El domingo 18 de diciembre un comando terrorista de Daesh asesinó en Karak, Jordania, a diez personas, entre la cuales una turista canadiense. Al día siguiente Monseñor Maroun Lahham, vicario patriarcal para Jordania del patriarca latino de Jerusalén anunció que en señal de solidaridad con las víctimas y de luto por el dolor que el ataque ha provocado en el país, los obispos católicos de Tierra Santa habían pedido que se suprimieran los festejos que tradicionalmente acompañan la celebración navideña de la pequeña, alrededor de un 5% de la población, comunidad cristiana jordana. Al día siguiente, lunes 19, se producía otro atentado revindicado por Daesh en un mercadillo navideño en Berlín. El balance cuando escribo estas líneas es ya de 12 muertos y unos cincuenta heridos, algunos muy graves. Tras un día de duelo, los alemanes han decidido no dejarse vencer por el miedo y continuar con sus costumbres navideñas, aunque con una mayor vigilancia de la policía.
Hacía ya tiempo que los servicios de seguridad temían ataques terroristas durante el período navideño. Atentar allí donde se dan aglomeraciones le sirve bien a Daesh para crear el pánico, sembrar la división, hacerse todavía más visible y temible. Pero ¿por qué precisamente en Navidad?
María, madre de Jesús (Isa) es uno de los personajes más mencionados y encomiados en el Corán, y las azoras 3 y 19 hablan abundantemente de la anunciación, concepción virginal y nacimiento de Jesús, aunque con un estilo y conceptos que recuerdan a los de los evangelios apócrifos. Numerosos comentaristas musulmanes del Corán opinan que María fue casi la mujer perfecta, la mejor de todos los tiempos. Y en cuanto a Jesús, mencionado 27 veces por su nombre en el Corán y 8 como “Mesías”, los musulmanes lo reconocen como uno de los mayores profetas, a quien Dios dio una Escritura, el Evangelio. Pero desde la misma perspectiva musulmana, los cristianos han tergiversado el sentido del Evangelio y han sido infieles a Jesús al elevarlo a la categoría de Hijo de Dios. La página web Le Journal du Musulman se hacía tres preguntas a propósito de la Navidad del año 2012: “¿Es ésa fiesta realmente cristiana? ¿Es el aniversario de Jesús? ¿La habría aprobado Jesús?”
Las dos primeras preguntas no molestan a la inmensa mayoría de los cristianos. De hecho la Navidad refleja y motiva un aspecto esencial de la vivencia cristiana, la “encarnación”: Enraizados en un pasado precristiano que asumimos, estamos llamados a revivir nuestra vivencia en todas y en cada una de las culturas humanas. Jesús era judío aunque la inmensa mayoría de los cristianos ya no lo sean, y siguiendo una costumbre romana celebramos su nacimiento en el día en el que los romanos festejaban el nacimiento del dios del sol, de origen persa, Mitra.
Queda la que será siempre la pregunta de más actualidad, y que todo cristiano debe ponerse a diario: ¿Lo habría aprobado Jesús? Los villancicos y los belenes, las luces y los mercadillos, los langostinos, el pavo y los turrones… ¿sirven para expresar la alegría bulliciosa de la Navidad? ¿O para ocultar, ahora que ya no la llaman Navidad sino “fiestas de fin de año”, su significado tan humano y exigente? ¿Podría decirse que ha desaparecido la Navidad cristiana ahora precisamente que se festeja en casi todos los países? En Japón celebran la Navidad, día romántico y de paz, con pasteles y pollo frito, y con la llegada de “Mister Santa”. En Taiwan se han puesto de moda los “gorros de Santa Claus”. Y puesto que los chinos producen buena parte de las decoraciones navideñas que se venden en el mundo, es normal que también cada vez más las utilicen ellos, y no sólo en Hong Kong. ¿Lo habría aprobado Jesús?
Seguramente que sí. Ya en su tiempo lo trataron de borrachingas porque asistía a bodas y banquetes. Y es que, él que tanto sufría con el pueblo ¿cómo no iba a aprobar cuando éste encontraba una ocasión de evadirse y disfrutar un poco en este “valle de lágrimas”? Jesús habría aprobado el bullicio en el mercadillo de la Breitscheidplatz de Berlín. Jesús sí, pero los islamistas del Daesh no.
En su versión milenarista de un islam wahabita, los seguidores del Estado Islámico se oponen a la música, al deporte, al tabaco, a todo lo que parezca desviar la voluntad del creyente de la lucha en favor del dominio mundial del Islam. Ellos se sienten los únicos auténticos musulmanes. A los otros musulmanes, si son sunitas los consideran « apóstatas », y si son chiitas « herejes ». Y los no musulmanes o son “judíos” o son “cruzados”. El pasado 12 de diciembre se negaron a festejar el nacimiento de Mohamed, “Mawlid an-Nabi”, alegando que, respecto al auténtico Islam, el de los primeros seguidores de Mohamed, festejar su nacimiento es una innovación reprensible. ¿Cómo iban pues a aceptar la celebración del nacimiento de Jesús, por muy gran profeta que fuese, y menos aún una celebración en la que se consumen salchichas de Frankfurt acompañadas con un buen vaso de “Glühwein”, vino caliente?
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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