Fafa y Kevin son hijos de Joseph Dodji Eza, vicepresidente del movimiento Nubueke-Togo, detenido en la prisión civil de Lomé durante ocho meses, junto con Messenth Kokodoko, otro miembro de dicho movimiento, como consecuencia de sus protestas contra la dictadura de Togo.
El movimiento Nubueke Togo es conocido por cualquier togolés que esté mínimamente interesado en la vida sociopolítica su país. Este grupo de jóvenes se ha incrementado en los últimos años, en todo el territorio de Togo, destacando por sus acciones cívicas, tales como conferencias sobre la ciudadanía, compromiso responsable de los jóvenes de Togo, su espíritu empresarial, los principios de la democracia y el buen gobierno, y habiendo llevado a cabo varias actividades de interés público como actuaciones de salubridad, donación de sangre…
Hoy, sus jóvenes miembros están perseguidos, acosados, arrestados, humillados y encarcelados. Tal y como si estuviera escrito en un libro cruel: «la recompensa de los que aman Togo, es la muerte, el exilio, o la prisión». Joseph Eza ha pagado así el precio de su amor por Togo.
Cuando uno lee la carta de Fafa y Kevin, estos dos infantes inocentes, que ni siquiera tienen idea de donde está su padre, la pregunta que a uno le surge es simple: ¿cómo van a reaccionar cuando crezcan y se den cuenta de la verdad? ¿Podrán perdonar, olvidar, y amar a este país?
¿Van a considerar Togo como cualquier ciudadano está llamado a ver a su país, es decir, como su primer lugar de refugio, mientras en un mundo tan amplio se está perseguido por todas partes?
¿Podrán alguna vez sentirse togoleses los hijos de Joseph Eza, de Messenth Kokodoko, los hijos de todos los miembros del movimiento NUBUEKE, los niños de todas las víctimas, los muertos, los mutilados, los presos, los exiliados, por esta dictadura que va contra la familia, que ha envenenado nuestras vidas durante 50 años?
¿Será la nación Togolesa del mañana la que se formará con los hijos de estas innumerables víctimas gratuitas y las de sus verdugos?
Los interrogantes están aquí, y se leen en el fondo de los ojos de todos esos niños, incluso antes de que estén a tiempo de abrirlos a la vida.
Espero que cada uno de nosotros pensemos en ello y que tambín lo hagan los que detienen a Eza José y a sus compañeros en estas condiciones viles, sabiendo ciertamente que son inocentes, y nosotros, que asistimos a esta enorme injusticia sin que hagamos nada, o sin hacer mucho, hallemos la respuesta que nos dé nuestro corazón.
David Yao Kpelly
[Fundación Sur]
Fuente: IciLome.com
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