La diferencia entre racismo y colorismo

20/02/2017 | Opinión

El color de la piel importa (color matters) porque somos una especie visual y nos respondemos unos a otros basándonos en la forma que tenemos físicamente. Si a esto añadimos, la creencia de que «lo semejante atrae a lo semejante» que la mayoría de la gente alberga, y los prejuicios raciales que los seres humanos han atribuido a ciertos colores de piel, llegamos a la sociedad actual, donde el color de la piel se convierte en un hecho significante cargado de identidad y valor. En los Estados Unidos en particular, donde tenemos una población extremadamente diversa, la raza todavía importa, pero el color es importante también.

En el siglo XXI, a medida que Estados Unidos se va haciendo menos blanco y la comunidad multirracial, formada por las uniones interraciales y la inmigración, continúa expandiéndose, el color es aún más significativo que la raza en las interacciones públicas y privadas. ¿Por qué? Debido a que el color de la piel de una persona es un hecho visual irrefutable que es imposible ocultar, mientras que la raza es una clasificación construida de forma casi científica que no siempre es visible.

El hecho es que nuestras limitadas categorías raciales oficiales en los Estados Unidos: negro, blanco, indio americano, asiático y nativo hawaiano, se están debilitando bajo el peso de nuestra población multifacética, étnicamente diversa y fenotípicamente ambigua. Una conversación sobre «raza» ya no es suficiente cuando nuestro exprimer presidente negro tiene una madre blanca, el golfista Tiger Woods es un «cablinasian» (1), y una mujer blanca llamada Rachel Dolezal reclama una identidad negra sin tener ninguna ascendencia africana. La discusión tiene que estar mucho más matizada e introducir categorías más allá de blanco y negro.

Mientras tanto, el color de la piel continuará siendo el criterio más obvio para determinar cómo será evaluada y juzgada una persona. En este país, debido al racismo, profundamente arraigado, ya sabemos que la piel oscura es demonizada y la piel clara gana el premio. Y eso ocurre precisamente porque este país se construyó sobre los principios del racismo. No se puede afirmar que si el racismo no existiera, una discusión sobre los diversos tonos de piel sería simplemente una conversación sobre estética. Pero ese no es el caso. El privilegio de una piel clara sobre la oscura está en la raíz de un mal llamado colorismo.

Lo curioso es que la palabra “colorism” (en inglés) ni siquiera existe. No oficialmente. Aparece “subrayada” en la pantalla del ordenador. No aparece en el diccionario. La autora y activista, Alice Walker, es la persona a la que se le atribuye el uso, por primera vez, de la palabra colorismo, tanto de palabra como impresa. En un ensayo que apareció en su libro de 1983, “In search of our Mother’s Gardens” (En busca de los jardines de nuestras madres), Walker definió el colorismo como el «tratamiento perjudicial o preferencial de personas de la misma raza basado únicamente en su color». La preferencia por la piel clara ha sido una práctica común en las comunidades negras desde hace generaciones, pero Walker le dio un nombre y lo señaló como un mal que debe ser detenido para que los afroamericanos progresen como pueblo.

Pero los americanos negros no son las únicas personas obsesionadas con la piel clara u oscura de una persona. El colorismo es un mal social que se evidencia en muchos lugares del mundo, incluyendo América Latina, Asia oriental y sudoriental, el Caribe y África. Aquí en los Estados Unidos, debido a que somos una población tan diversa, con ciudadanos procedentes de todos los rincones de la tierra, nuestro colorismo es tanto nacional como importado. Y no se equivoquen, los americanos blancos son tan «coloristas» como sus hermanos y hermanas “marrones”.

manos.jpgShankar Vedantam es el autor del libro, The Hidden Brain (el cerebro oculto): cómo nuestras mentes inconscientes eligen presidentes, controlan mercados, guerras de salarios y salvan nuestras vidas. Como reportero científico para The Washington Post, Vedantam investigó sobre el color de la piel y cómo incluso los pensadores progresistas más liberales, aún muestran una clara tendencia hacia la piel menos oscura. En 2010 declaró a The New York Times: «docenas de estudios de investigación han demostrado que el tono de la piel y otras características raciales juegan un poderoso papel en quién triunfa y en quién no. Estos factores determinan, de forma regular, quién es contratado, quién es condenado y quién es elegido».

A pesar de que la palabra colorismo no existe, investigadores y estudiosos están actualmente rastreando su existencia. Un estudio de la Universidad de Georgia de 2006 encontró que los empleadores de cualquier raza prefieren a los hombres negros de piel clara a los hombres negros de piel oscura, independientemente de sus calificaciones. La socióloga Margaret Hunter escribe en su libro Race, Gender and the Politics of Skin Tone (raza, género y políticas sobre el tono de piel) que los mexicoamericanos con piel clara «ganan más dinero, completan más años de educación, viven en mejores vecindarios y tienen mejor salud mental que los de piel más oscura». En 2013, los investigadores Lance Hannon, Robert DeFina y Sarah Bruch probaron que las estudiantes de raza negra con piel oscura tenían tres veces más probabilidades de ser suspendidas, en la escuela, que sus homólogas afroamericanas de piel clara.

Basta con decir que la salud, la riqueza y las oportunidades de éxito en este país se ven afectadas por el color de la piel, a veces independientemente de su origen racial. Incluso las personas blancas de tonos más oscuros tienen experiencias diferentes a las de sus homólogos caucásicos de tonos más claros cuando se trata de acceso y recursos. El colorismo está tan profundamente arraigado en el tejido de esta nación que todos estamos implicados e infectados por su presencia. Y lo triste es que para muchas personas las nociones sobre las diferencias del color comienzan en el hogar.

En familias negras, familias latinas, familias afroamericanas, familias asiático americanas y, obviamente, interraciales, los colores de la piel pueden variar en gradientes microscópicos o en tonos obvios de diferencia. Afortunadamente, muchos padres son capaces de crear un espacio seguro en el hogar donde las diferencias de color de piel sólo importan cuando es el momento de comprar protector solar para la playa. Pero con demasiada frecuencia, la omnipresencia de una jerarquía del color en el mundo exterior penetra en el hogar y se convierte en parte de las enseñanzas implícitas y explícitas en la crianza de los hijos.

Eso no quiere decir que la solución para resolver nuestro problema sobre el color se encuentre en el hogar, pero ahí es precisamente donde la conversación debe comenzar. Desde el primer día, los padres de todos los colores deben comenzar a celebrar las diferencias de color en el espectro humano en lugar de alabar a uno sobre el otro. Entonces, podremos tener un diálogo más público y multicultural sobre el problema global del colorismo y trazar el camino hacia su necesaria desaparición.

Lori L. Tharps

(1) Término acuñado por Tiger Woods para definir su ascendencia, mezcla de caucásico, negro americano, indio americano y asiático.


* Lori L. Tharps es profesora asociada de periodismo en la Universidad de Temple y autora de “Same Family, Different Colors”.

** Texto adaptado de “Same Family, Different Colours: Confronting Colorism in America’s Diverse Families” por Lori L. Tharps (Beacon Press, 2016). Reimpreso con el permiso de Beacon Press.

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