No se puede decir que no se sabía. Basta con citar The Economist y la BBC. 21 de abril de 21012: “En Yemen, hasta que los más pobres no comiencen a morir, lo más probable es que se les siga ignorando”. 7 de septiembre de 2015: “Las zonas bajo control de las tropas respaldadas por Arabia Saudita reciben regularmente alimentos y combustible, mientras que en las zonas controladas por los hutíes y los seguidores del antiguo presidente Ali Abdullah Saleh, sigue aumentando la penuria”. 15 de octubre de 2016: “Dos misiles saudíes cayeron sobre los asistentes a un funeral en Sana causando 140 muertos y más de 500 heridos. Y, finalmente, se habla de esa ‘guerra olvidada’”. 4 de abril de 2017: “En febrero, Naciones Unidas emitió una declaración oficial, la primera desde 2011, declarando el “estado de hambruna” en algunas regiones de Sudán del Sur, y “estado de riesgo de hambruna” en zonas de Nigeria, Somalia y Yemen”.
Como en los otros conflictos del Medio Oriente, el del Yemen es también extremadamente complejo. En 1962 se estableció en el norte del país la República Árabe de Yemen, y hubo luchas entro los monárquicos apoyados por Arabia Saudí y los republicanos apoyados por Egipto. En 1963 nació en el sur la República Democrática Popular del Yemen, primer régimen marxista árabe de la región. En 1990 Ali Abdallah Saleh, presidente del Yemen del Norte desde 1978, consiguió la unificación del país, lo que no impidió que en 1994 hubiera una guerra civil entre nordistas y sudistas. Desde la caída de Saddam Hussein en 2003 ha aumentado en la región la influencia chiita de Irán, a la que se opone en todos los conflictos del Medio Oriente el sunismo wahabita de Riad. Concretamente en Yemen, a partir de 2004 se intensificó la lucha de los chiitas de Yemen del Norte contra el gobierno de Sana. En 2012, la ONU obligó a dimitir a Saleh condenado por violación de los derechos humanos, y Abd Rabbo Mansour Hadi fue elegido presidente. A partir de 2013/14 se dieron simultáneamente dos conflictos. Por una parte Al Qaida reforzó su presencia en Yemen del Sur, hasta el punto que Estados Unidos decidió abandonar su embajada en Sana. Y al mismo tiempo los chiitas hutíes del norte, apoyados por partidarios del depuesto presidente Saleh, se enfrentaron al ejército yemenita y controlaron Sana desde septiembre de 2014.
En 2015 la guerra se hizo internacional. El 6 de febrero de 2015 los chiitas anunciaron la disolución del parlamento y la formación de una Junta provisional. El 26 de marzo del mismo año Arabia Saudita, al frente de una coalición de estados sunitas que defienden al presidente Hadi, lanzó su ofensiva por tierra y aire contra los chiitas hutíes. Desde entonces los aviones saudíes, con la asistencia tecnológica de norteamericanos y británicos, han bombardeado escuelas, mercados, mezquitas o infraestructuras económicas. El fuego cruzado ha dañado o reducido a escombros 70 centros sanitarios. Más de 600 clínicas han cerrado desde el inicio de la guerra civil. Y junto a la plaga de la guerra se ha añadido la del cólera. Con más de 8.500 casos de cólera, Sana declaró la semana pasada el estado de emergencia. Dominik Stillhart, director de operaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja declaró ayer 14 de mayo que han muerto 115 personas entre el 27 de abril y el sábado 13 de mayo’
Y como preveía The Economist en 2012, llegan ahora las numerosas declaraciones oficiales. Antonio Guterres, secretario general de la ONU: «Cada diez minutos un menor de cinco años muere en Yemen por causas que pueden ser prevenidas”. Robert Mardini, director del Comité Internacional de la Cruz Roja en Oriente: «La hambruna es una amenaza real”. José Graziano da Silva, director general de la FAO: “El hambre no solo mata a las personas, sino que contribuye a la inestabilidad social y también perpetúa el ciclo de pobreza y de dependencia de la asistencia que dura décadas”. Con las declaraciones han llegado igualmente las conferencias urgentes. La de Ginebra del 25 de abril logró movilizar 2.100 millones de dólares de forma urgente para acudir al rescate de la población yemení. Pero ¿les llegará esa ayuda a los que realmente la necesitan?
Cabe dudar, y así lo expresan indirectamente dos comunicados. El de Alexander Ventura, coordinador de emergencia de Médicos Sin Fronteras: “Los puertos y los aeropuertos deben ser reabiertos y el personal internacional debe poder acceder al país. La obstrucción deliberada de la ayuda humanitaria restringiendo las importaciones, provocando retrasos en las aduanas, confiscando suministros vitales, denegando visados internacionales o permisos de trabajo deben terminar». Y el de Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para Refugiados, en su rueda de prensa en el aeropuerto de Sana: “Los hombres armados y aquellos que tienen poder e influencia en el Yemen y las capitales regionales e internacionales socavan cada esfuerzo posible para evitar una hambruna totalmente prevenible”. A buen entendedor pocas palabras. Las capitales regionales son Teherán y Riad, y las internacionales son Washington y Londres.
Precisamente, a la espera de la próxima visita de Trump a Riad a finales de mayo, un asesor del ministro de Defensa saudita que visitó Washington en marzo habló de la coincidencia de pareceres sobre la “expansión iraní en la región”. Y el mismo Trump, hablando de su futura visita afirmó que «allí se sentará una nueva base de cooperación con nuestros aliados musulmanes para combatir el extremismo, el terrorismo y la violencia». ¿Los incendiarios convertidos en bomberos?
Ramón Echeverría