Educando en la paz en la violencia de Bangassou

20/06/2018 | Opinión

bangassou_1o_nina_al_cole.jpgHusseina, de 17 años, es una desplazada musulmana de Bangassou, en el sureste de la República Centroafricana, que sueña con un futuro mejor mientras mira hacia arriba, hacia la pizarra donde se alinean los nombres de Steve Jobs y Bill Gates. Desde que se cerró su colegio, a Husseina no le queda más remedio que seguir la formación improvisada impartida por adultos del seminario Bangassou Minor, donde se refugió hace un año con otros musulmanes de la ciudad, unas 1.500 personas sin salida.

En mayo de 2017 un grupo armado antibalaka atacó la ciudad y mató a 76 personas, según la ONU. Bangassou ha estado viviendo desde entonces al ritmo de la violencia, caprichos de las hordas y rivalidad entre los líderes. La única fuerza de mediación presente, la Misión de la ONU en África Central (Minusca), está tratando de proteger a dichos desplazados en el seminario católico. Todos ellos están permanentemente amenazados por los antibalaka, que les acusan de complicidad con los grupos armados musulmanes de la exrebelión de Seleka.

A fines de 2017, cuando la escuela cerró debido a las tensiones entre las comunidades, Husseina y un centenar de niños musulmanes fueron privados de la misma. Desde entonces, los padres tratan de enseñarles varios oficios con los medios que tienen: Word, Excel y costura. «Los niños estaban deprimidos, así que pensé que tenía que hacer algo», dice Djamaldine Salet, un desplazado que creó, en diciembre de 2017, en el seminario, el Centro de Aprendizaje de desarrollo informático (Capi). En el programa hay habilidades con el teclado, aprendizaje de Word, Excel… Son 40 horas de lecciones por semana, proporcionadas a 40 niños por Djamaldine Salet, con medios rudimentarios. Con solo 2 ordenadores, sin acceso a internet, el Capi no puede saciar la sed de aprendizaje de todos los jóvenes.

A unos pocos metros, Moustapha Seck, inclinado sobre su máquina de coser, termina de hacer una camisa, bajo la atenta mirada de sus tres aprendices. «No van a la escuela, así que tenemos que formarles», dice el anciano que ha creado una asociación en el seminario, agrupando 13 pequeños talleres que conforman 30 personas.

«Cuando la universidad cerró, varios jóvenes vinieron a verme», recuerda Mahamat Ali, un zapatero que instruye a 8 aprendices. «Algunos pueden abrir su propia zapatería ya», dice. Su principal desafío es encontrar herramientas y material para reparar los zapatos de los desplazados: es imposible irse del sitio sin arriesgar la vida. Hay una mutua desconfianza. «Tuvimos que restaurar todas las herramientas», dice Mahamat Ali, mientras saca una suela de un neumático gastado.

Oumanou, también conocido como «CFAO», cuyo alias proviene de una compañía que vende automóviles en África, se ha constituido como instructor improvisado de autoescuela cuyo principal problema es el suministro de combustible.

Con su vieja camioneta Toyota desvencijada da clases de conducir. «Lo más difícil es tener combustible, y me gustaría tener materiales para hacer señales de tráfico», explica, con las manos llenas de grasa, en medio del campo de fútbol, rodeado de sacos de arena que protegen el seminario de los disparos de los antibalaka.

Todos esto cursos y talleres son tambiém una forma de desviar a los niños del clima de violencia que les rodea. «La gente de la ciudad acusa a nuestros jóvenes de ser asesinos ¡pero ellos son quienes les hicieron ser eso!», Exclama Djamaldine Salet. Él admite únicamente que «algunos niños que no van a la escuela salen de los campos para robar y cometer violencia». En varias ocasiones en los últimos meses, personas desplazadas armadas han robado y perpetrado actos de violencia. Pero Djamaldine Salet está convencido de que la paz también pasará por la educación. ¿Cuál es su última idea? La de empezar formación en informática para los jóvenes de la ciudad: «Los niños de aquí temen a los niños de afuera y viceversa … El aprendizaje ayudaría a restaurar las relaciones».

Fuente: Slate Afrique

[Fundación Sur]


Artículos relacionados:

Una forma atípica de “genocidio” está afligiendo la República Centroafricana

El profesor de Ghana que enseña Word con tiza y pizarra

¿Pueden las TIC permitir a África alcanzar sus objetivos de desarrollo?

Telecomunicaciones y desarrollo en África

Angola necesita más profesores

El Ministerio de Educación mozambiqueño contratará a más de 8.800 profesores

El papel de las mujeres en la educación en Ghana

La República Centroafricana aprobó el Tribunal de crímenes de guerra

Una escisión de la seleka asalta la ciudad de Bambari en la República Centroafricana

“¿Hay una intención de dividir la República Centroafricana? ¿Hay una agenda oculta?”, se pregunta el cardenal Nzapalainga después de la masacre del 1 de mayo

El informe de la ONU sobre derechos humanos en Centroáfrica deja un balance aterrador de 2003 a 2015, por José Carlos Rodríguez Soto

El presidente de la República Centroafricana pide ayuda para salvar la desastrosa situación humanitaria del país

Milicias musulmanas de Bangui comienzan a atacar iglesias, por José Carlos Rodríguez Soto

El Papa Francisco visita la Mezquita central de Bangui, en la República Centroafricana, y aboga por la unidad

Situación de seguridad muy precaria en la República Centroafricana

Acuerdo en República Centroafricana entre Seleka y Anti-Balaka para salir de la crisis

Catherine Samba-Panza: Esperanza para la República Centroafricana

Disturbios en el Referendum Constitucional en la República Centroafricana

Final de la operación francesa Sangaris en la República Centroafricana en octubre

La capital de la República Centroafricana, Bangui, redescubre los placeres de la noche

Enfrentamientos entre milicianos pro-Bozizé y de la SELEKA en Bossangoa, República Centroafricana

República Centroafricana- Toma de poder con tintes islamistas, por Justo Lacunza

República Centroafricana. ¡Parad la masacre!

La República Centroafricana de nuevo reintegrada en la Unión Africana

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster