“Si no atacamos las raíces de la pobreza y de la desigualdad, dos síntomas que evidencian la existencia de la corrupción, será inútil seguir hablando de luchar contra ésta”. “No hemos votado para que el gobierno se limite a criticar al pasado. Usted ha llegado al poder para resolver problemas, no para quejarse”. Así habló Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto en septiembre de 2016 durante la reunión de la Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Nigeria, esperando que le llegara al presidente nigeriano Muhammadu Buhari.
El Cristianismo africano nos ofrece de vez en cuando personalidades fuertes, que algunos califican de “proféticas”. Todos recordamos al sudafricano Desmond Tutu (nacido en 1931), arzobispo anglicano de Costa del Cabo, Primado de la Iglesia Anglicana de África Meridional, Premio Nobel de la Paz en 1984, activo en la lucha contra el Apartheid, y a quien se atribuye el término “Nación Arcoíris” para describir al mismo tiempo la realidad y el ideal de su país. También es muy conocido Laurent Monsengwo Pasinya (nacido en 1939), arzobispo de Kinshasa, República Democrática del Congo (RDC), miembro del consejo de nueve cardenales que ayudan al papa Francisco a diseñar el futuro institucional de la Iglesia Católica. Pero dudo que muchos lectores de Fundación Sur hayan oído hablar de Matthew Hassan Kukah, el obispo de Sokoto.
Observar durante muchos años la vitalidad de las pequeñas iglesias de África del Norte, me ayuda hoy a captar y apreciar la fuerza espiritual y humana de comunidades cristianas aparentemente frágiles como la de Sokoto, en el Norte de Nigeria. En su lucha contra el Apartheid, Desmond Tutu se sintió apoyado por la históricamente importante Comunidad Anglicana. El Cardinal Monsengwo preside una diócesis de casi cuatro millones de católicos. En cambio la diócesis de Matthew Hassan Kukah, que comprende geográficamente cuatro estados musulmanes del Noroeste de Nigeria (Sokoto, Zamfara, Kebbi y Katsina), cuenta tan sólo con unos 30.000 fieles, el 2% de la población.
La ciudad de Sokoto es al mismo tiempo la capital del estado federal que lleva hoy su nombre, y la capital religiosa del “Califato de Sokoto”, fundado por Uthman dan Fodio (1754-1817), erudito musulmán, jurista de la escuela malekita, místico sufí de la tariqa Qadiriyya. Entre 1804 y 1810 tuvieron lugar las yihad de los Fulanis que pretendían purificar el Islam practicado en África Occidental. Dan Fodio derrotó en 1812 al estado hausa de Gobir, cambió su nombre por el de Sokoto, y organizó un imperio fulani que se distinguió por su estabilidad y prosperidad. Suprimido en 1903 por los británicos como institución política, el califato de Sokoto sigue sin embargo influenciando la vida de Nigeria. El actual sultán Muhammadu Sa’ad Abubakar IV es considerado como líder espiritual de los ochenta millones de musulmanes de Nigeria (la mitad de su población).
Viviendo pues a la sombra del Califato de Sokoto, lo menos que se puede decir es que la popularidad e influencia de Monseñor Kukah sobrepasa con mucho la aparente pequeñez de su diócesis. Un hermano franciscano, Peter Farde, que había vivido como cautivo en Agadez, visitó la región de Sokoto en 1688. También lo hicieron dos franciscanos, en 1780, y un misionero de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA), Berengario Cermenatti, en 1921. En 1953 Roma estableció la Prefectura Apostólica de Sokoto, ascendida a diócesis en 1964. Pero todavía en las estadísticas de 1970 los católicos constituían el 0% de la población. Hoy son el 2%. Trabajan en la diócesis unos cincuenta sacerdotes, 38 religiosas y 53 catequistas. Dato significativo que recuerda la realidad vivida por las iglesias católicas del Norte de África. La diócesis de Sokoto regenta 16 centros de enseñanza primaria y 6 de secundaria, entre los mejores considerados de todo el país. Lo cual le da credibilidad al obispo de Sokoto para que en noviembre del año pasado, en un acto oficial en Abuja en el que se hablaba de relanzar la “marca Nigeria”, dijera: “La imagen de Nigeria no se ha derrumbado por casualidad. Lo hace junto al deterioro de otras instituciones, en especial la universidad”. Kukah sabía de qué hablaba. Ha estudiado en las universidades de Ibadán (Nigeria), Urabanianum (Roma), Bradford (Gran Bretaña) y obtuvo en 1990 el doctorado en la University of London’s School of Oriental and African Studies (SOAS).
Considerado como un infatigable defensor de la justicia, la democracia y el desarrollo humano, Monseñor Kukah es miembro de la “Nigeria’s Truth Commission”, secretario de la “Political Reform Conference for Nigeria”, y miembro del “Nigeria’s Electoral Reform Committee”. Fue uno de los negociadores en el conflicto Shell-Ogoni en 2015. Defensor de las buenas relaciones entre cristianos y musulmanes, Kuka ha sido presidente del “Comité para el Diálogo Interreligioso en Nigeria y en África Occidental”. Fue nombrado por Benedicto XVI miembro del “Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso”
Como era de esperar, al obispo de Sokoto no le han faltado problemas y críticas. Censurando el 8 de diciembre los “gritos estridentes que quieren la islamización”, los puso en relación con la costumbre de los políticos de servirse de la religión y del nepotismo para alcanzar el poder. Casi un mes más tarde, el 2 de enero, su hermano Yohana Sidi Kukah fue secuestrado y retenido durante una semana. Lo cual no impidió el que el 18 de marzo pasado, Matthew Hassan Kukah, en la homilía en el funeral del obispo de Kafanchan, Danlami Joseph Bagobiri, conocido defensor de los derechos humanos, dijera: “A los políticos, sobre todo cuando están en la oposición o exiliados, les gusta alabar a los líderes de la Iglesia porque son la voz de los sin voz. Pero en cuanto llegan al poder, esperan que estemos a su servicio. Y si protestamos por los mismos motivos de siempre, nos acusan de estar en la oposición, de odiar al gobierno y de ser un peligro para el país”.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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