Buhari y 500 naira el «congo» de arroz

9/03/2016 | Opinión

Si el propósito de gobierno es facilitar la vida de las personas, entonces es el momento para el presidente Muhammadu Buhari de sentarse y encontrar realmente soluciones a la creciente inflación y las dificultades económicas de los nigerianos. Si el propósito del gobierno es crear un ambiente que permita una vida diaria digna a las personas, entonces es el momento para el presidente Buhari de despertarse y medir sus esfuerzos hasta el momento. Ya es hora de hacer un alto, dar un paso atrás, mirar hacia adentro, evaluarse a sí mismo y sus políticas y presentar un plan realista para poner fin a la espiral decadente de la economía del país.

Hace seis meses, el presidente Buhari llevaba sólo tres meses en el tajo. Estaba asentándose en el cargo. En ese momento, muchos nigerianos esperaban que fuera a desplegar las políticas a seguir por su administración. Había grandes expectativas. Hubo emoción en el sistema de gobierno. En ese momento se cumplían también tres meses de la expulsión del presidente Goodluck Ebele Jonathan (GEJ) de Aso Rock y su huida a Otuoke. En ese tiempo, el «congo» de arroz se vendía por sólo 220 naira.

Seis meses atrás, estaríamos refiriéndonos de manera específica a agosto de 2015, en ese momento, un «congo» de Gaàrí se vendía por sólo 50 naira; en octubre del mismo año el precio era de 80 naira; las habas «Neat beans» (Èwà), consideradas como las de mejor calidad en su género costaban solamente 200 naira, y en octubre del año pasado el precio se elevó a 300 naira; un galón de cuatro litros de queroseno costaba 450 en agosto de 2015 y se situaba a 480 en octubre del mismo año; y una pequeña botella de agua mineral de la marca Eva costaba 200 naira en agosto de 2015. Hace seis meses, en la misma fecha, podíamos comprar pan en el mercado por 50 naira. Hace seis meses, estaba en el cargo el presidente Buhari.

Al momento de escribir este artículo los precios de mercado de los productos identificados anteriormente y el porcentaje de aumento son los siguientes:

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Cualquiera que esté familiarizado con la rutina de alimentación de los nigerianos sabe que los alimentos enumerados anteriormente y el queroseno para cocinar son esenciales para nuestra supervivencia como pueblo. Todo tipo de delicias para los nigerianos giran en y alrededor de los alimentos mencionados. Hemos dejado deliberadamente de lado el ñame y el plátano porque, a excepción de los que viven en las granjas, y no todos ellos, esos alimentos pueden ser muy costosos para los que residen en Lagos, Ibadan, Benin, Enugu, Port-Harcourt, Calabar, Kano, Kaduna, Abuja y otras grandes ciudades.

Buhari.jpgConcedamos que este gobierno es bastante nuevo y no es capaz de hacer mejoras rápidas en las vidas de los nigerianos, pero esa excusa sólo podría ser sostenida hasta cierto punto. Si la administración de Buhari no pudo tener un impacto positivo inmediato en la vida de las personas, al menos tendría que ser capaz de parar la regresión y la degeneración de la calidad de sus vidas. La única variable relevante en esta ecuación sería una mano firme en los resortes de gobernanza que el Presidente no ha sido capaz de proporcionar.

La mayor amenaza para la existencia o supervivencia de un país es la comida. Cuando se pone al hombre común o al pobre en una posición en la que ya no puede pagar los alimentos básicos, especialmente los que se supone que son los más baratos, entonces es el principio del fin de tal país y sus habitantes. Todos nosotros sabemos que un hombre hambriento es un hombre enojado. Uno no necesita predicar este aforismo a la administración Buhari y a sus lúcidos líderes. Si tienen algún consejo para su jefe, este es el momento de darlo.

La forma como el presidente Buhari se pasea por todo el mundo, agotando los escasos recursos del país, no muestra que tenga sus prioridades bien ajustadas. No ha convencido a los nigerianos de que el «Cambio» por el que votaron vaya a realizarse. Las declaraciones de «guerra contra la corrupción» en las páginas de los periódicos sin ningún resultado concreto que pueda ser anunciado a los nigerianos pronto podrían perder su brillo. Sólo serían eficaces durante un tiempo. Los nigerianos están cada vez menos entusiasmados con el alboroto acerca de la guerra contra la corrupción. Esto se debe a que, al final del día, cuando uno está hambriento lo le importa nada más.

Todos estamos en contra de la corrupción. Queremos que los que han saqueado nuestra riqueza sean llevados a juicio. Queremos que nuestra riqueza robada sea recuperada. Pero esto no es lo único que el gobierno podría hacer. Este es un gobierno por el amor de Dios. El gobierno no es una entidad de una sola persona. Lo abarca todo. Sus brazos son largos y podrían llegar a cualquier lugar que quisieran. Se puede y debe ser capaz de realizar varias tareas. La guerra contra la corrupción podría llevarse a cabo sin que otros ámbitos de gobierno sean descuidados. Como algo análogo a un hombre, que debe ser capaz de caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Tiene que haber una relación fundamental entre la lucha continua contra la corrupción y la mejora de la vida individual de los nigerianos.

Para un gobierno que conoce sus herramientas, la lucha contra la corrupción no debería ser una excusa para una ineptitud asqueante. La lucha contra la corrupción no debe ser una excusa para la incompetencia. La lucha contra la corrupción no debe ser una excusa para el despilfarro. La lucha contra la corrupción no es una excusa para timar (disculpas a Pío Adesanmi). Luchar contra la corrupción no es una excusa para el estancamiento en otras áreas de gobierno. No es una excusa para la confusión y la parquedad de ideas. No es una excusa para la falta de propósito. La lucha contra la corrupción no es una excusa para permitir que haya nigerianos hambrientos.

Nueve meses en el poder, y nadie tiene una idea de cuál es la política económica de la administración de Buhari. Nadie tiene una idea de lo que mueve su política exterior. Nueve meses después, nadie tiene una idea sobre las rectificaciones políticas sistemáticas en la guerra contra la corrupción. No hay directrices bien definidas. No hay principios básicos de funcionamiento que podrían ser aplicados en todos los ámbitos. Los principios básicos de su política agrícola son desconocidos. Nadie podría señalar el marco de la política comercial de la administración. Nada de este gobierno está claro para que nuestra gente pueda ver hacia dónde se dirige este país.

El país, bajo esta administración, está siendo gobernado en un estilo ad-hoc. Se guía por ondas cerebrales. Ningún plan. No hay política. No hay agenda. No hay directrices. Incluso la tan proclamada guerra contra la corrupción se lleva a cabo con los mismos enfermantes fundamentos imprecisos. Lo que ha ocurrido hoy no es un indicador de lo que podría suceder mañana. No hay un flujo constante de ideas definidas que pudieran ofrecer confianza a los inversores extranjeros e incluso a los empresarios locales. Todo, incluyendo la nefasta lucha contra la corrupción está en perpetuo estado de flujo. Hay confusión en todas partes.

«El mundo es un lugar peligroso no a causa de los que hacen el mal, sino a causa de los que miran y no hacen nada.» – Albert Einstein

Mientras reina la confusión, el hambre causa estragos en el país. La pobreza está pulverizando nuestro pueblo. La constante e irremediable necesidad está eliminando los sueños y esperanzas de nuestro pueblo. Parece que hay comida por todas partes, pero la mayoría de nuestra gente, así como a sus familias, no tiene los medios para comprarla y alimentarse. Los que no han podido recibir los salarios de seis meses no pueden empezar a hablar de un aumento en medio de una fragante inflación. Si hace seis meses era difícil comprar un «congo» de arroz a 220 naira cómo podría ser fácil comprarlo a 500 naira en la Nigeria de hoy bajo el presidente Buhari.

Los nigerianos están sufriendo. El hambre reina en todo el país. La gente va muriéndose poco a poco. Algunos han muerto ya. Niños mueren de hambre. Aquellos niños que tienen algo de comer se enfrentan al espectro de la malnutrición. Los médicos están sin energía. Las enfermeras son cada vez más duras con la gente. Los abogados son ahora más depredadores. Los profesores son ahora más expertos en la explotación de sus estudiantes. Aquellos estudiantes que se han graduado deambulan por las calles, algunos de ellos arrastrados a vidas de crimen. La seguridad del país está empeorando. Hay una mayor frecuencia de robos a mano armada. Todo está fuera de control.

«La pobreza es el padre de la revolución y el crimen.» – Aristóteles

Uno no pretende ser un economista profesional. Pero uno conoce una buena economía cuando la ve. No es difícil sumar y restar cifras con una sencilla aritmética. La gobernabilidad puede ser complicada, pero es cuestión de tener objetivos claramente definidos para el país. Se trata de talento administrativo. Se trata de capacidad. Uno puede saber cuándo las cosas no están sumando y cuándo van mal. Cuando hay perturbación economía, estupefacción social, anestesia religiosa y corrupción política, entonces no es difícil discernir un gobierno que está confuso y mal coordinado. Estos son síntomas de un gobierno que languidece en la falta de ideas, pobreza de políticas, ineptitud severa e incompetencia e inexactitud paralizante.

El medio para medir el éxito o el fracaso de un gobierno está en cómo las personas, especialmente la gente ordinaria se encuentra satisfecha o no durante su mandato. La guerra contra la corrupción es necesaria y bienvenida por todos. Pero eso no pone comida en las mesas de hambrientos nigerianos. Es hora de que el presidente Buhari se enfrente a sus responsabilidades.

«En la larga historia del mundo, sólo unas pocas generaciones han recibido la misión de defender la libertad en su momento de máximo peligro. No me escapo de esta responsabilidad,- la acepto».- John F. Kennedy, en su Discurso Inaugural el 20 de enero de, 1961

Remi Oyeyemi

@OyeyemiRemi

[Traducción, Jesús esteibarlanda]

[Fundación Sur]

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