Orgullo afrodescendiente en Brasil. Zumbi y Palmares, por Omer Freixa

23/11/2016 | Bitácora africana

El 20 de noviembre Brasil ha estado de fiesta, o una parte. Se ha conmemorado la memoria y la gesta del líder del Estado más grande que haya existido de esclavizados africanos alzados en la historia, Zumbi do Palmares y el reino que miles cimentaron, en el siglo XVII. Hoy Brasil tiene 100 millones de afrodescendientes, casi la mitad de su población y es la segunda nación en el mundo con mayor población afro, tras Nigeria. El día 20 de noviembre se celebró el Día de la Conciencia Negra. Esta efeméride hunde su explicación en un aspecto que el racismo siempre le ha negado al africano, su iniciativa, para el caso la posibilidad de resistir a la esclavitud en un país al que entre principios del siglo XVI y hasta 1888, como en muchos otros lugares de América durante el colonialismo (y también tras él), ingresaron unos nueve millones de esclavizados. Esta celebración hoy es recordada mediante feriados en distintos Estados y ciudades de la República Federativa.

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El mito de armonía colonial, pregonado por el luso-tropicalismo, de los portugueses como artífices de una sociedad sin tensiones (heredada luego de 1822, año de la independencia), ha generado que las revueltas de esclavos no hayan merecido la consideración de los estudiosos por mucho tiempo. En Brasil se explicó que, a diferencia del díscolo indígena, el africano esclavizado no resistió su condición y por tal motivo fue idóneo para las tareas más duras. Sin embargo, quienes apelan a esas explicaciones pierden de vista que los indígenas fueron diezmados por la Conquista y que el africano prontamente reemplazó esa mano de obra, como en todo el Nuevo Mundo.

Entonces, pese a lo que narró una historia armónica, del mito de Brasil como una “democracia racial”, la historia del africano en Brasil (y en América toda) debe ser presentada como un relato de insurgencia, de resistencia sostenida en el tiempo (que continúa hoy, aunque la esclavitud legal no exista más). En el pasado se resistió la esclavitud mediante varias tácticas: rebeliones, revueltas, huidas en masa o individuales, suicidios, sabotajes al amo, negociaciones, etc.

Los cimarrones, esclavos fugados en época colonial, abundaron en los anales de la esclavitud americana. Todas las rebeliones contribuyeron en distinto grado a debilitar y acabar este flagelo. Tal vez el caso más paradigmático sea el de Haití, en donde esclavizados, por sus propios medios, abolieron la esclavitud y en el ínterin vencieron a la poderosa Francia, alcanzando su emancipación y convirtiéndose en la primera República negra del planeta. Ese proceso comenzó con una gran revuelta esclava en 1791 y es solo un ejemplo de las tantas revueltas antiesclavistas en el Nuevo Mundo. Otra de las Antillas, Cuba, presenta dos casos interesantísimos: uno en 1812 y otro en 1844. Donde hubo africanos, hubo rebeliones. La lista puede seguir, en efecto sería interminable, pero la efeméride de un día como hoy obliga a centrarse en Brasil y la experiencia del Quilombo de los Palmares.

Resistencia prolongada

El caso de la nación más grande de Sudamérica, en donde la esclavitud fue resistida desde muy temprano, remite a la presencia de los quilombos, comunidades de esclavizados fugitivos, que en una de las lenguas provenientes de Angola (importante región proveedora en el pasado) significa “casa en los bosques”. Sus pobladores recibieron el nombre de quilombolas. De todos modos, se dieron otros alzamientos que no testimoniaron la erección y lucha de estas comunidades, como la serie acaecida en la capital de la colonia lusitana hasta 1763, San Salvador de Bahía, entre 1807 y 1835, una revuelta de esclavizados africanos islámicos, de carácter urbana.

Pero la revuelta esclava más larga de la historia fue la que sostuvieron africanos alzados en Pernambuco buena parte del siglo XVII y se convirtió en el germen de una verdadera República negra en el corazón del dominio colonial portugués, el Quilombo de los Palmares (1630-1695), un período en el que toda la región se sacudió por un espacio extensísimo, más que el de la muy estudiada rebelión esclavista de Espartaco, que conmovió por año y medio a la República romana en el siglo I antes de nuestra era.

La experiencia de Palmares muestra el valor tenaz de un grupo enorme de esclavizados que resistió al colonizador, y que se formó producto de la fuga de varios grupos de éstos que, aprovechando la confusión por la invasión holandesa, optaron por huir de sus amos con destino a la Serra da Barriga, en el actual Estado de Pernambuco, donde instalaron el citado Quilombo. Este espacio permitió a sus moradores recrear sus diversas tradiciones, hablar múltiples lenguas, sin ninguna injerencia del blanco, en una prolongada experiencia marcada por una variable común y fundamental: la libertad. Palmares fue una Troya Negra, asediada durante décadas por ejércitos portugueses y holandeses, a los que resistió en forma heroica bajo el liderazgo de su valiente caudillo, Zumbi do Palmares, sobrino del fundador y originario de la primera revuelta, Ganza Zumba, a quien el primero asesinó. El líder del Quilombo hasta su final, considerado inmortal por sus seguidores, fue elegido por su valentía y su férreo carácter como conductor del espacio al cual sabiamente supo infundirle disciplina y orden. Por ejemplo, los delitos de sangre eran castigados con la pena máxima.

Esta República negra, una conjunción de numerosas aldeas, llegó a albergar a más de 20.000 habitantes y representó la tercera parte del territorio de la metrópoli, en el momento en que Brasil fuera el mayor productor de azúcar del planeta. Por décadas, varios ejércitos enviados no pudieron doblegar la tenacidad y el valor de los defensores, características remarcadas en los testimonios de los invasores, situación que mantuvo en vilo a las autoridades portuguesas durante toda la existencia de esta República rústica, pero novedosa y excepcional del siglo XVII, organizada a la usanza de muchos de los Estados africanos contemporáneos.

Si bien Palmares resistió, una decisión final se tomó en 1687 cuando el gobernador de la Capitanía General de Pernambuco suscribió un convenio con el temible bandeirante paulista, Domingos Jorge Velho, el cual fue ratificado en 1693. Se aproximaba el fin del Quilombo. La primera incursión de la nueva fuerza invasora fue un rotundo fracaso que lo hizo recapacitar y, por ende, formó un ejército más nutrido, de 7.000 hombres y hasta le aportó varios cañones. Muy importante resulta agregar que buena parte de esta nueva fuerza fue integrada por bandeirantes y capitão do mato, profesionales, rudos y versados en la caza de originarios y esclavos prófugos.

El sitio final se extendió por espacio de dos meses en condiciones muy desparejas, cuando el predominio armamentístico portugués fue muy superior. Zumbi y varios de sus colaboradores no tuvieron más remedio que escapar. Algunos perecieron durante la fuga y otros fueron capturados, y vendidos como esclavos mientras otros ajusticiados. Entre estos últimos, por vía de la traición, se contó el líder de Palmares, el cual fue degollado y su cabeza colocada como escarmiento en la plaza pública de Recife, capital de la Capitanía General. La reprimenda fue feroz. En efecto, uno de los capitanes que dirigió el gran ejército reunido retornó con casi cuatro mil pares de orejas de los sublevados reprimidos.

Resistencia sin fin

Zumbi fue ajusticiado el 20 de noviembre de 1695. Restos de los habitantes del Quilombo fundaron nuevas comunidades cerca de las aldeas originales y continuaron la resistencia, algunos hasta entrada la década de 1730, más al norte de Pernambuco. Por otra parte, cuando el eje de la economía colonial se desplazó del nordeste azucarero a la región de Minas Gerais (gracias a descubrimientos mineros a finales del siglo XVII y principios del siguiente), los esclavistas afrontaron rebeliones y fugas de sus esclavizados, temiendo la formación de un nuevo Palmares, pero el más grande (Ambrósio), no albergó nunca más de 10.000 habitantes y duró menos que el del siglo anterior, de 1725 a 1746. Como sea, los quilombos fueron una constante y un dolor de cabeza para los amos y la autoridad en Brasil, cuando se destruía uno, al rato aparecía otro. Los hubo por centenas, pero muchos siquiera dejaron documentación para conocer de su existencia. En general, fueron reducidos y de existencia no muy prolongada, caso contrario hubieran llamado al instante la atención de las autoridades, como el de los Palmares.

En 1695 acababa después de casi 70 años la experiencia gloriosa del Quilombo de los Palmares, pero desde aquel entonces nació la leyenda de la cual se enorgullecen africanos y afrodescendientes en el presente. El Día de la Conciencia Negra celebra y recuerda la gesta de Zumbi y su gente, fecha que fuera movida al 20 de noviembre tras ser la de abolición de la esclavitud en Brasil, el 13 de mayo. El país carga con el estigma de ser el último país americano (y uno de los últimos del mundo) en haber abolido la esclavitud, mediante la Ley Áurea, en 1888. A diferencia de la gesta de Zumbi, la abolición de la esclavitud fue promovida desde el poder y en forma tardía, por eso el traslado de fecha de la efeméride. Para los afrobrasileños Zumbi es un emblema de lucha, de resistencia, una muestra de orgullo que recuerda que un mundo mejor es posible para este grupo que hoy día carga con el estigma de haber sido sus antepasados esclavizados y que siempre resulta discriminado frente a los brasileños blancos.

Original en : Blogs de El País – África no es un país

Autor

  • Historiador y escritor argentino. Profesor y licenciado por la Universidad de Buenos Aires. Africanista, su línea de investigación son las temáticas afro en el Río de la Plata e historia de África central.

    Interesado en los conflictos mundiales contemporáneos. Magíster en Diversidad Cultural con especialización en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF).

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