Los piratas de Somalia echan por tierra las leyes del mar

24/11/2008 | Crónicas y reportajes

“Donde haya un mar, hay piratas”, proverbio griego.

Armados con armas automáticas y con confianza en su habilidad para extorsionar millones de dólares, los piratas, una vez más, rastrean los altos mares, en busca de un botín. Desde 2007, la piratería ha aumentado en un 300 por cien.

Más de 75 barcos han sido atacados, abordados, o secuestrados este año en el golfo de Adén, la importante línea marítima de salida del mar rojo. Al menos 12 barcos, incluyendo un supertanque petrolero de Arabia Saudita, están retenidos en espera de obtener un rescate por parte de los piratas, con su base en el empobrecido este de Somalia, el punto caliente de la piratería mundial.

“A lo largo de todos los tiempos, si miramos a la antigüedad, siempre que hay gente pobre con acceso a la tecnología marítima que vive cerca de las líneas marítimas, han intentado robar”, asegura el historiador de la Universidad de Pittsburgh, Marcus Redeker, en una entrevista con Policy Innovations.

Somalia no ha tenido un gobierno central efectivo desde el derrumbamiento del gobierno de Mohamed Siad Barre, en 1991. El país está principalmente gobernado por los señores de la guerra.

“No nos consideramos bandidos del mar”, aseguraba al New York Times un portavoz de los piratas, “Nosotros consideramos bandidos del mar a aquellos que vierten residuos tóxicos ilegalmente en nuestras aguas y transportan armas por nuestras aguas. Simplemente estamos patrullando nuestras aguas territoriales. Piensen en nosotros como unos guardas de costas”.

En 2005, el Programa de Medioambiente de Naciones Unidas, UNEP, publicó un informe acusando a las compañías europeas de verter ilegalmente residuos químicos peligrosos como por ejemplo uranio, plomo, y mercurio en las aguas de las costas de Somalia. Olas del Tsunami asiático de diciembre de 2004, supuestamente rompieron los contenedores de estos residuos tóxicos industriales, que aparentemente produjeron enfermedades en los residentes de las costas.

Los piratas pueden definirse a sí mismos como guardas vigilantes costeros, pero a algunos esto les suena a cuento.

“No tiene sentido”, asegura Ken Menkhaus, profesor asociado de Ciencias Políticas en el Davidson Collegue. En 1993 y 1994, Menkhaus trabajó como consejero político especial para las operaciones de las Naciones Unidas en Somalia. “Los señores de la guerra en tierra firme ponen a estos hombres en barcos y les mandan ahí afuera a obligar a los viajeros marítimos a pagar una licencia. Esto no es más que un negocio de mafiosos”.

“Y el negocio es bueno. “Las peticiones de rescates y los supuestos pagos han aumentado de manera espectacular”, asegura Charles Dragonette, analista de operaciones civiles marítimas en el centro de inteligencia operativa de la marina de los Estados Unidos, “Cuando en 2005 un ataque no reportaba más de 30.000 o 60.000 dólares por barco, ahora un ataque supone una cantidad que se acerca al millón de dólares por barco. Se calcula que los piratas somalís han ganado este año más de 17 millones de dólares.

El secuestro del MV Faina, en septiembre, un barco ucraniano que se dirigía a Kenia con un cargamento de 33 tanques rusos y un alijo de toda clase de armas, atrajo la atención de toda la comunidad marítima internacional. Un barco de la OTAN había empezado a patrullar el golfo de Adén, al principio como escolta de los barcos del Programa mundial de alimentos que se dirigían al sur de Somalia. La Unión Europea está poniendo en marcha la primera misión conjunta naval de la historia, para acompañar los barcos comerciales que se dirigen al canal de Suez. Navíos individuales han enviado barcos armados para proteger a sus propios barcos y a su tripulación.

Pero resolver este problema no va a ser fácil. Los piratas atacan rápidamente, abordan como un enjambre barcos grandes con barcos más pequeños, con esquifes muy manejables. Para cuando una llamada de socorro recibe respuesta, la mayoría de los ataques han terminado o se han convertido en situaciones de rehenes.

Aunque los secuestros de alto rango llenan los titulares de todo el mundo, la piratería afecta a sólo un diminuto porcentaje de la navegación internacional. Basándonos en el conocido tráfico de navegación por el golfo de Adén, menos del dos décimas partes del 1 por ciento de barcos han sido víctimas de los piratas.

“No es un problema como lo era, digamos, en el siglo XVII o XVIII, cuando una enorme parte del comercio global era pirateada”, asegura Rediker, autor de “Villanos de todas las naciones”, una historia de la edad de oro de la piratería en el Atlántico. “En aquel tiempo, los piratas interferían en la economía del azúcar, el arroz y el tabaco, incluso en el comercio de esclavos. Esto era un gran problema para el comercio de las naciones imperiales como Gran Bretaña, Francia y España. Ahora la situación no es esa, ni mucho menos”.

Pero minimizar el problema de la piratería somalí, podría ser un peligroso precedente, según Dragonette, “no es bueno para el orden internacional cerrar los ojos a las violaciones flagrantes de la ley internacional, simplemente porque no hay gobierno en tierra adentro al que se pueda hacer responsable de ello”, señala.

Mientras exista la anarquía en Somalia, coinciden la mayoría de los analistas, habrá piratas en el golfo de Adén. “Por decirlo de alguna manera, los piratas no tienes cuentas bancarias en Dubay”, señala Menkhaus, “pero los señores de la guerra sí que las tienen”.

Matthew Hennessey.

Publicado en Africa Focus el 22 de noviembre de 2008.

Fuente original: Policy Innovations.

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