Autora: Ruth Fernández Sanabria
Las banderas del pueblo herero no se alzan frente a ninguna edificación administrativa, las verás en movimiento a lo ancho del norte de Namibia, lo que les es mucho más acorde atendiendo al carácter históricamente nómada de esta etnia. Lo que resulta extraño de las telas que conforman su estandarte es que en realidad son vestidos, y para más inri, son los vestidos victorianos que los alemanes les obligaron a llevar en el periodo de la colonización.
Voluminosos y pomposos vestidos cargados de enaguas abruman la vista sobre el caluroso paisaje namibio. Su corte victoriano no es casual y sigue presente en el vestuario de las mujeres herero más de un siglo después de que llegara a estas tierras con las primeras familias alemanas. Aunque hoy sigue siendo vestuario habitual de algunas mujeres de esta etnia, tal y como muestra el fotógrafo británico Jim Naughten en su libro Conflict and Costume (Merrell, 2013), se trata principalmente de un atuendo de gala usado en las ocasiones especiales. Así, es el traje que suele llevarse a las bodas y la indumentaria que viste las calles en el desfile de la fiesta anual herero celebrada el 11 de agosto, Día de Samuel Maharero, el jefe herero que guio a través del desierto a los supervivientes de las matanzas coloniales hasta Botswana en 1904.
Para entonces se calcula que sólo quedaban unos 15.000 de los más de 80.000 hereros que vivían en Namibia antes de la llegada de los alemanes a finales del siglo XIX. Su primer contacto con esta tierra árida les llevaría a pensar que les había tocado la parte más seca del pastel africano repartido entre las potencias europeas en la Conferencia de Berlín, pero pronto comprobaron que había zonas de subsuelo habitable, que de hecho eran las que habitaban la población local. Estos territorios, situados en el centro y el sur de la que Occidente llamó la África del Suroeste, eran los lugares donde los herero disponían a su ganado, que vio reducido hasta la extinción su espacio entre 1885 y 1903, tiempo en el que los colonos hicieron de las suyas y procedieron a la expropiación de las tierras, lo que provocó una rebelión del pueblo herero que, junto a los namas del sur, acabaron con la vida de aproximadamente doscientos alemanes. Por supuesto, esto no quedó aquí. En agosto de 1904, Alemania envió a Namibia miles de soldados con la premisa de que cualquier herero que estuviera dentro de la frontera alemana sería disparado. Dicho y hecho: Fusilamientos y envenenamiento de los pozos de agua de los desiertos del Namib y Kalahari dieron como resultado el considerado como el primer genocidio del siglo XX tras el exterminio del 85% de los herero. Los que huyeron salvaron su vida y la supervivencia de su pueblo, que en la actualidad es el cuarto grupo étnico más numeroso de los once que conviven en el país. Los que se quedaron, murieron antes o después, tras pasar por campos de concentración que quizás sirvieran como ensayo a los posteriores campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial.
A las afueras de Munich una calle da nombre a los herero. La Herero Straße es la máxima compensación que Alemania ha hecho de esta masacre que se niega a indemnizar, como ya hiciera con las víctimas del Holocausto, al alegar que Namibia ya es su principal receptor de ayuda humanitaria. Namibia, no los herero o los namas, quienes no tienen derecho a decidir sobre esos fondos. Mientras tanto, en el norte del país, donde vive la mayoría de la población de esta etnia (que también está presente en Angola y Botswana), el vestido herero pasea por las calles como un símbolo de su identidad. Denominado ohorokova y customizado con coloridas telas, el traje es coronado con un tocado con forma de cuernos a conjunto que recibe el nombre de oshikaiva, incorporado al atuendo por los herero en honor a las vacas, su animal sagrado.
Decía la diseñadora Thabo Makhetha a Wiriko que para que exista apropiación cultural hay que poner lo estético por encima de lo histórico. Pese a lo mucho que abulta a priori este vestido en este tiempo, en estas gentes y en esta tierra, no estamos ante un caso de apropiación de la cultura europea, más bien los herero han pasado directamente a la reconquista de su identidad arrebatada.
Original: Wiriko