Cárceles africanas , por Bartolomé Burgos

13/12/2016 | Bitácora africana

Las cárceles en África no son tan aterradoras como suelen serlo en Europa o América, aunque con frecuencia escaseen los recursos y los alimentos.

¿Conoces alguna cárcel africana?

Si, durante varios años fui capellán en la cárcel de Juba, en donde cumplían condena hombres y mujeres, aunque en sectores separados. Entre los hombres sólo los condenados por delitos de sangre o quienes habían intentado fugarse estaban encadenados y encerrados en celdas. Los demás pasaban el día en un enorme patio, separado del exterior por muros elevados.

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En la prisión de Juba había también algunos dementes, ya que no había otro lugar donde internarlos.

¿Cuáles eran las condiciones de vida en la prisión?

Concretamente en la de Juba, en la década de los 90, las condiciones de vida eran muy difíciles; pero eran difíciles para toda la población de una ciudad sitiada por la guerra.

En muchas cárceles africanas los reclusos cultivan sus propios alimentos. Las familias que pueden permitírselo llevan alimentos a sus familiares encarcelados.

¿Juegan las cárceles africanas funciones educativas?

Suelen ofrecer oportunidades de educación, sobre todo para jóvenes. Por ejemplo, en el centro correccional de Boane, cerca de Maputo en Mozambique, un misionero imparte clases a los reclusos que desean beneficiarse de esta oportunidad.

Las clases se imparten en una nave inmensa, con muros agrietados y techo de uralita, que hace de comedor, capilla, sala de reuniones, y aula de cualquier materia.

Al Padre Antonio suele acompañarle una señora de edad madura que asegura la presencia materna entre estos jóvenes reclusos.

Dices que la sala sirve también de capilla; ¿Tienen los reclusos servicios religiosos?

Las cárceles africanas suelen tener un capellán, o varios si son varias las confesiones religiosas. En la prisión de Juba casi la totalidad de los reclusos eran católicos o protestantes anglicanos. Cuando el capellán anglicano oficiaba en el sector de las mujeres, yo lo hacía en el de los hombres y viceversa.

¿Hablaban todos los reclusos la misma lengua?

Ni mucho menos, y ese era un problema serio. En la cárcel de Juba, como suele ocurrir en casi todas las cárceles de África, los reclusos pertenecían a etnias varias, con lenguas diferentes. Entre ellos se entendían en una lengua incipiente que llamaban “árabe de mercado”. El vocabulario era de origen árabe, pero la estructura de la lengua se parecía al inglés.

Solían leer cada una de las lecturas en varias lenguas y el resto de la celebración de la misa lo hacíamos “en árabe de mercado”. La celebración duraba bastante pero no se impacientaban, ya que no tenían a donde ir, y en la celebración religiosa encontraban consuelo. Casi todos los reclusos asistían a los oficios religiosos.

Autor

  • Bartolomé Burgos Martínez nació en Totana (Murcia) en 1936. Sacerdote miembro de la Sociedad de Misiones de África (Padres Blancos), es doctor en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma, 1997. Enseñó filosofía en el Africanum (Logroño), en Dublín y en las ciudades sudanesas de Juba y Jartum. Fue fundador del CIDAF (Centro de Información y Documentación Africana) a finales de los setenta, institución de la que fue director entre 1997 y 2003.

    Llegó a África con 19 años y desde entonces ha vivido o trabajado para África y ha visitado numerosos países africanos. De 2008 a 2011 residió en Kumasi, Ghana, donde fue profesor de filosofía en la Facultad de Filosofía, Sociología y Estudios Religiosos de la Universidad de Kumasi. Actualmente vive en Madrid y es investigador de la Fundación Sur.

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