa. Pocas horas antes de que se llegara a la jornada electoral, y a penas unas horas después de que la Comisión Electoral Nacional anunciara que toda la logística necesaria estaba en perfecto estado, ésta anunció un retraso de una semana en la votación que decidirá el próximo presidente del país más poblado de África, Nigeria, con 200 millones de personas.
Una democracia en dificultades
La democracia en Nigeria ha sido puesta en cuestión por diferentes motivos. La practica de la compra de votos se considera extendida, y la sombra de dudas en las victorias electorales siempre ha planeado durante los procesos. Sin embargo, que en las elecciones presidenciales de 2015 -las que se retrasaron seis semanas- se realizara el primer cambio de color de gobierno de manera pacífica y por las urnas, fue considerado un hecho histórico.
La prensa internacional corrió entonces a vanagloriar la figura de Muhammadu Buhari. Viejo presidente autoritario, en 2015 fue capaz de ganar las elecciones viniendo desde la oposición. Los artículos sobre su figura no dejaban indiferente y, en cierta manera, había más una pretensión y una prisa internacional por certificar rápidamente el cambio en Nigeria que una base real para realizar tales pronósticos positivos sobre su presidencia como los que se sucedieron.
El país, parecía, iba a mejorar definitivamente con Buhari, quien abría Nigeria al comercio internacional y parecía asegurar la prosperidad del mundo empresarial local y global. Pero cuatro años después, lo cierto es que Nigeria sigue teniendo los mismos problemas económicos y sociales que en 2015. La tasa de ronda el 25%, la desigualdad económica sigue incrementando el resto de desigualdades, y el Banco Mundial calcula que el 70% de los nigerianos y las nigerianas vive por debajo de la pobreza, con menos de 1,9 dólares al día.
Las expectativas, parece, no se han cumplido. Muchos culpan a la caída de los precios del petróleo durante estos años pero, sea como sea, la realidad es que la población nigeriana vive hoy peores condiciones y no ve en el debate político de estas elecciones nada que parezca indicar que su situación tenderá a mejorar.
Acusaciones de fraude
Son más de 70 los candidatos que se presentan a estas elecciones presidenciales, pero sólo dos con verdaderas opciones: Muhammadu Buhari, actual presidente y del All Progressives Congress y Atiku Abubakar, exVicepresidente y miembro del del Peopel’s Democratic Party. El sistema tiende al bipartidismo y por ello es seguro que uno de los dos candidatos será elegido presidente. Ambos tienen más de 70 años, en un país donde más de la mitad de los votantes tiene entre 18 y 35 años, y en donde la esperanza de vida no es mayor de 55 años.
La experiencia de gobierno de los dos principales partidos ha hecho que se crucen acusaciones de fraude el uno y el otros. Ambos aducen que el retraso se debe a su principal contrincante. Lo cierto es que el día anterior a la suspensión, el diario británico The Guardian, publicaba una noticia sobre la imposibilidad estadística de realizar unas elecciones limpias y justas en Nigeria.
La Comisión Electoral Nacional ha hecho oídos sordos a tales acusaciones, y incide en señalar los problemas logísticos como principal motivo para el retaso. Ahora las preocupaciones están en la garantía de seguridad de todo el equipamiento ya enviado a los 30 estados donde se realiza el voto. Todo esto se une a las preocupaciones que ya existían antes del retraso, que tenían por objeto el funcionamiento del sistema – con tarjetas electrónicas de voto- o el crecimiento de los conflictos locales -ha habido algunos enfrentamientos en determinados Estados. Todos estos elementos, unidos a la práctica de la compra de votos, han levantado a la sociedad civil, que hoy se organiza para poder ejercer de observadora y controlar que todo el día de la votación se garantice al máximo su limpieza y el recuento de resultados.
Nigeria decide… a la expectativa
Así las cosas, y si no hay ningún cambio de última hora, Nigeria afrontará las elecciones del sábado 23 de Febrero sin una explicación clara sobre los motivos del retraso y con la posibilidad de que se produzca otro vuelco electoral similar al 2015, una alternancia que dé mucho que hablar a quienes intentan reforzar los procesos democráticos en su vertiente más formal, pero que pase de puntillas por el debate de la mejora en las condiciones de vida y la lucha contra la corrupción.
Original en: Africaye