¿ Somos responsables? , por Rafael Muñoz Abad

14/06/2016 | Bitácora africana

Si calificamos a nuestros dirigentes de irresponsables y ellos emanan de nosotros, tengo el firme convencimiento que reflejan la sociedad en la que vivimos. Hipócrita e infantil. Desde este humilde asomadero en lo relativo a cuestiones africanas se ha comentado ya varias veces las consecuencias que nos iban a traer el chapucero derrocamiento del regimen de Muamar el Gadafi y, lejos de hacer apología de este, considero la solución una herencia nvenenada que ya estamos pagando.

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El manual cartesiano de la CIA y las agencias de seguridad para con los procesos de descolonización se hilvanó entorno a títeres que aseguraran los intereses de las metrópolis en sus antiguas fincas africanas. Los Hassan II, Félix Houphouët-Boigny – El viejo -, Mubarak o Mobutu, representan los alfiles de occidente para con los “negritos buenos”…Después están los “parias” en las caras de Nasser o el tarado de Idi Amín; cerrando la lista los no alineados capitaneados por el tito Gadafi. Libia, en palabras de Reagan, pasó de ser la casa del diablo donde se daba cobijo al terrorismo internacional a convertirse, en su última etapa, en un estado “amigo” del patio mediterráneo europeo. ¿Entonces?; entonces la cornisa norteafricana pilló un resfriado emocional y aquel esperpento llamado Primavera árabe, que sirvió para que algunos
periodistas – yo no lo soy – aprendieran algo de geografía, supuso el derrocamiento del granítico regimen tunecino; que Egipto se tambaleara y Libia quebrará. Túnez confirmó que es el estado árabe más laico y el ejército egipcio, controlado desde Washington, tomó la calle hasta tener un presidente amaestrado. La sangre vino en Libia. Las agencias de seguridad occidentales vieron la oportunidad de librarse de Gadafi y catalizaron la guerra civil.

Libia, que es un estado fraguado en el derecho consuetudinario de las tribus y armado en lo convencional hasta las barbas, se descosió en un enfrentamiento fraticida. Los enormes arsenales se vaciaron y el país se trufó en facciones que, a golpe de kalashnikov, crearon un reino de taifas donde los señores de las armas han “evolucionado” hasta los señores del petróleo. Jefecillos locales que directamente negocian los fletes del crudo y que incluso cuentan con brokers en la city londinense. ¿Me lo explican? El Reino Unido tiene tanto que explicar…

La consecuencia es un estado a la deriva en la panza del sur de Europa. Un vacío de gobierno en el que se han colado las “embajadas” del Estado islámico y otras muchas caras relacionadas con el integrismo. Pero aún hay más. El profundo y despoblado sur [libio] es el pasillo que se conecta al corredor del Sahel. La arteria por donde se distribuye la droga procedente de Sudamérica que previamente entró por Bissau, Gambia y Senegal. Armas, cocaína y tráfico de personas, se benefician del vacío libio.

¿Somos responsables de la tragedia humanitaria que se está viviendo el Mediterráneo? Sí en mi opinión. La ausencia de un ejecutivo sólido y responsable enbTrípoli facilita el trabajo a las mafias. Agencias de embarque que están detrás del drama de los ahogamientos. Y, para añadir si cabe mayor grado de complejidad, ya no sólo se trata en exclusiva del flujo migratorio subsahariano si no de las oleadas de desgraciados que huyen de Siria y ven en Libia el puerto de embarque hacia El Dorado europeo. Esto dará para mucho más; así que aún vamos a llevarnos algún disgusto más derivado del
torpe derrocamiento de Gadafi.

CENTRO DE ESTUDIOS AFRICANOS DE LA ULL

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

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