No soy negro, soy coloured, por Rafael Muñoz Abad

14/11/2017 | Bitácora africana

Sudáfrica es un país de estados emocionales donde hasta once grupos humanos conforman un crisol social que es agua y aceite pero que no puede escapar de la cazuela que a todos los atrapa en un confuso guiso común. El día después del derrumbe del apartheid miles de blancos cualificados dejaba la tierra prometida rumbo al exilio australiano o canadiense por miedo a que los negros [ya] libres les cortaran el cuello. La arribada en 1652 de los primeros colonos flamencos y centroeuropeos con aporte de hugonotes francos, creó el tronco común para la posterior llegada de los británicos; unos hijos de la grandísima…que importaron hindúes para construir el ferrocarril aunque, previamente, los capataces de la Compañía de Indias oriental holandesa trajeran malayos para tener esclavos. Después llegarían gentes de prácticamente toda Europa e incluso un español, que no era catalán, fue un héroe de la segunda Guerra de los Boers (1899) donde unos barbudos bebedores de café y lectores del Antiguo Testamento cosieron a balazos al viejo león británico; que gustazo. De La Rey se apellidaba el hispano. Y es que la vasija social de Africa del sur es tan compleja como cruel.

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Los nietos de Mandela hilvanan un país autista donde los matrimonios mixtos son y serán una rareza señalada con burla de choco & white. La nueva Sudáfrica progresa económicamente, eso es indudable, pero lo hace a la sudafricana; llevándoselo todo por delante. Las viejas estructuras económicas pre apartheid continúan intactas. El poder financiero sigue en los bolsillos blancos, hindúes y si bien es cierto existe una nueva clase media negra con ínfulas de telefilm Made in USA, lo cierto es que las profesiones liberales son coto de los que se pueden pagar los estudios universitarios y eso llena las prestigiosas universidades de Sudáfrica de más rostros pálidos que de negros; siendo la primera derivada que los trabajos sin cualificar rebosan de negros. Razón por lo que las autovías están en perfecto estado de mantenimiento y en las gasolineras, mientras uno pone combustible, un segundo te limpia el parabrisas, un tercero chequea la presión y un cuatro te da conversación. Sí, la Sudáfrica pos apartheid se ha convertido en un gran parque de atracciones donde los blancos siguen viviendo a cuerpo de rey y los negros le prestan servicios en sus deslumbrantes centros comerciales. La única diferencia estriba en que ya todos votan.

Conozco Ciudad del Cabo más que España y esta atomiza en sus calles la complejidad de todo el país. Long Street mide el pulso de la cosmopolita Cape Town. Una arteria estilo Soho donde el jazz reverbra con tinte afro habanero, los soportales victorianos tienen un toque luso y sus transversales, espían el barrio en cuña de Bo-kaap donde sus casas multicolores siempre en cuesta trufan minaretes erectos que llaman a la oración mientras en el semáforo, dos mujeres hindúes azabache con gafas de Prada conducen un Lexus dorado e ignoran al negro xhosa que sin zapatos les pide unos rands y que vive en los extrarradios de uralita a kilómetros de las urbanizaciones blancas. Los turistas caminan por sus aceras repletas de tiendas fashion y cafés presumidos decorados a lo Memorias de Africa y de repente, una tienda de surf, cuyo dependiente es un rubio ensortijado de antepasados nacidos en Ámsterdam que habla afrikaans y se siente tan africano como el mendigo anterior.

Sin duda alguna, un país de países. Si pillas un taxi, los conductores suelen ser congoleños. Negros de segunda a ojos del dueño de la licencia que es otro negro, pero la diferencia estriba en que [él] es southafrican. Si entras al Tiger´s Milk, los camareros son blacks y la clientela es rubia y si entras al Mamma India, [tú] eres el único blanco en un local que apesta a curry, ponen cricket y suena bollywood mientras el dueño vigila que sus empleados [oscuros] sirvan más sopa de curry que tropezones de pollo. Y después, que no el fin, están los coloureds. Una mezcla de blancos con mujeres khoisan y asiáticas que son mayoría social al norte del Cabo de Buena Esperanza. Según la tabla del apartheid, la gente coloured no era lo suficientemente blanca para pasar la prueba del lápiz en el pelo lacio que no era otra cosa sino que si el cabello lo sostenía. No eran whites; eran ciudadanos B pero al menos no eran negros; así lo explican muchos. Lo dicho, Sudáfrica, un país de clanes que si no lo caminas no lo entiendes y no sé. Los gobiernos negros de la nueva era practican la denominada affirmative action, que no es otra cosa si no dar el trabajo al negro por el simple hecho de serlo sin tener en cuenta la cualificación profesional y he aquí uno de los principales problemas sociales que entorpecen el definitivo despegue de la economía del país. Una especie de revancha generacional por aquellos años de segregación racial de los gobiernos blancos. Africa del sur tiene urbes enormes pero es eminentemente rural y es ahí donde sale la verdadera mentalidad de un país tradicional erguido sobre tres pilares: la familia sectaria, la iglesia reformada holandesa y el rugby; pero esa es la Sudáfrica blanca y su delirante concepción de pueblo elegido; una minoría demográfica que es latifundista aunque hay muchas más, se los puedo asegurar.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

cuadernosdeafrica@gmail.com

Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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