“Una coyuntura muy crítica”: Colombia, sus poblaciones afro y el movimiento

12/06/2017 | Entrevistas

El pasado 21 de mayo se celebró el Día de la Afrocolombianidad en recuerdo de la abolición de la esclavitud en Colombia, decretada ese día de 1851. Pese a la extinción de tan infame condición jurídica, los retos que afronta hoy la comunidad afrocolombiana son múltiples. Se trata de un grupo conformado por 4.316.592 individuos, el 10,61% de la población, según el censo de 2005, distribuidos en la geografía colombiana de una forma irregular, puesto que la región del Pacífico y el Caribe alberga el 76% de la población afrodescendiente del país (PNUD, 2000). En materia de indicadores muchas veces va a la zaga, pues, en 2009, el 45,5% de la población afrodescendiente estaba sumida en la pobreza, mientras el analfabetismo se registró en el orden del 20% en zonas urbanas y del 43% en las rurales, en 2003 (Defensoría del Pueblo).

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Américo Portocarrero Castro es docente de la Universidad Tecnológica de Pereira y de la Universidad Agraria Andina, y un reputado activista afrocolombiano que ha trabajado con el movimiento social afrocolombiano desde la infancia, en particular con el Movimiento Nacional Cimarrón. Conoció y trabajó con dos importantes dirigentes fundadores de ese movimiento, Eusebio Camacho, quien fue docente suyo en la escuela primaria, y luego con Juan de Dios Mosquera, que lo inició al frente de los movimientos étnicos de reivindicación de las comunidades negras de Colombia.

Dialogué con el activista, docente e investigador.

¿Cuáles son los retos y desafíos del movimiento afrocolombiano?

En términos generales el movimiento social afrocolombiano, a nivel latinoamericano, ha sido tomado como referencia porque fue uno de los primeros que se originó en América Latina. Sin embargo, después de la década del 80 y, luego de que se conquistaran a nivel constitucional derechos importantes, ese proceso comenzó a institucionalizarse y desde allí retrocedió. Por un lado, el movimiento social afro empezó a depender de los recursos del Estado y prácticamente se desmovilizó por completo. En estos momentos, si el Estado no dispone de los recursos, no hay organización que se reúna. Muchísima gente aprovechó, de manera personal y abusiva, una serie de espacios ganado para sus propias reivindicaciones, al contrario de muy pocos casos honestos. En estos momentos el movimiento social afro en Colombia asiste a una coyuntura muy crítica.

¿Cómo es el mundo de las organizaciones afrocolombianas?

Existen varias pero no hay ninguna que no haya tenido un primer contacto con el Movimiento Nacional Cimarrón. Han venido apareciendo otras en el Caribe que, pese a sus deficiencias, han logrado avanzar, lo mismo que Afrodes. Cada una toma lo suyo y apunta a trabajar desde lo local y regional. Lo que falta es un partido negro que se enraíce con la fuerza de los ya tradicionales. Entre los movimientos afrocolombianos no hay coordinación ni trabajo en conjunto.

¿Existe algún otro obstáculo importante para el movimiento?

El racismo es muy importante. Impregna el inicio de la dinámica nacional y es el que continúa reproduciéndose. Todas las iniciativas del movimiento negro en Colombia, desde la etnoeducación y otras, persiguen un mismo fin, acabar con las condiciones de exclusión y de miseria de gran parte de los afrocolombianos que tienen como origen el racismo. Sufren deficiencias en salud, en materia de servicios. Estos últimos son víctimas de enfermedades que para muchos ya han sido superadas, las estadísticas dan cuenta de la marginalidad en que vive gran parte de las poblaciones negras colombianas, sobre todo las del interior. Es un proceso que se replica en otros países de la región.

¿De qué forma se dieron progresos en materia afrocolombiana?

La Constitución de 1991 sirvió para lograr reivindicaciones de orden legal, una de ellas fue la Ley 70, que garantiza el blindaje de los territorios de comunidades negras como un experimento diferente en la historia política nacional. Sin embargo, esas comunidades ubicadas en los territorios de la Ley 70 se encuentran desplazadas en buena parte del territorio colombiano hacia el interior, porque la mayor parte de los afro en Colombia están ubicados en las regiones costeras, sobre todo en la zona del Pacífico. En estos momentos, la fuerza de las armas no permite que las comunidades puedan mantenerse en el territorio y fueron desplazadas de manera miserable y relegadas a vivir en el interior, como también las indígenas. Colombia registra un drama terrible, es una de las naciones que más población tiene en desplazamiento forzado. Alrededor del 80% de los desplazados proviene de los territorios de Ley 70, aparentemente blindados por esa norma. Dicha ley la capturaron algunos, los que han lucrado con ella en detrimento de otros que no supieron hacerlo.

¿Quién ejerce la violencia?

Colombia insólitamente ha sido caracterizado como un país de regiones. Eso quiere decir que más allá de una metáfora, de un relato nacional, lo que existen son historias locales, lo demás son invenciones de las élites con la pretensión de construir nación pero, en realidad, un país como el nuestro apenas está en proceso de construirse como tal. Es más grande el peso específico de las historias locales, regionales, que el de una verdadera historia nacional. Hasta 1980 fenómenos como la violencia política fueron considerados como nacionales pero la violencia afectó a un territorio específico, el área andina, siendo más marginal en la del Pacífico. Sin embargo, a partir de la década del 80, el Pacífico fue incorporado en la dinámica de la violencia ya que las FARC comenzaron a capitalizar y financiar su negocio de guerra política a través del narcotráfico. Entonces esa área se ha convertido en un infierno. Comenzaron los procesos de desplazamiento de población en el contexto de violencia.

¿Cómo se ha pensado Colombia?

Peter Wade ha escrito sobre el tema en su texto Gente negra. Nación mestiza. En Colombia, como en América Latina, después de la independencia, las élites iniciaron un relato de construcción de nación pensado en el contacto que habían tenido con Europa. Ellas pensaron Colombia como una gran nación blanca y con un proyecto político de blanqueamiento a través del cruce racial de indígenas y negros con los supuestamente blancos del país. Ellos no reconocieron ni la dinámica de la gente indígena ni de la negra, valores a partir de los cuales considerar relatos identitarios asociados al aporte de las comunidades indígenas y negras. Todo el aporte fue académicamente invisibilizado más allá de que físicamente era evidenciado en las características físicas de la población. Hubo un proceso de huida de lo que significaba ser negro e indígena y, a través de dispositivos, como la escuela fundamentalmente, se los acercó a lo que se consideraba la única herencia válida para construir una nación, la española.

¿Cómo se piensa el colombiano actualmente?

Dentro de los límites de la blanquitud, se siente más europeo, menos indígena y obviamente nada africano. Lo africano es signo para la mayor parte del pueblo colombiano de barbarie y de incivilidad. Con la Ley 70 la población negra conquistó un dispositivo político que fue la etnoeducación afrocolombiana y se aclara lo último porque los indígenas, antes de 1991, hablaban de etnoeducación pero desde su perspectiva. Lo que realmente surge como ganancia de la Constitución de 1991 es la emergencia de la etnoeducación desde la óptica de los pueblos negros.

¿Existen diferencias entre las comunidades afrocolombianas?

Si bien la población negra está distribuida en el Caribe, el centro y el Pacífico, su núcleo es el último. La costa caribeña fue intervenida por el discurso del blanqueamiento y, según Wade, muchos empezaron a construir categorías para huir de su cercanía con lo negro, pero no sucedió lo mismo en la costa del Pacífico. La gente de la última siempre se consideró colombiana pero rescató el lugar de África en su identidad. Fue desde el Pacífico cómo se logró incluir y afectar la Constitución con la idea de pensar Colombia no desde un lugar hegemónico, sino como un lugar nacional, del mestizaje y de la diversidad, sobre el cual pensar en formas alternativas de ser colombiano, en oposición a los discursos tradicionales de nacionalidad.

¿Entonces hay una redefinición de la colombianidad?

Lo nuevo es que se pensó a pensar Colombia desde el aporte africano y el de sus descendientes a la colombianidad. La cátedra de estudios afrocolombianos, de etnoeducación, tenía como metas, entre otras, poder incluir dentro de la mentalidad colombiana la idea de África como un lugar muy importante en la constitución de lo que hoy somos como colombianos. Esa cátedra ascendió con mucha fuerza pero, sin embargo, el mismo debilitamiento de las organizaciones negras ha impedido que sea consolidada con toda la fuerza con la cual nació. La ley que posibilita la cátedra de estudios afrocolombianos, como ley de etnoeducación obliga, entre otras cosas, por ejemplo, en que todas las instituciones colombianas educativas, públicas y privadas, e incluso la universidad, se tenga que trabajar en el currículum de las ciencias sociales, o como un espacio aparte, este tipo de contenido académico curricular que tiene como objetivo reivindicar el aporte africano a lo que somos como colombianos.

¿Se cumple este objetivo?

Hasta hoy las instituciones educativas, sobre todo el Ministerio de Educación, la Secretaría de Educación, tanto regionales, como departamentales, municipales, no han asumido la tarea de llevar a buen término semejante iniciativa.

¿La etnoeducación se lleva a todos los niveles educativos?

En el orden educativo, la ley obliga la etnoducación en la escuela básica pero no se ha conquistado en el nivel superior.

¿Cómo te auto-identificás?

Como afrocolombiano, pero a lo que hay que apuntar es a la construcción del concepto de afrolatinoamericanidad porque donde ha habido africanos en América Latina se los ha esclavizado acorde a la dinámica de la negritud en la región, de desprecio al negro. El concepto afrodescendiente se ha politizado demasiado, a mí me gusta más afro que plantea una posibilidad de inclusión y de nombrarse a uno mismo ya no con categorías utilizadas por el blanco (como negro) sino bajo la gama de diversidad existente en América Latina. Asimismo esta forma de autorepresentación plantea la idea de lucha, en efecto el germen del Movimiento Nacional Cimarrón fue llamado, de una forma emblemática, Soweto, y conforma un proyecto de vida.

Entrevista realizada por Omer Freixa

Fuente: El Economista

[Fundación Sur]


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