Zimbabue: “Dejemos que la historia juzgue esta decisión”

11/02/2009 | Crónicas y reportajes

El líder de la oposición de Zimbabue, Morgan Tsvangirai, juró su cargo como primer ministro el día 11 de febrero, uniéndose al presidente Robert Mugabe, en un gobierno de unidad, después de una década de lucha por echarle del poder.

“Serviré bien y fielmente a Zimbabue en el cargo de primer ministro”, declaró Tsvangirai en la toma de posesión de manos de Mugabe, bajo una carpa blanca, en el jardín de la casa presidencial.

El antiguo presidente surafricano, Thabo Mbeki, que fue mediador en las negociaciones de reparto de poder, asistió a la ceremonia junto con el presidente de Mozambique, Armando Guebuza y el rey de Suazilandia, Mswati III.

Después de la jura del cargo, Tsvangirai se dirigiría a sus seguidores en un estadio, con un discurso que será celebrado, pero que también deberá tranquilizar.

La decisión de Tsvangirai de hacer que su partido, el Movimiento para el Cambio Democrático, MDC, entre a formar parte del gobierno de unidad, ha levantado las sospechas en el extranjero y ha hecho estallar un duro debate dentro de su propio partido.

El antiguo líder sindicalista es consciente de las preocupaciones que él, como otros rivales de Mugabe anteriores a él, podría ser absorbido por el veterano partido en el poder, el Zanu PF de Mugabe, sin cambiar el curso de su nación, que, se mire por donde se mire, se está desintegrando.

“Los escépticos deben comprender por qué hemos hecho esto y que es la mejor manera de actuar para ocuparse de las cuestiones y los problemas de la transición en este ambiente político”, explicó Tsvangirai poco después de su toma de posesión.

“Hemos tomado esta decisión y lo hemos hecho sin estar obligados. Queremos que nuestros compañeros en el país, y fuera de él, se unan desde esta perspectiva. Es nuestra decisión. Dejemos que la historia juzgue esta decisión”.

Su toma de posesión cerrará casi un año de inestabilidad que comenzó el pasado mes de marzo, cuando Tsvangirai ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales, algo que fue recibido con una campaña de violencia política por toda la nación, mayoritariamente contra sus seguidores.

Con la esperanza de terminar con la violencia que se había cobrado la vida de 180 personas, Tsvangirai se retiró de la segunda ronda de votaciones, y dejó que Mugabe se declarase victorioso, unilateralmente, ya que fue el único candidato al que se podía votar, acto declarado como una farsa en todo el mundo.

Suráfrica impulsó el acuerdo de unidad, que fue firmado el 15 de septiembre, pero se estancó entre interminables conversaciones sobre cómo dividir entre los dos partidos, los principales ministerios, sobre todo el de Interior, que es el que controla las fuerzas de seguridad y la policía.

Esas preocupaciones finalmente se solucionaron cuando los dos partidos acordaron co-dirigir el ministerio de Interior y crear un nuevo Consejo de Seguridad Nacional, que permitirá a los partidos controlar las fuerzas de seguridad.

Pero los analistas se preguntan si semejante acuerdo puede funcionar con Mugabe, de 84 años, que ha gobernado Zimbabue desde su independencia, en 1980, y que no hace tanto que dijo públicamente “Zimbabue es mío”.

La toma de posesión de Tsvangirai simboliza una nueva era para el pueblo de Zimbabue, según Daniel Makina, un analista político de la Universidad de Suráfrica.

“Si el gobierno de inclusión tiene éxito o no, eso ya es otra cuestión”, sentencia.

Los retos a los que se enfrenta Zimbabue intimidarían hasta al más experto de los administradores.

Más de la mitad de la población necesita ayuda alimentaria de emergencia. El desempleo alcanza el 94 %. Sólo el 20 % de los niños van a la escuela, porque los profesores no cobran.

Los hospitales públicos están cerrados, y los médicos y enfermeras no cobran, las crisis de salud del país se agrava en un país donde 1.3 millones de personas tiene VIH/Sida y el cólera ha afectado a más de 70.000 personas desde agosto, matando a casi 3.500.

“Sólo esperamos que este nombramiento haga frente a la corriente en declive humanitaria y económica. Pero la pregunta que permanece es ¿en qué grado van a ser efectivos sus poderes?, se pregunta Makina.

(IOL, 11-02-09)

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