Después de dos meses y medio sin dar señales de vida en este blog, por fin me pongo a escribir. Desde el pasado 26 de julio trabajo de nuevo en Bangui, la capital de la República Centroafricana, con la MINUSCA, la misión de mantenimiento de la paz de la ONU. Lo de mantener la paz es un decir, como han demostrado los últimos acontecimientos violentos, que desde el pasado 26 de septiembre hasta el 3 de octubre se han cobrado 61 muertos y algo más de 300 heridos graves. También ha habido 42.000 nuevos desplazados, que sumados a los que ya existían, dan una cifra de cerca de 70.000 personas que han huido de sus hogares en Bangui.
Durante mis dos primeros meses en Bangui, siempre me pareció que en comparación con situaciones de mucha inseguridad de las que yo mismo fui testigo durante 2013 y los tres primeros meses de 2014, la situación había mejorado mucho. Durante agosto y septiembre de este año he ido a pie literalmente por donde he querido en la capital centroafricana y siempre me pareció que la vida empezaba a normalizarse. Sin embargo, dos semanas antes del fatídico 26 de septiembre empezaron a ocurrir incidentes que hacían presagiar un retorno a la violencia: rumores que hablaban de un nuevo flujo de armas llegado al barrio (mayoritariamente musulmán) del Kilómetro Cinco, milicianos anti-balaka que un buen día cortaban la carretera de salida de Bangui hacia el norte y se liaban a tiros con la Gendarmería y empezaban a saquear casas… A mí me empezó a oler a chamusquina un día en que estaba prevista la firma de un pacto de no agresión entre los líderes comunitarios del Kilómetro Cinco y el barrio vecino de Boeing, feudo de los anti-balaka, y a última hora se negaron a firmar aduciendo que necesitaban “más tiempo”.
Después, llegó el fatídico 26 de septiembre. Yo salí de Bangui, para una breve visita a mi familia, tres días antes y por lo tanto lo que ha ocurrido no lo he vivido en primera persona. Ese día, por la mañana, descubrieron en el barrio de Combattant, mayoritariamente cristiano, el cuerpo decapitado de un conductor musulmán de moto-taxi. Su cuerpo fue llevado a una mezquita del Kilómetro Cinco y al correrse la noticia en poco tiempo se organizaron unos 300 jóvenes musulmanes armados y atacaron algunos barrios vecinos de mayoría cristiana, incendiando viviendas, saqueando comercios y disparando indiscriminadamente. Al cabo de una hora llegaron varios cientos de anti-balaka armados, que descendieron de sus feudos de Boy Rabe, Gobongo, Boeing y Combattant. Los cascos azules de la MINUSCA llegaron tarde y poco pudieron hacer para evitar lo peor: al final de aquel día se contabilizaron 21 muertos y más de cien heridos graves.
Después, siguió una noche -o mejor dicho, varias- de terror y saqueos, sobre todo contra oficinas y viviendas de ONG y personal de Naciones Unidas. Terminada la escabechina, los musulmanes armados se replegaron a su barrio, pero durante los días sucesivos, los anti-balaka provocaron el caos en prácticamente todos los distritos de Bangui, cortando el tráfico con barricadas, atacando a los cascos azules y robando todo lo que pudieron. Los combates fueron particularmente intensos en la carretera que atraviesa el barrio de Combattant, que lleva al aeropuerto. Los vuelos han estado suspendidos, hasta ayer (5 de octubre).
Esta oleada de violencia ha sido la peor que ha sufrido la capital centroafricana desde octubre del año pasado, cuando las milicias anti-balaka intentaron paralizar la capital y provocar la caída del frágil gobierno de transición de Catherine Samba-Panza, algo que en esta última ocasión intentaron hacer de nuevo. Aunque Bangui empieza a recobrar un atismo de calma y normalidad desde el sábado pasado (3 de octubre), la situación sigue siendo muy tensa. Las cosas podían haber sido mucho peor si los milicianos mayoritariamente musulmanes de la Seleka (que ocupó el poder hasta enero del 2014) hubieran descendido para atacar Bangui desde sus bastiones en el norte del país, como quisieron hacer. La intervención de la MINUSCA y de los soldados franceses que quedan en el país se lo ha impedido, al menos de momento.
Estaba previsto que la primera vuelta de las elecciones presidenciales y legislativas tuviera lugar el 18 de octubre, pero con toda seguridad no podrá cumplirse este calendario. Con todas sus limitaciones, el país necesita urgentemente poner fin a la transición y tener un gobierno legítimo que pueda ocuparse de los gravísimos problemas que arrastra el país y que le impiden levantar cabeza. Muchos han visto la mano de algunos políticos detrás de las últimas violencias, sobre todo del antiguo presidente François Bozizé, derrocado por la Seleka en 2013 y actualmente en exilio en Uganda, a quien su partido político (conocido con el nombre de Kwa na Kwa) quiere presentar como candidato a las elecciones, algo que no podría hacer porque hay una orden de detención contra él por parte de un tribunal centroafricano. Otros políticos han intentado también aprovechar el caos para imponer sus propias agendas: unos quieren prolongar la transición, y otros quieren la caída del actual gobierno e imponer una tercera transición, algo que no resolvería nada y complicaría mucho más las cosas.
Mientras tanto, los 70.000 desplazados que tiene Bangui no pueden recibir casi ayuda humanitaria, entre otras cosas porque las bandas de violentos atacaron y saquearon numerosas ONGs, muchas de las cuales no han tenido más remedio que evacuar a una buena parte de su personal fuera del país. Los niños que habían empezado a ir a la escuela hace apenas dos semanas, están en sus casas, y la gente de a pie apenas puede hacer su trabajo para poder tener ingresos. En el resto del país, las cosas no van mucho mejor y todos los días hay ataques de las milicias, asesinatos y más desplazados. Desarmar a las milicias, que sería una parte importante del mandato de la MINUSCA, es mucho más difícil de lo que uno se pueda imaginar, y un acuerdo de desarme voluntario firmado por ocho grupos armados en mayo de este año se ha quedado en agua de borrajas. Los próximos meses se presentan con una gran incertidumbre.
Original en : En Clave de África