Durante dos semanas hemos sufrido una auténtica indigestión mediática. Aquí en Europa los medios de comunicación nos han atiborrado primero con noticias y comentarios sobre el boicot norteamericano a Irán, y luego con las previsiones, los resultados y los comentarios a las elecciones de mitad de mandato en los Estados Unidos. Poderoso caballero es Don Dinero, y las economías europeas, nos guste o no, están íntimamente vinculadas a las de nuestros amigos/adversarios del otro lado del Atlántico. Eso en Europa. ¿Y en África? ¿Qué dicen de todo esto? A juzgar por lo que los periódicos africanos publican o callan… el interés sobre el contencioso norteamericano-iraní ha sido prácticamente nulo, y más bien escasas las reacciones a las recientes elecciones en Estados Unidos, de las que se ha resaltado la elección de candidatas musulmanas para el Congreso.
Lo del Irán puede comprenderse. A pesar de la importancia que desde hace casi cuarenta años tiene el Irán chiita revolucionario en Oriente Medio, el Chiismo, y con él Irán, sigue siendo algo desconocido para una mayoría de africanos. Llegó a África Oriental durante la colonización con los emigrantes asiáticos, principalmente indios y pakistaníes. Y aunque según el Pew Research Center casi el 20% (cifra que me parece exagerada) de los musulmanes de Tanzania serían chiitas, mayoritariamente ismailíes, se sigue sintiendo el chiismo como algo extranjero. Lo es un poquito menos en Senegal, en donde el jeque libanés Abdul-Mun’am Az-zai construyó escuelas y mezquitas, y algunos jóvenes han estudiado en las escuelas chiitas de Irán y el Líbano. Y allí donde el chiismo es más conocido, en Nigeria, es tratado como enemigo, y perseguido como tal. En abril de 2016 Amnistía Internacional denunció la masacre de 350 militantes chiitas en Zaria, en el estado de Kaduna. En noviembre de ese mismo año la policía mató a 10 fieles chiitas, mientras celebraban en Kano (capital del estado norteño del mismo nombre) la fiesta del “Arbain” (cuarenta días desde la celebración de Achura). Y a finales del pasado mes de octubre hubo varios heridos cuando la policía lanzó gases y disparó contra manifestantes chiitas que pedían la liberación de Ibrahim Zakzaky, líder del IMN (Movimiento Islámico de Nigeria) en la cárcel desde 2015. “Nigeria: ser chiita bajo Buhari es ser perseguido” tituló Jeune Afrique el pasado 2 de noviembre.
Irán y el chiismo son más conocidos en el Norte de África, en donde sus fieles prefieren mantener un perfil bajo. Allí la prensa sí ha mencionado la disputa entre Trump y los dirigentes iraníes, pero sin tomar partido, reproduciendo sencillamente los comunicados de las agencias de prensa. “Mañana entrará en vigor la segunda serie de sanciones americanas contra Irán. Teherán pretende que el único perdedor será Washington”, se leía en El Watan (Argelia) del 4 de noviembre.
“Los demócratas recuperan el Congreso, los republicanos conservan el Senado”. Esa era la noticia que aparecía en algunos periódicos africanos, especialmente del Magreb, de África Oriental y de África del Sur. Citaban a las agencias de prensa, aunque dos de ellos, el sudafricano IOL y el ugandés Daily Monitor, también interpretaban la toma del Congreso por los demócratas como una reprobación a la política de Trump. Por su parte Le Matin marroquí, rehaciendo ligeramente lo que le transmitía Reuters, y tal vez con una pizca de sorna, hablaba de la “satisfacción” del Presidente Trump al haber aumentado la ventaja republicana en el Senado. La impresión general es sin embargo que las elecciones en Estados Unidos apenas si han tenido eco en África, demasiado ocupada con sus propios problemas. Aunque sí hay alguna excepción muy significativa.
“Las dos primeras musulmanas congresistas”, titulaba el Daily Monitor de Kampala. Se trata de Ilhan Omar, refugiada somalí elegida por el distrito de Midwestern en el estado de Minesota, y de Rashida Tlaib, asistenta social hija de emigrantes palestinos, elegida en Detroit. Ilham Omar sucede a Keith Ellison, que fue el primer musulmán elegido al Congreso. Son ahora tres los congresistas musulmanes, ya que Andre Carson, musulmán afroamericano ha sido reelegido en su distrito de Indiana. Y esto ocurre, recalcaba el diario ugandés, cuando según el CAIR (Consejo para las Relaciones Américo-Islámicas) los crímenes de odio contra musulmanes han aumentado en 21% durante los seis primeros meses de 2018. Esa misma noticia de las dos congresistas musulmanas ha aparecido en numerosos periódicos y páginas web, entre otros el IOL de África del Sur, el Daily Nation de Nairobi (Ilham Omar llegó a Kenia con ocho años y pasó cuatro años en un campo de refugiados), y GlobalNet de Túnez.
Considero significativo que el marroquí Le Matin resalte igualmente la elección de otras dos mujeres, primeras congresistas amerindias: Sharice Davids, elegida por Kansas, lesbiana, experta en artes marciales, educada por una madre soltera que había sido militar, y Deb Haaland, madre soltera, de la tribu Launa Pueblo, que ha vencido su alcoholismo, y que a un cierto momento sobrevivió gracias a los bonos de alimentación. “Tenemos en el Congreso a gente que no sabe realmente qué es la pobreza”, declaró durante la campaña en Albuquerque (New Mexico) a la AFP.
Finalmente, me ha parecido sugestivo el que ILO (Sudáfrica) mencionara la elección del demócrata Jared Polis como gobernador de Colorado, derrotando al republicano Walker Stapleton. Polis, judío que cambió su nombre de Schultz por el de Jared para honrar a su abuela, es el primer gobernador que durante la campaña se ha declarado abiertamente gay. Sugestivo porque la noticia apareció en ILO al día siguiente de que otro periódico sudafricano, el Daily Sun, publicara unas “magníficas” declaraciones del presidente ugandés Yoweri Museveni. “Los hombres no deben cocinar. El jefe de la casa nunca tiene que entrar en la cocina. Así tiene que ser”, declaró el presidente explicando a los funcionarios cómo debían comportarse. Claro que Google me dice que Uganda está a 13.164 km de distancia de los Estados Unidos…
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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